La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Los tontos del verbo agendar

No se fíe de la gente que usa ciertos verbos, como no debe hacerlo del bar que no ofrezca ensaladilla

Hay gente que aplica criterios irracionales en su vida cotidiana, pero no lo confiesa. O lo hace de forma excepcional. Se trata de patrones de conducta que dan buen resultado en función de la experiencia o la mera superchería. No viajar a sitios donde no hayan estado los romanos puede librarle a usted, por ejemplo, de sufrir diarreas. Tener presente que las colchas de las camas de los hoteles no se lavan con frecuencia. Un bar que no incluye la ensaladilla en su lista de tapas no merece la pena. Si la melva es buena se defiende sola, sin necesidad de mayonesa. El que sólo bebe refresco de cola o luce pajarita en vez de corbata no es de fiar. Tampoco lo es quien abusa de la cerveza en su modalidad de radler, el que exprime el limón sobre la paella o el pescado frito, o quien se refiere a su cónyuge como mamá, papá o cariño. Se trata de estupideces quizás, pero son algunos de los criterios que operan en sus relaciones sociales. Estos días de salida progresiva de la cabaña se producen los reencuentros formales o pactados, lo que sirve para generar nuevos criterios. El otro día me encontré con un tipo al que despaché con el habitual "ya nos vemos", una fórmula de despedida que deja en el aire una posible reunión futura. El individuo en cuestión me espetó al mismo tiempo que echaba mano de su teléfono digital: "¿Agendamos ya?". Justo en ese momento comprendí que debía ampliar la lista de gente poco fiable. O poco seria, que diría Rajoy. Alguien que emplea el verbo "agendar" debe ser escasamente recomendable para emprender juntos cualquier empresa. Me vi obligado a ofrecerle una fecha lo suficientemente lejana como para hallar algún buen pretexto para pedir la suspensión. El tipo no era de los que se vienen abajo a las primeras muestras de desaprobación: "Muy bien, te bloqueo ese día. Ya está agendado. ¡Nos vemos!". La alusión a la acción de bloquear fue la puntilla. Tantas series norteamericanas sobre la Casa Blanca, las intrigas por el poder y las elecciones vividas con pasión han reblandecido las mentes con la consiguiente pérdida del sentido del ridículo. Si no agendas tus cenas de los fines de semana eres un verdadero papafrita. Esta sociedad exige una estética de la organización que no es más que otra muestra de frivolidad. Y pensar que Santiago Bernabéu llevaba en la cabeza y en unos cuantos papeles las cuentas del Real Madrid de las seis copas de Europa... Por si acaso voy a agendar mi retorno a la cabaña. ¡Cuánta gente importante con agenda!

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