Nayara Malnero, sexóloga: "Si tú no tienes tiempo para el placer en tu vida en general, ¿qué te hace pensar que vas a tener placer en tu vida en particular en el sexo?"
Investigación y Tecnología
Si la vida se transforma en una lista interminable de tareas, el deseo termina por apagarse
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El deseo sexual es una fuerza viva que habita en cada persona, una energía que no se extingue con el tiempo, pero que sí puede adormecerse si no se cultivan las condiciones adecuadas para que florezca. Muchas personas atraviesan etapas en las que sienten que su impulso erótico ha disminuido o incluso desaparecido. Sin embargo, más allá de los factores hormonales o biológicos, hay un aspecto profundamente ligado al estilo de vida que suele pasarse por alto: el cuidado del tiempo personal.
Cuando la rutina se vuelve asfixiante y no dejamos espacio para nosotros mismos, lo primero que se deteriora es el disfrute y sin disfrute en la vida diaria, es difícil que la intimidad sobreviva. Dice la sexóloga y psicóloga, Nayara Malnero, que "el deseo sexual no desaparece, pero sí se apaga cuando no dedicas tiempo para ti", se va esperando que le hagamos un sitio. Comprender esta relación entre autocuidado y erotismo puede ser el primer paso hacia una vida sexual más rica y consciente.
La conexión entre el bienestar personal y el deseo
La sexualidad no vive aislada de lo que somos, sino que se alimenta directamente de nuestro estado emocional, de nuestra energía vital y del vínculo que cultivamos con nosotros mismos. Cuando el día a día se llena de obligaciones, estrés, cansancio acumulado y falta de descanso, el cuerpo comienza a priorizar la supervivencia y no el placer. El deseo, entonces, se ve relegado a un segundo plano, no porque desaparezca, sino porque el contexto no es fértil para que se manifieste.
En este escenario, el tiempo personal deja de ser un lujo y se convierte en una necesidad. Cuando, sobre todo el género femenino, pierde el deseo sexual se debe a una serie de factores, según Mayo Clinic, afectan a nuestra intimidad como por ejemplo: bienestar físico y emocional, creencias, estilo de vida, etc. En este sentido, una forma de cuidar nuestra sexualidad es dándose un espacio para descansar y hacer las actividades que nos generen bienestar. Así pues, leer un libro, caminar al aire libre, escuchar música, escribir, pintar o simplemente quedarse en silencio son pequeñas acciones que pueden reactivar el contacto con el propio cuerpo y con el presente. Y es justamente en ese contacto donde el deseo encuentra terreno para volver a surgir.
No se trata de esperar a que "las ganas aparezcan solas", sino de crear las condiciones para que puedan emerger ya que el deseo, a diferencia del impulso automático, es algo que se construye, que se enciende cuando existe espacio para sentir. El erotismo no es únicamente una respuesta al otro, es también una forma de relación con uno mismo. Por eso, si la rutina diaria está vacía de momentos de disfrute, si no hay tiempo para el placer personal, es natural que el espacio íntimo con la pareja se vea afectado.
La intimidad como reflejo del disfrute cotidiano
La intimidad sexual no es un evento aislado, ni desconectado de lo que sucede durante el resto del día. Lo que se vive en la cama muchas veces refleja cómo nos sentimos fuera de ella. Cuando en la vida cotidiana escasea el placer, la espontaneidad o el juego, es poco probable que esos elementos se expresen mágicamente durante el encuentro íntimo. Y cuando se intenta forzar una conexión sin haber alimentado antes los vínculos personales y el bienestar emocional, lo que surge suele ser más una obligación que un deseo auténtico.
Es común que en relaciones largas o con exigencias laborales y familiares elevadas, las personas vayan perdiendo esa chispa sin saber exactamente por qué. La respuesta muchas veces no está en buscar técnicas sexuales nuevas, sino en revisar cómo está siendo la vida en general. ¿Hay espacio para reír, para el descanso, para la ternura? ¿Se cuida el vínculo con uno mismo con la misma atención con la que se cuidan otras responsabilidades? Si la vida se transforma en una lista interminable de tareas, el deseo termina por apagarse, no porque ya no exista, sino porque no encuentra oxígeno para mantenerse vivo.
Volver a encender el deseo no implica grandes cambios inmediatos, sino un proceso de recuperación del disfrute. A veces, basta con pequeñas decisiones: permitirnos no hacer nada durante un rato, priorizar una salida sin culpa, redescubrir lo que nos gusta. De ese modo, la vida se vuelve un poco más placentera, y en consecuencia, la intimidad también. Porque cuando uno se siente bien consigo mismo, el cuerpo se relaja, los sentidos se despiertan y el deseo fluye con mayor naturalidad. No debemos perder de vista la observación de por qué ocurre esto ya que si nada de lo anterior funciona, si cambiando nuestros hábitos y dedicándonos tiempo, no vuelve el deseo sexual, tal vez debamos hacer una revisión al estado de nuestra relación de pareja.
Por norma general, el deseo sexual no se muere, sino que se esconde cuando dejamos de nutrirnos. Dar tiempo al goce diario, al descanso emocional y al placer en lo cotidiano es, en realidad, una de las formas más poderosas de cuidar nuestra vida íntima. No se trata solo de encender la pasión, sino de sostener un vínculo sano con uno mismo, desde donde todo lo demás puede crecer.
Referencias bibliográficas.
Mayo Clinic. Poco deseo sexual en las mujeres.
Nayara Malnero. La falta de placer en el sexo.
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