La ventana
Luis Carlos Peris
Los sucesos colman los telediarios
Felipe Martínez-Alcalá | Médico
El doctor Felipe Martínez-Alcalá, nos recibe en su consulta de la calle San Vicente, un espacio con un ambiente reposado, como de clínica antigua, pero dotado con la última tecnología. Este sevillano ha sido nombrado recientemente decano de la Facultad de Ciencias de la Salud y de la Vida de la Universidad CEU Fernando III, que será la tercera de Sevilla tras la Hispalense y la Loyola. Católico (una foto saludando a Juan Pablo II lo deja bien claro) y con más de 50 años de profesión a sus espaldas, es una persona convencida de que la medicina es una profesión propia de humanistas, que requiere de personas con capacidad de empatizar con los enfermos, además de una rigurosa formación técnica. Especialista en Aparato Digestivo y pionero de la Laparoscopia Diagnóstica en España, el doctor Martínez-Alcalá es académico de número de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla y pertenece a otras organizaciones como la Sociedad Española de Endoscopia Digestivay la Sociedad Española de Patología Digestiva o la Sociedad de Ecografía Digestiva. Ha tenido diferentes cargos en hospitales de Andalucía y Cataluña y ha sido profesor titular de Patología Médica de la Escuela Universitaria de Enfermería de Sevilla. Es autor de 80 trabajos publicados en revistas de prestigio científico.
–Pertenece a una familia de médicos.
–Mi abuelo materno, que era de Morón de la Frontera, era médico de pueblo, de esos que hacían de todo: pediatría, ginecología, cirugía... Mi padre fue catedrático de Historia de la Medicina y fundó el servicio de digestivo del antiguo Hospital de las Cinco Llagas.
–Y en su opción por la medicina qué pesó más, la presión familiar o la vocación.
–Yo di muchas vueltas. Estudié en Portaceli, con los jesuitas, y mi primera vocación fue la de sacerdote, pero me di cuenta de que me gustaban las mujeres, además me daba terror tratar con muertos. Después opté por la Filosofía, pero debido al tema de la salida profesional me pasé a Derecho. Finalmente opté por Medicina con la convicción de que lo iba a dejar en primero.
–¿Por qué?
–Estaba convencido de que cuando llegase la asignatura de anatomía patológica y las prácticas con los cadáveres se iba a acabar mi carrera. Me sentía incapaz.
–Y es evidente que no fue así.
–Lo hacían muy bien para evitar una impresión demasiado grande. Primero dábamos clase en la sala de disección pero sin cadáveres. Después ponían las mesas llenas de huesos. Cuando estudiábamos los huesos, varios alumnos de Medicina íbamos a la Iglesia de San Vicente, porque debajo hay mucha gente enterrada. Usábamos sus huesos para estudiar. Los sacábamos, los limpiábamos y los analizábamos: calavereras, húmeros, fémur, clavículas, costillas, vértebras... Teníamos que saberlos perfectamente. Finalmente, un día llegabas y ya estaban en la sala los cadáveres y empezabas a diseccionar: las arterias, los nervios, los músculos... Pasado un tiempo se te olvida que estás con un muerto. Estás estudiando, aprendiendo, en otra historia.
–Su especialización es el aparato digestivo. Con la alimentación tan mala que tenemos en estos tiempos, ¿están aumentando las patologías?
–Lo que está demostrado es que la dieta más saludable es la mediterránea. No porque sea la nuestra, sino porque es la que reduce la posibilidad de que se den determinados tipos de tumores, sobre todo en el colon y el estómago. Ya no hay dudas de que la alimentación influye en la aparición o no de enfermedades. Hoy en día comemos demasiados alimentos procesados, tanto carnes como pastelería y bebidas. Sin embargo, huimos de los alimentos frescos.
–Hace poco salió un informe muy polémico sobre lo negativos que son los embutidos. No gustó mucho a la industria de las chacinas.
–Como todo en la vida, se trata de la cantidad de chacinas que se ingieran. Pero hay que dejar muy claro que nunca se ha demostrado que el jamón ibérico pueda ser lesivo para nuestra salud.
–Es todo un alivio.
–Eso sí, es verdad que los embutidos, tanto por las grasas como por ser carnes procesadas, no son los alimentos más aconsejables desde el punto de vista sanitario.
–Ahora ha sido nombrado decano de la Facultad de Ciencias de la Salud y de la Vida de la Universidad CEU Fernando III. ¿Qué carreras impartirá?
–Medicina, Enfermería, Psicología y Fisioterapia. Y un poco después incluiremos Odontología. Empezaremos a dar clases en septiembre de 2025 y seremos la tercera facultad de Medicina de Sevilla, tras la Hispalense y la Loyola.
–Las universidades privadas está pisando algunos callos en la pública. Incluso algún rector ha destacado por su beligerancia. ¿La Fernando III supone algún tipo de amenaza para las Universidades Públicas?
–Está absolutamente demostrado que la competencia lo único que hace es mejorar las cosas. Todas las facultades de Medicina tenemos un objetivo, formar los mejores médicos. Y eso es un compromiso que tienen la pública y la privada. Ahí no podemos hacer diferencias.
–¿Cómo le gustaría que fuesen los sanitarios que salgan de la Fernando III?
–Que sean excelentes profesionales técnicamente, pero que también tengan sentido crítico. No hay progreso si no hay crítica. De la crítica surge la evolución y la innovación. También queremos que sean profesionales con empatía. El paciente debe ser el centro de todo. Hay que ser muy conscientes del dolor y de los problemas que conlleva una enfermedad. Como una universidad católica que somos pretendemos que el humanismo cristiano influya completamente en profesores y alumnos.
–¿Y cómo se consigue eso? ¿Alguna asignatura extra?
–Se trata de formar con el ejemplo. Lo más eficaz que existe es el ejemplo: en el trato con el paciente, en la clase, en la relación con los alumnos... No somos santos, cometemos lógicamente errores, pero nuestro ideal está en procurar hacer las cosas bien y en pensar en los otros. Vamos a insistir en eso y en la innovación. Queremos que el alumno tenga una participación fundamental en todo el proceso de formación.
–Volvamos a la empatía, algo difícil en estos días en que los médicos se han convertido en funcionarios.
–El padre de la medicina fue Hipócrates, pero el de la nueva medicina fue William Osler, quien dijo que hay dos tipos de médicos: el que cura con el cerebro y el que cura con la boca. El cerebro es importante, pero hay que tener capacidad también de trabajar con el alma. Hay estudios que demuestran que pacientes con la misma enfermedad e igual tratamiento evolucionan diferentemente según la empatía del médico.
–El nombre de la facultad es casi todo un manifiesto: Ciencias de la Salud... y de la Vida. Subrayo esto de la vida en estos tiempos en que los debates éticos de la medicina han estado centrados en el aborto y la eutanasia. Es decir, en la muerte. ¿Esto “de la vida” es una provocación?
–No creo que sea una provocación, sino un acento. Yo me hice médico no para matar, sino para ayudar. Y si no puedo curar, para aliviar; y si no puedo aliviar, para ayudar a un buen morir.
–Pero es evidente que hay pacientes que llegan a un punto que solo les queda dolor y desesperanza.
–Yo a esos pacientes no los voy a dejar sufrir. Trataré el dolor, el sueño, la alimentación... sin encarnizar, sin exagerar, sin intentar alargar una vida que ha terminado. Pero desde luego no voy a colaborar a acabar con su vida.
–¿Y el aborto?
–El nascituru es una vida independiente de la madre. Su XY, su ADN, son diferentes. Y nosotros, como médicos, debemos cuidar de las dos vidas, la de la madre y la del niño. Lo tenemos claro.
–Pero sus estudiantes saldrán a un sistema de salud con una orientación muy diferente. Donde cada vez se está limitando más la objeción de conciencia y donde el Tribunal Constitucional ha convertido el aborto en un derecho gracias a los votos de la mayoría denominada progresista. Es decir, de izquierdas.
–En el asunto del aborto es muy importante que haya libertad de conciencia. Una sociedad que acaba con la libertad de pensamiento está abocada al fracaso. Una cosa es la tolerancia, que es obligada, pero eso no significa que yo tenga que pensar de otra manera.
–¿Van a tener muchas becas?
–Sí. Nosotros queremos darle una oportunidad a aquellos estudiantes que, pese a estar muy bien formados, no han podido estudiar Medicina en la pública. También a los que no tienen recursos para ello. Para eso tenemos un buen plan de becas. El CEU es una asociación católica que no tiene espíritu de lucro. A nivel nacional, el último curso académico, el CEU dedicó17millones de euros a becas.
–La pandemia elevó al médico a la categoría de héroe. Ahí están los aplausos, la lucha en los hospitales... Eso ha hecho que los más jóvenes hayan idelizado la carrera y puede que eso cree el espejismo de falsas vocaciones.
–Sin duda. También porque cuando se exige una nota muy alta es normal que los alumnos más brillantes aspiren a esa carrera. Pero siempre hay que tener en cuenta que la Medicina es una carrera muy vocacional, porque se producen situaciones muy complicadas.
–Y tampoco es una carrera en la que, exceptuando algunos, se gane mucho dinero.
–La gran mayoría de los médicos somos ahora subempleados, o bien por las compañías aseguradoras o bien por la sanidad pública. En otros países la medicina es una profesión muy relevante, pero en España no. Para ganar dinero hay que echar muchísimas horas de trabajo
–Y aún así se quedan muchísimos jóvenes sin poder entrar en las facultades.
–En la Loyola, este año, se han quedado fuera 600. En general deben ser miles. Si ahora aparecen facultades privadas como la de la Fernando III es porque la sociedad lo está demandando. En la pública se han creado recientemente las facultades de Jaén, Almería y, probablemente, el año que viene empiece Huelva. Es penoso que personas con vocación y buenas calificaciones se queden fuera de la carrera, más cuando hacen falta. Es necesario aumentar el número de médicos sin perder la calidad.
–Hablábamos antes de lo poco que cobran los médicos en las aseguradoras.
–Es tremendo. Hay algunas tarifas que no se han modificado en 40 años. Eso es una barbaridad. El problema de la medicina actual es que cada vez es más cara, aunque también más útil. El precio de los nuevos equipos es alto. Equipos que, además, tienen una vida corta y hay que renovarlos frecuentemente. Cada vez necesitamos más cosas. Antes, un médico con una bata y un fonendo hacía maravillas. Cuando los pacientes me piden que vaya a verlos a su casa les digo, ¿para qué? ¿qué hago si no tengo el equipo adecuado? Puedo decir si lo que tiene es grave o no, pero no mucho más.
–¿Entonces un médico sin máquinas no es nadie?
–No quiero decir eso, un médico de familia bien formado, con no demasiadas herramientas, soluciona el 80% de los problemas. Lo digo yo que fui médico de pueblo en Carmona por guardarle la plaza a un amigo. Pero para las especialidades hace falta mucha tecnología. Un médico de familia solo necesita un ecógrafo, que es el fonendo de ahora.
–¿Vamos cada vez más al médico?
–La frecuentación al médico es cada vez más alta y ya no vemos casos como los de antes, con gente que llegaba a la consulta con un cáncer de mama necrosado. La gente recurre más a una medicina preventiva: la mama, la próstata, el colon...
–Me imagino que la tan mencionada Inteligencia Artificial ayudará bastante a la medicina.
–Por supuesto. De hecho la informática y la Ingeligencia Artificial serán asignaturas en nuestro plan de estudios. Recientemente leí un libro de Eric Topol, Deep Medicine, que decía una cosa fantástica: “un médico que puede ser sustituido por inteligencia artificial merece ser sustituido”. La IA es una extraordinaria herramienta, pero nunca podrá sustituir a un verdadero médico, a su empatía con el paciente.
–¿Y la relación entre médico y enfermero? ¿Vamos a una medicina en la que los enfermeros tengan cada vez más atribuciones?
–Es una pregunta complicada. Ninguno es más importante que otro. Cada uno tiene una misión fundamental. Cuando un paciente sale del hospital, muchas veces su mayor agradecimiento se dirige al enfermero o la enfermera, que es el que lo ha cuidado. Yo soy profesor titular de Enfermería y siempre he intentado que se formen lo mejor posible, inculcarle el ansia de conocimiento, enseñarles a no ser rutinarios, a saber por qué se hacen las cosas. Siempre les hago una broma: “pensar es cosa sana que cura hasta las almorranas”. Ahora están muy implantados los protocolos, que son imprescindibles para la buena medicina. Pero yo les digo a los estudiantes, si un médico no sabe saltarse un protocolo no es un buen médico. Siempre hay que ser críticos, empezando por nosotros mismos. Ver cómo se pueden modificar y mejorar las cosas, cómo podemos mejorar en la docencia, qué herramientas tenemos. Hay muchas cosas que tenemos que cambiar. Todo evoluciona y nosotros tenemos que hacerlo también.
–Pero volvamos a las mayores atribuciones a los enfermeros.
–El peligro está en que se use para abaratar costes. Eso me da miedo. Hay que ser honestos. Un buen enfermero salva muchas vidas y es esencial.
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