
Ignacio Valduérteles
Mater Dolorosa
La biografía de una persona no la compone una relación cronológica de sucesos y datos, porque todos esos datos y sucesos corresponden a una misma persona, que va dando unidad a esa biografía que el protagonista ha ido conformando con sus decisiones libres. Ese es el caso de la de Tomás Moro:
El protagonista de nuestra historia estudió Derecho y comenzó a trabajar ejerciendo la abogacía en Londres. Desarrolló una brillante carrera profesional: profesor universitario, administrador de la Universidad de Oxford y la de Cambridge. Tras una breve pero intensa carrera política es nombrado por Enrique VIII Lord Canciller de Inglaterra, lo que hoy sería algo así como Primer Ministro.
Persona muy conocida por sus méritos intelectuales y por la modernidad de muchos de sus planteamientos, tuvo una gran presencia social, que le llevó a relacionarse con los pensadores de la época, como Erasmo de Rotterdam.
En 1535 Enrique VIII solicita del Papa la declaración de nulidad de su matrimonio para casarse con Ana Bolena. Al no concedérsela el monarca rechaza la autoridad del Papa y se proclama cabeza de la Iglesia en Inglaterra. Todos los súbditos está obligados a firmar y acatar ese documento. Tomás Moro se niega, al entrar en contradicción con sus principios morales. Es encarcelado en la Torre de Londres y el 6 de Julio decapitado; sus últimas palabras fueron: "Muero buen servidor del Rey, pero antes de Dios".
Sus dotes intelectuales y su finura espiritual se ponen de manifiesto en su obra escrita. De su abundante producción quizá la obra más conocida es Utopía, aunque Diálogo de la Fortaleza contra la Tribulación, escrita mientras estaba preso en la Torre de Londres esperando su ejecución, es para muchos su mejor obra, El libro describe la lucha interior por elegir lo correcto, con independencia de la consecuencias que se deriven de esa elección.
En su encierro recibió todo tipo de presiones y consejos, la mayoría bien intencionados, para que depusiera su actitud. Amigos, enviados del Rey, incluso su propia familia, excepto su hija Margaret, le animaban a que cediera y acatara el Acta. El se negó, aún sabiendo que esa coherencia en la defensa de sus principios le llevaba a la muerte, que asume serenamente.
Al canonizarlo San Juan Pablo II comentaba que en él destaca "la convergencia de la responsabilidad pública y la coherencia moral; la armonía entre lo sobrenatural y lo humano; la unidad de vida sin residuos". Preciosa recomendación para una Junta de Gobierno dispuesta a sacar hacia adelante su hermandad, con tanta suavidad en las formas como firmeza en las decisiones
Las hermandades tienen una tradición, en ocasiones de siglos, a la que no solamente no se puede renunciar o ignorar, sino en la que hay que profundizar. Sólo desde un profundo conocimiento de la historia de las hermandades, y del contexto social en el que se han ido desenvolviendo, se puede abordar el estudio del papel que han de desempeñar en la sociedad actual. Empeñarse en defender lo de siempre a cualquier precio puede ser tan peligroso como emprender nuevos caminos en el vacío, sin soportes, sólo por el prurito de hacer cosas nuevas.
Cuando en el cénit de su vida profesional, Tomás Moro hubo de elegir entre ceder ante un poder despótico que no respetaba los derechos de la conciencia o ser fiel a la misma, decidió ser coherente y tomar esta segunda opción.
Hoy también se necesitan cristianos coherentes y bien formados en todos los ámbitos, pero muy especialmente en las juntas de gobierno de las hermandades. Desde luego que mantener esa coherencia no es tarea fácil en ocasiones, aunque ahora no se corra el peligro de ser decapitado, pero sí criticado o cancelado al no ajustarse a los estándares que la corrección cofrade exige. Hay hermandades en las que ese poder lo conforman un pequeño grupo de hermanos, que nadie identifica pero todos conocen, que pretende influir en las decisiones de gobierno, o torpedearlas cuando no coinciden con sus criterios.
Pues adelante, siempre de frente, sin renunciar a las propias convicciones, pero sin dramatismo, aprendiendo a no tomarse muy en serio a uno mismo, a no apegarse al cargo. Impregnados de buen humor, con alegría, una alegría que hunde sus raíces en la filiación divina y en el consecuente abandono en las manos de Dios. Esta actitud la resumía en una de sus “bienaventuranzas” Santo Tomás Moro:
-Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse.
También te puede interesar