Fernando Mora, médico psiquiatra: "Cuando tenemos hambre baja nuestra capacidad de conectar con los demás"
El cuerpo entra en alerta y solo se puede preocupar de los alimentos que toma y como conseguir energía
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Las emociones controlan nuestro cuerpo y eso no es una novedad. Los estudios han demostrado que la conexión entre la empatía y el hambre es real y el médico psiquiatra Fernando Mora explica a la perfección en qué consiste y cómo se puede controlar este sentimiento hacia los demás.
El hambre activa en nosotros el modo supervivencia y, en ese momento, la mente deja de preocuparse en los demás para centrarse en una sola cosa, que es conseguir energía. Por ello, nos cuesta mucho más conectar con los demás, somos más impulsivos, la irritabilidad se apodera de nosotros y la empatía desaparece.
Qué es la empatía
Para conocer como se desarrolla esta emoción, es necesario conocer en qué consiste. La empatía es una de las capacidades humanas más valiosas porque actúa como un puente que conecta nuestras experiencias internas con las de otras personas. No se trata solo de comprender lo que otro siente, sino de permitirnos reconocer esa emoción como válida y digna de atención.
Actualmente, vivimos en una sociedad donde los ritmos se marcan de manera muy acelerada y el prójimo pasa a un segundo plano, poniendo por encima a nosotros mismos. Esta es un recordatorio de que la convivencia humana depende de la capacidad de escucharnos, apoyarnos y vernos con una mirada menos defensiva y más comprensiva.
Diferencias entre la empatía y la simpatía
Ambas cualidades no son iguales y tienen matices. La simpatía nos lleva a sentir lástima o preocupación por alguien sin necesariamente conectar con su vivencia. La empatía, en cambio, nos invita a colocarnos en el lugar del otro, aunque sea de manera imaginada, para captar la textura emocional de su experiencia. Esto no exige que hayamos vivido exactamente lo mismo, sino que tengamos la disposición de abrir nuestra sensibilidad hacia la historia ajena.
La empatía tiene varias dimensiones. Existe la empatía cognitiva, que es la capacidad de entender intelectualmente lo que el otro siente; la empatía emocional, que implica resonar afectivamente con esas emociones; y la empatía compasiva, que nos impulsa a actuar para aliviar el sufrimiento o brindar apoyo. Las tres forman una especie de ecosistema emocional en el que el entendimiento, la conexión y la acción se complementan y fortalecen mutuamente.
Practicar la empatía requiere tiempo y atención. Muchas veces damos respuestas rápidas basadas en nuestras propias interpretaciones y prejuicios, lo que nos impide escuchar de verdad. Una práctica empática implica frenar el impulso de juzgar, preguntar con curiosidad genuina y ofrecer un espacio seguro donde la otra persona pueda expresarse sin miedo. Son habilidades que se entrenan, igual que un músculo.
La empatía también tiene impacto en la sociedad. Comunidades más empáticas tienden a resolver conflictos con menos violencia, generan vínculos de confianza y fomentan la cooperación. En entornos laborales, mejora la comunicación, la creatividad y el bienestar colectivo. En relaciones personales, profundiza el vínculo y reduce las malinterpretaciones que suelen originar tensiones. Incluso en la educación, la empatía fortalece la convivencia escolar y ayuda a los estudiantes a desarrollar habilidades sociales que les servirán toda la vida.
Sin embargo, ser empático no significa absorber los problemas ajenos ni descuidar el propio bienestar. La empatía saludable incluye límites claros. Podemos acompañar y entender sin perder nuestra estabilidad emocional. La clave está en mantener una apertura cálida sin quedar atrapados en la angustia del otro.
Referencias bibliográficas:
- Vídeo del médico psiquiatra Fernando Mora sobre cómo afecta la empatía al acto de tener hambre: https://www.tiktok.com/@doctormora_/video/7570371255824747799
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