El costalero interino. Microrrelatos de Semana Santa

Sicut dixit

El cursor parpadea, inmisericorde.

El cursor parpadea, inmisericorde. / Tomás del Rey

Amanece el Domingo de Resurrección. Domingo de Gloria entre campanas. Cristo ha resucitado, Aleluya. Nuestro costalero interino ha tenido un extraño sueño esta noche. Se le ha aparecido el mismísimo Augusto Monterroso, paseando un dinosaurio por Sevilla, concentrado en que no se espantara con el fragor de las cornetas y tambores.

Sabe que es el momento de devolver el costal, el hueco prestado en la trabajadera. Que él solo era, efectivamente, un interino. Así que enciende el ordenador e intenta esbozar un último microrrelato de despedida:

“Cuando se disipó el humo del incienso, el paso ya no estaba allí”.

No, demasiado obvio.

¿Y este?

“Muchos años después, frente al atril del Maestranza, había de recordar aquella madrugada remota en que su padre lo llevó a ver por primera vez la Macarena.”

No, demasiado literario.

El cursor parpadea, inmisericorde, en una pantalla blanca como la túnica de un niño que contara los días eternos para la próxima Semana Santa.

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