Opinión

Hoy no subirá a su paso

La Virgen de la Presentación durante la pasada Madrugada.

La Virgen de la Presentación durante la pasada Madrugada. / Juan Carlos Vázquez

Hemos pasado días sin pensarlo, pues bastante tenemos ya con las cifras del horror. Hemos silenciado en nuestra alma que la pequeña de la casa no debutará con la esclavina morada el Martes Santo o que nuestro sobrino no volverá a vestirse con la pequeña túnica blanca y que nuestro padre, muy castigado ya, no podrá cumplir su  firme intención de hacer la última estación con su viejo ruan, aferrado a la manigueta. 

Deberíamos llevar a estas alturas varios días buscando tibieza en la luz, montando cada noche los pasos, ultimando la lista de la cofradía… disfrutando en definitiva de la dulce espera que nos llevaría al terremoto emocional de la Semana Santa. 

Es miércoles de pasión, pero Ella no subirá a su paso. Ya debía estar preparado su altar de cera que acoge siempre a nuestra Madre de la Presentación, desde hoy y hasta  Pascua. Justo hoy sus hijos del Calvario, deberíamos ayudarla a subir a su provisional morada, cumpliendo el rito en el coro bajo de la Parroquia.

No es un paso más hacia el Domingo de Ramos. En la noche de hoy, se resume gran parte de nuestro carácter. Se hace casi con pudor, pues se trata de una de las cosas más valiosas que tenemos, el amor que le profesamos. Es la nuestra, una Virgen discreta en la calle y en su cotidianidad. Huye siempre del elogio y no parece encontrarse cómoda en la ostentación. Pero resulta absolutamente protagonista en nuestra casa.

Nada ocurre entre los hermanos del Calvario, en lo que Ella no intervenga. No existe ninguna cosa que nos pueda ocurrir que no provenga de su mirada. Como bien explica su plegaria: "Porque es la luz de tus ojos mi guía/ Porque es tu dolor divino mi calma./¡Presenta Señora mi alma/ en el Calvario mortal de mis días!

Esta noche debería subir a su paso, pero no lo hará. Ahora bien, subirá a todos nuestros corazones como hace cada noche de miércoles de pasión, cuando abandonamos la Magdalena nerviosos, con el ánimo agitado ante lo que habrá de llegar. Esta Semana Santa parece hecha a la medida de su discreción. La vivirá vestida de hebrea, no llevará su corona ni la saya de los cardos, no le protegerá el manto de Juan Manuel. ¡Tanta discreción que incluso no se moverá de su capilla!

Este año no esperará desde el coro a su hijo el Sábado de Pasión, en el pequeño anticipo de la madrugada que ocurre cada año en la Magdalena. Este año no podrán tantas parejas de nazarenos que así lo eligen acompañarla en su caminar. Tampoco podrán seguirla con la cruz llevada "a la cruceta" sus penitentes, escogidos entre los señalados, por pureza de amor.

No, no subirá hoy a su paso, como ocurre estos días con tantas devociones de los sevillanos. Me permito una humilde reflexión. No conozco la Semana Santa virtual, pero si reconozco la íntima. Las imágenes no subirán a sus pasos y las túnicas definitivamente no tocarán nuestra piel, pero si nos esforzamos un poco, podremos sentir el amor de Dios en nuestro corazón. De forma callada, pero profunda… como siempre nos ha  enseñado la Virgen de la Presentación.

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