Doctor de la Iglesia y cofrade

El 1 de noviembre el papa León XIV nombró al cardenal Newman doctor de la Iglesia

Pese a no visitar nunca Sevilla, tuvo aspectos en su vida que deberían ser cualidades para todos los cofrades

Traed madera, es la guerra

Beatificación del cardenal Newman.
Beatificación del cardenal Newman. / Redacción Sevilla

04 de diciembre 2025 - 11:24

El pasado uno de noviembre el papa León XIV nombró al Cardenal Newman, San John Henry Newman, Doctor de la Iglesia. No vamos a analizar aquí su doctrina, doctores tiene la Iglesia, nunca mejor dicho, para esa tarea; pero su vida tiene algunos aspectos que rozan aspectos cofrades, por extraño que parezca en un inglés del siglo XIX que nunca estuvo en Sevilla, ni en España.

Unos apuntes biográficos para situarnos. Nacido en Londres en 1801. Fue presbítero anglicano. Se convirtió al catolicismo y ordenado sacerdote en 1845. León XIII le nombró cardenal en 1879. Murió en 1890.

En términos humanos su “carrera profesional” fue meteórica: el 13 de octubre de 2019 fue canonizado y, apenas seis años más tarde, nombrado Doctor de la Iglesia, a la altura de Santo Tomás de Aquino, Santa Teresa de Jesús, San Agustín y 35 doctores más en toda la historia de la Iglesia.

Esta biografía telegráfica contiene una carrera intelectual reflejada en la amplia bibliografía que produjo a lo largo de su vida. En esos escritos, además de doctrina, fue dejando noticia detallada de sus vicisitudes humanas.

Su biografía

Hay un detalle que sobrevuela toda su biografía: el seguimiento de los dictados de su conciencia y su honestidad intelectual, con independencia de las consecuencias que pudiera acarrearle ese proceder.

Cada uno elabora su biografía con las cualidades que tiene, con la libertad de los hijos de Dios y siguiendo su conciencia, por eso su vida estuvo llena de contradicciones. Tras su conversión sintió el desprecio de algunos anglicanos, que lo tachaban de traidor, y la desconfianza y vacío de católicos que lo consideraban un advenedizo con pretensiones.

Sobre él se han escrito muchas y muy buenas biografías, a partir de ellas se justifica su presencia aquí, porque en su peripecia vital se descubren muchas de las cualidades de un cofrade cabal:

Aspiraba a la excelencia, no a la mediocridad. Aun siendo consciente de que a quien sobresale por encima de esa mediocridad siempre se le intenta derribar.

Se relacionaba con los intelectuales de la época y discutía con ellos. Discrepaba sin herir, ofrecía razones, no insultos ni descalificaciones ad hominem.

Aunque sus convicciones entraran en colisión con la opinión mayoritaria, o se viera envuelto en situaciones complicadas, a contracorriente, no se desviaba de su camino.

Desde luego que no fue insensible a esas contradicciones, sufrió con ellas y se sintió abandonado, pero nunca solo, porque la soledad es tristeza y como cristiano siempre sintió.

Sin dejarse etiquetar. Si uno se etiqueta se autocensura.

No cruzaba líneas rojas, simplemente las superaba. Siempre se guiaba por la conciencia, que antepone a cualquier consideración externa. En su Carta al Duque de Norfolk, explica en profundidad la importancia de mantener ese criterio.

Tenía muy claro que la vida no es binaria: o conmigo o contra mí. En consecuencia no levantaba muros, tendía puentes.

Maestro de la fe

Después de este repaso resulta que todas y cada una de las notas que construyen la biografía de Newman son precisamente las que debiera tener, o a las que debiera aspirar un cofrade. Cada uno a su manera, dependiendo de sus circunstancias personales, pero todos con la misma actitud. Aspirando a la excelencia que se asienta sobre la formación y la reflexión; sin rehuir el debate intelectual; asumiendo las contradicciones sobrevenidas cuando sus convicciones no se ajustan a las de la mayoría que, sin duda, tratará de derribarlo; tendiendo puentes, siendo elemento de unión, no de discordia.

Poseer y desarrollar esas cualidades en grado suficiente como para ser canonizado no es fácil; pero al menos marcan el camino a seguir. Son además las sugerencias y enseñanzas de un Santo al que la Iglesia reconoce como Doctor de la Iglesia por su contribución significativa a la teología o la doctrina expresada en sus escritos y lo constituye como eminente maestro de la fe para los fieles de todos los tiempos.

Merece la pena asumir el riesgo de ser tachado de traidor o advenedizo con pretensiones si se pretende seguir el dictado de la conciencia, con firmeza y humildad, para servir a la hermandad y a la Iglesia.

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