La advertencia del psicólogo José Manuel Zaldúa sobre la adicción a los opiáceos: "Es un ejemplo claro de cómo una herramienta terapéutica puede convertirse en un riesgo de salud pública"
Investigación y Tecnología
La realidad ha demostrado que estos fármacos, especialmente en sus formulaciones de liberación prolongada, pueden convertirse en una trampa
Antonio Peña, médico: "Llegan al centro con ansiedad extrema, brotes psicóticos o dependencia física, sin saber que lo que han consumido era tan potente como una benzodiacepina o un derivado sintético del cannabis"
¿Está volviendo la adicción a los opiáceos? No se trata de preguntar por preguntar, sino que los datos hablan de que en los últimos años, el consumo de opiáceos en España ha crecido de una manera alarmante. Lo que comenzó como una herramienta terapéutica eficaz para aliviar el dolor físico se ha transformado, en demasiados casos, en un vehículo hacia la dependencia y hacia el sufrimiento silencioso. Aunque la crisis de los opiáceos ha tenido su cara más dramática en Estados Unidos, donde uno de cada cinco pacientes tratados con opiáceos de liberación prolongada acaba desarrollando una adicción en tan solo un año, los indicadores en nuestro país también están despertando señales de alerta que ya no pueden ser ignoradas.
España ha duplicado su consumo de estos medicamentos en la última década y cada vez es más frecuente su uso fuera de las indicaciones autorizadas. El punto de mira lo tiene el fentanilo. En un principio, este fármaco se prescribía a pacientes oncológicos, pero hoy en día se hace lo mismo con personas que nunca han recibido un diagnóstico de cáncer. "Es un ejemplo claro de cómo una herramienta terapéutica puede convertirse en un riesgo de salud pública cuando se trivializa su uso y se ignoran sus consecuencias a largo plazo", afirma José Manuel Zaldúa, psicólogo y socio fundador de Esvidas.
De la promesa médica a la dependencia invisible
Durante décadas, los opiáceos se promocionaron como la gran solución frente al dolor crónico. Pero la realidad ha demostrado que estos fármacos, especialmente en sus formulaciones de liberación prolongada, pueden convertirse en una trampa. "La liberación prolongada facilita la tolerancia de nuestro cuerpo a la sustancia y, por tanto, aviva la dependencia", advierte un informe de la FDA que cifra en un 22,5% la tasa de adicción entre pacientes tratados durante un año. Es un dato que ha reavivado el debate internacional sobre el uso y abuso de estos medicamentos, debate al que España no puede mantenerse al margen.
"Cuando el cuerpo se adapta a esa ayuda química, aparecen señales inequívocas de una dependencia"
La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha reconocido que entre 2010 y 2021 el consumo de opiáceos se duplicó. Y no se trata solo de cifras, sino de estudios recientes los cuales han revelado que un 14% de los pacientes que hoy reciben fentanilo jamás fueron diagnosticados con cáncer. Este perfil de consumo suele concentrarse en mujeres de entre 35 y 64 años, sin estudios superiores y en situación de vulnerabilidad. Detrás de estas estadísticas, hay vidas complejas y dolor que no siempre es físico.
"El fentanilo, por su potencia y rápida acción, es especialmente peligroso si no se prescribe con rigor", subraya Zaldúa. Y no se trata únicamente de su potencia (hasta cien veces mayor que la de la morfina), sino del contexto en el que se prescribe: consultas médicas breves, presión asistencial, falta de formación en adicciones y un modelo sanitario que prioriza la solución rápida frente a la atención profunda. "Muchas veces, lo que hay detrás de una receta de opiáceos no es dolor físico, sino soledad, ansiedad o malestar emocional no atendido", añade Antonio Camacho, también psicólogo en Esvidas.
"Muchas personas no se identifican como dependientes porque el medicamento fue prescrito por un profesional"
El dolor emocional y social, que raramente encuentra espacio en la consulta médica tradicional, acaba medicalizándose. Se recetan fármacos para lo que en realidad son duelos, traumas, estrés o precariedad vital. Y cuando el cuerpo se adapta a esa ayuda química, aparecen señales inequívocas de una dependencia: necesidad creciente de aumentar la dosis, insomnio, irritabilidad, ansiedad... "La medicalización del dolor cotidiano, sin abordar sus causas emocionales o sociales, está abriendo la puerta a una crisis silenciosa", alerta Zaldúa.
Una crisis que se gesta en silencio
Aunque España no enfrenta una epidemia de sobredosis como la estadounidense, donde el fentanilo ilícito causa más de 70.000 muertes anuales, existen síntomas que nos ponen sobreaviso. El aumento de prescripciones, el uso recreativo de derivados opiáceos y la creciente presencia del fentanilo en mercados ilegales indican que el problema podría estar gestándose de forma clandestina. La receta electrónica ha supuesto un cierto control, pero no es suficiente puesto que la raíz del problema es más profunda: muchas personas no se identifican como dependientes porque el medicamento fue prescrito por un profesional. Existe una confianza implícita que impide ver el riesgo real.
"Cuando el cuerpo depende del fármaco para funcionar, cuando aparece la irritabilidad, el insomnio o la ansiedad al reducir la dosis, ya no hablamos solo de dolor. Hablamos de una adicción que requiere atención especializada", explica Zaldúa. En centros como Esvidas, el enfoque terapéutico es integral: combina intervención médica, apoyo psicológico y acompañamiento social. "No se trata de quitar un fármaco y ya. Se trata de acompañar a esa persona en todo lo que hay detrás: duelo, estrés, trauma o precariedad emocional. Cada caso es único, y cada salida necesita una red".
El gran desafío es romper el silencio y el estigma. Reconocer la dependencia no es fácil, especialmente cuando el consumo ha sido legítimo y recomendado. Sin embargo, este primer paso es esencial para iniciar un proceso de recuperación. Las señales están ahí: el aumento de dosis, la necesidad constante de medicación, los síntomas de abstinencia o el descuido de las responsabilidades cotidianas son avisos que no deben ser ignorados.
España todavía está a tiempo de evitar una crisis sanitaria de gran escala, pero para lograrlo es indispensable adoptar un enfoque humano, multidisciplinar y preventivo. Se requiere formación específica para el personal médico, campañas de sensibilización dirigidas a la población, una regulación más estricta en las prescripciones, apoyo psicológico real y programas sociales de acompañamiento. No basta con controlar el número de recetas: hay que escuchar, comprender y atender el dolor en todas sus dimensiones. Porque cuando el dolor se silencia con dependencia, el riesgo es que dejemos de escuchar lo que verdaderamente importa.
Temas relacionados
1 Comentario