La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Un trilero con cartera de ministro

Este Castells es un vendedor de crecepelo que confunde interesadamente la memoria con la memorieta

Manuel Castells

Manuel Castells

El ministro de Universidades no es ningún tonto. Es un peligro, que no es lo mismo. Tiene perfectamente calado el negocio de la enseñanza y la tipología mayoritaria de los papás y mamás de hoy. Manuel Castells comete una suerte de prevaricación como docente al denostar el valor de la memoria, que interesadamente confunde con la memorieta. Es un trilero con cartera de Loewe que da acceso al presupuesto público. Sabe que la mayoría de los progenitores de hoy no exigen una enseñanza de calidad, una apuesta por la excelencia y más deberes en casa para forjar el hábito de estudio. Tiene claro que los padres no quieren problemas y darían su hacienda con tal de asegurar a sus retoños un puesto fijo en un mercado laboral cambiante. Por eso el ministro vende el crecepelo de la comodidad y proclama que en internet está todo, como si se tratara del diccionario o el Código Civil. ¡No haga trampas, señor ministro! En internet no hay un saber sistematizado y ordenado. En internet la verdad no se distingue muchas veces de la mentira.

La memoria es un músculo invisible que necesita ser ejercitado. No hay pensamiento libre, conocimiento riguroso y capacidad de tener un criterio propio sin una base de memoria. Primero fueron a orillar las lenguas clásicas, ahora vienen a por las Matemáticas y se quieren llevar por delante la memoria. No quieren ciudadanos responsables, críticos y con capacidad para diferenciar la información de la propaganda. Quieren borregos que vivan felices en el engaño de que todo está en internet. No hay un ministro que promueva el estudio, el sacrificio, el mérito, la satisfacción del logro de los objetivos tras meses de disciplina, restricciones y esfuerzo. ¡Ni uno! Ni tampoco padres que lo exijan. Demasiadas veces los padres sólo aparecen en escena para exigir aulas refrigeradas y menos deberes en casa. Sin memoria se reducen nuestras posibilidades en la vida, como ocurre sin saber matemáticas o sin conocer a los clásicos. Los afectados tampoco echarán en falta nada de eso, pues no lo conocen. Pero a un ministro de Universidades, que además ha ejercido la enseñanza, cabe exigirle mayor seriedad en los planteamientos y que no haga de comercial del colegio que exhibe a los padres las instalaciones para jugar al fútbol y los ordenadores de última generación del aula de Informática. El mundo y, por tanto, el mercado laboral son cambiantes. Claro que lo son. Pero hay valores que siempre perduran. Y enseñanzas que son vitales, como desconfiar del que siempre te señala el camino más cómodo. Sin el cultivo de la memoria somos un pilar con la base agrietada. Y por tanto, vulnerables. Justo lo que pretenden.

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