Adiós a Fran: su alegría será nuestra inspiración
Fran Garamendi Carrillo, tenaz luchador contra el síndrome de Hunter, fue enterrado en La Puebla del Río a los 16 años
Hay muchas clases de lágrimas. Suelen aflorar con la tristeza, también con la rabia y el dolor y a veces, sólo a veces, las hace brotar la alegría. La Puebla del Río despidió ayer con todas esas lágrimas a la vez a su hijo Fran Garamendi Carrillo, Fran a secas. O también Fran de La Puebla. Seguro que las lágrimas que en adelante se manifiesten por él serán de alegría. Siempre fue motivo de alegría hablar de Fran y, por eso, recordarlo desde hoy no será menos.
El hijo mayor de Inma y de Gara nació con síndrome de Hunter, por lo que su destino estaba escrito desde bien temprano: continuas visitas al hospital, degradación progresiva de su estado de salud y muerte temprana. Lo que no estaba planificado eran las ganas de vivir, la lucha contra un imposible, la felicidad contagiosa... Eso lo traía Fran en sus adentros. Y su familia -sus padres, tíos y abuelos- tragaron saliva y se pusieron a la tarea de hacer que su paso por este mundo fuese como lo que él estaba manifestando. Ellos supieron -y lograron- mantener y hasta potenciar esa felicidad. Luego, claro, llegó la legión de amigos que hizo a lo largo de su -como recordó su padre en el funeral- corta pero intensa vida, entre ellos el personal del hospital Virgen del Rocío, donde era muy querido.
El Ayuntamiento de La Puebla no ha sido ajeno al fenómeno Fran. Al artista que ha sido. Entre otros reconocimientos, es protagonista de un libro y da su nombre a una calle. La alcaldesa, Lola Prósper, propuso una despedida alegre para Fran con música por megafonía (sonó No me doy por vencido, de Luis Fonsi) desde el balcón del antiguo Ayuntamiento -ese mismo balcón donde había protagonizado el chupinazo infantil en los últimos encierros de San Sebastián-, globos de colores y lanzamiento de confeti al paso del féretro. ¿Confeti en un entierro?, sí. Porque Capitán Confeti era otro de sus sobrenombres. Prósper reconoce que Fran “ha sido un ejemplo por su forma de afrontar la vida” e incide en algo inaudito en las decisiones políticas de hoy: “Todo lo que desde el Ayuntamiento se ha hecho en su nombre ha contado con unanimidad absoluta, con consenso total en lo que se proponía”.
Todos lo querían. Y él los quiso a todos. “La gente no está aquí por los padres ni por la familia, que también. La gente está aquí por él. Era un personaje”, dice una vecina. Una corona de flores reza así: “Tu alegría es nuestra inspiración”. Otra procede de la Cantina Marinera de Chipiona, donde Fran pasaba buena parte del verano. Allí se arrancaba por sevillanas cuando se lo pedía el cuerpo. Y el cuerpo, o más bien el alma, les pidió a los dueños de ese establecimiento que tenían que cerrar unas horas, venir a La Puebla y abrazar a sus familiares.
El párroco, don Rafael, inició su homilía con la letra de las Sevillanas de la barca, de Los Romeros de La Puebla, para ilustrar la lucha de “un gran navegante”. Dijo que ha sido un gozo haber tenido a Fran, del “amor que le dimos y el amor que nos dio”, de la “sonrisa, el ánimo y el talento de este pequeño gran artista”. También dijo sentirse orgulloso por “ese continuo buen hacer” de sus padres. “Fran nos hace plantearnos muchas cosas”, como el “amor, el esfuerzo y la ilusión” para conseguir metas. Y pidió a la parroquia: “Haced lo que él siempre hizo: hacer felices a los demás. Él quiere que sigamos siendo felices”.
Se acercó al micrófono Gara, su padre: “Tengo sentimientos encontrados. Han sido 16 años con baches, pero nunca solos. Hemos tenido un ejército detrás”. Dio las gracias a quienes han hecho más fácil la vida de Fran, a “su gente de las pupas” (los sanitarios del hospital). Y finalizó hablándole a su hijo: “Muchas gracias por haber venido a nuestra familia. Vamos a ser felices. No nos sueltes nunca de la mano. Vuela todo lo alto que te mereces, Capitán Confeti”.
Con color y dolor. Todo muy comedido. Y con un aplauso al paso por la calle que lleva su nombre. Así dijo La Puebla adiós a un ser ejemplar. Porque gracias a Fran, este pueblo ha aprendido, si no lo sabía ya, a ser más alegre, más solidario, más respetuoso con el necesitado y más feliz. En la vida de Fran ha habido muchas lágrimas. Las primeras, de rabia. Luego, de tristeza y dolor. Las últimas, las que vienen, serán de alegría. Así lo quiso. Así será.
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