Cinco trampas en las que caemos sin darnos cuenta que convierten una conversación en discusión

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Conversación / Freepik

Las conversaciones son el pilar de nuestras relaciones, pero no siempre transcurren como esperamos. A veces, cuando intentamos abordar un tema importante, en lugar de lograr entendimiento, terminamos envueltos en una discusión que no lleva a ninguna parte. Lo curioso es que, más allá del contenido de nuestras palabras, el verdadero problema radica en la forma en que nos comunicamos.

Por eso, antes de intentar mejorar nuestras habilidades de comunicación, es fundamental reconocer ciertos errores frecuentes que pueden alejarnos de nuestro interlocutor en lugar de fortalecer el vínculo.

Transformar una charla en una lección

Sermonear es uno de los principales obstáculos para poder llevar una conversación por buen camino. La mentora, coach y experta en gestión de la ira, Sonia Díaz Rois, autora de Y si me enfado, ¿qué?, explica que "cuando nos ponemos en modo 'voy a explicarte la vida porque no te enteras' y, por ejemplo, le decimos a alguien 'tú lo que tendrías que hacer es...', el resultado es que la otra persona desconecta, se frustra, incluso puede ser que se acabe rebelando solo por llevar la contraria".

El tono de las conversaciones debe ser directo y sencillo pero sin "reñir" y decirle a la otra persona lo que debería hacer o cuántas veces se lo has repetido para que lo haga.

Echar en cara: cuando la ayuda se convierte en una deuda

Otro error común es utilizar la ayuda como una herramienta de manipulación. Este es el caso de cuando en mitad de la conversación aparece la frase: "con todo lo que yo he hecho por ti" cuando se supone que la ayuda prestada ha sido de forma desinteresada. "Aquí el problema es que lo que diste no era un favor, era un préstamo con intereses", afirma la experta, por lo que la persona deja en evidencia que la ayuda no era genuina, sino una especie de deuda moral impuesta.

Para evitar esta trampa, es importante prestar ayuda sin expectativas ocultas y, si se necesita reconocimiento, expresarlo directamente en lugar de utilizarlo como argumento en un conflicto.

Convertir una conversación en un juicio sobre el pasado

Un comentario sobre una situación puntual puede derivar en una lista interminable de errores previos, lo que hace que la otra persona se ponga a la defensiva. Por ejemplo, un simple "se te ha olvidado sacar la basura" puede escalar rápidamente a un reproche generalizado sobre la falta de compromiso en todas las tareas domésticas. Este tipo de actitudes no contribuyen a resolver el problema, sino que aumentan la tensión. En lugar de arrastrar errores del pasado, es más útil centrarse en la situación actual y en cómo solucionarla.

"Trae, ya lo hago yo": el mensaje oculto de la desconfianza

En algunas ocasiones, lo que parece un gesto de eficiencia es, en realidad, una señal de desconfianza. Decir "déjalo, ya lo hago yo" puede parecer inofensivo, pero el mensaje implícito es que la otra persona no es capaz de hacerlo bien. Esta actitud, apunta Sonia Díaz, "es un clásico en cualquier relación, ya sea de pareja, de trabajo o de amistad" y, además, desmotiva a la persona que está a nuestro lado, haciendo que, con el tiempo, el otro ni siquiera intente participar. La clave está en delegar y permitir que cada persona realice la tarea a su manera, ofreciendo sugerencias sin menospreciar su esfuerzo.

"Te lo dije"

Es una de las frases más dañinas que puede salir en cualquier conversación. Cuando alguien comete un error, lo último que necesita es que se le recuerde que se le advirtió de antemano. "Aunque sea cierto, remarcarlo no aporta soluciones, ni mejora la relación, sino que refuerza la sensación de fracaso en la otra persona". Este comentario no arregla, ni ayuda en nada. Solo deja claro que parece que estabas esperando que llegara el error y "reafirmar que tenías razón", pero es más útil enfocarse en buscar soluciones y ofrecer apoyo para mejorar la situación.

Mejorar la comunicación no significa evitar hablar de los temas difíciles, sino aprender a hacerlo sin caer en dinámicas que generan conflictos. Escuchar con atención, expresar nuestras ideas con respeto y evitar los reproches innecesarios son claves para que nuestras conversaciones sean más fluidas y constructivas porque, al final, lo importante no es solo lo que decimos, sino cómo lo decimos.

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