A medida que nos vamos enterando de los detalles del plan de recuperación presentado por nuestro Gobierno a la UE somos más conscientes del infierno que nos espera. Un infierno fiscal y un tsunami recaudador que, como siempre, pagaremos todos.

La pandemia ha provocado un aumento del gasto sanitario y de prestaciones que han disparado el déficit y la deuda a niveles insoportables, pero nada justifica que seamos el país con el mayor desplome del PIB del mundo desarrollado y que llevemos más de un año de pandemia y no se haya producido ninguna respuesta para reducir el gasto superfluo de las administraciones.

Es desolador ver que la orgía de gasto se mantiene y que no se toman medidas para reducirla, ni para incentivar la creación de empleo que, al fin y al cabo, es lo que nos va a sacar de esta situación. Esta situación requeriría un gran acuerdo nacional de los principales partidos (cosa imposible) y estar en manos de unos buenos gestores, pero me parece que no hemos tenido suerte. 

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