La Bocamanga

El nazareno

La unidad de medida de la Semana Santa es el nazareno. Somos informados de la cantidad de nazarenos de cada cofradía en los programas de mano y el Consejo los recuenta al paso por La Campana. La uniformidad del nazareno revela a qué hermandad pertenece para igualar a todos en una túnica cuyo antifaz además garantiza el anonimato. Actualmente viven muchas cofradías preocupadas por el incremento del número de nazarenos de sus cortejos que hace de su paso por la carrera oficial más una manifestación que un cortejo de acompañamiento. Números, números, números... hasta reducir al nazareno a sólo eso, una unidad de medida.

En la misma medida que crece el número hemos visto mermar la calidad del nazareno, desde su forma de vestir al comportamiento en el cortejo. La compostura se descompone a medida que crece el dichoso número y el nazareno deja de ser el piadoso ejemplo que debe ser en esa batalla que el folclórico populismo le está ganando al penitencial carácter de la cofradía. Es necesaria una reflexión al respecto y un compromiso mayor de las hermandades. La formación como uno de los tres pilares en que se sustentan las mismas debe empezar por un examen de conciencia acerca de la ejemplaridad que debe mostrar el culto público y la necesidad de que ese concepto esté claro en quienes van a sacar sus papeletas de sitio para acompañar a los sagrados titulares de la cofradía en su estación de penitencia a la Catedral. La fe sevillana no debe renunciar a su carácter popular como expresión que es de sí misma, pero tampoco debe desvirtuarse vaciándose de contenido renunciando a lo esencial.

Salir de nazareno no es sólo vestir una túnica, requiere una actitud acorde a la finalidad que lo motiva y es por eso que debemos cuidar que los nazarenos no sean más que meros figurantes sino parte indispensable y principal de las procesiones. Las hermandades deben pensar en ellos de la misma forma que en el lucimiento de los pasos porque nada son las hermandades sin sus hermanos y son ellos los que con sus túnicas dotan al cortejo del más vivo ejemplo de ser seguidores de Cristo, Jesús Nazareno.

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