Por encima de las cabezas de la multitud, un bosque de pantallitas reduplicaba infinitamente la imagen del Nazareno. Hasta que una voz con hechuras de profeta atravesó el silencio:
—¡Vamos a bajar los móviles!
Y se obró el milagro: los rectángulos de luz desaparecieron. Pero el Señor ya se había marchado del paso.
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