Que la Campana salve al Vigil de Quiñones

Calle Rioja

El nieto del médico del sitio de Baler y el bisnieto del fundador de la confitería cruzan sus historias de Filipinas

Borja Hernández, izquierda, y José Ignacio Bidón, junto a la confitería La Campana (fundada en 1885). / José Ángel García

Borja Hernández Medina abre las páginas de un tesoro. Albaranes y facturas de la Campana. Es bisnieto de su fundador, Antonio Hernández Merino. “Por cosario”, se lee un encargo de esta casa especializada en “cajas para bodas y bautizos”. La fecha de la factura es de 12 de abril de 1899. La dirección entonces era Sierpes, 67. (En la actualidad es Sierpes, 1). A la fecha de esa factura, la confitería llevaba ya catorce años abierta y faltaban dos meses para que finalizara la pesadilla de medio centenar de españoles que vivían el sitio de Baler (1 de julio 1898-2 de junio de 1899). La historia los conoce como los últimos de Filipinas.

En estas dos historias hay un curioso paisanaje. Dos viajes de ida y vuelta entre España y Filipinas. Secuelas sentimentales y comerciales de aquel galeón de Manila que con destino Acapulco y escala en Sevilla estuvo funcionando entre 1565 y 1815. Siete décadas después abre la confitería de La Campana en la que Diario de Sevilla ha reunido a estos dos sevillanos.

José Ignacio Bidón Vigil de Quiñones, abogado, es cónsul de Filipinas en Andalucía, Extremadura, Ceuta y Melilla, y nieto de Rogelio Vigil de Quiñones (1862-1934), que vivió como médico el sitio de Baler, y que daba nombre al hospital militar reabierto y sometido ahora a un controvertido referéndum. A Bidón le gustaría que el hospital corriera la misma suerte que la confitería La Campana, que ha mantenido intacto su nombre durante casi 140 años. Desde que con un contrato de alquiler la abrió Antonio Hernández Merino, casado con Margarita Nalda Gil, nacida en Filipinas, hija de un médico militar destinado en el archipiélago. Borja, su bisnieto, lleva ahora las riendas con su primo José Antonio y ya hay una quinta generación a la espera, sus hijas Blanca y María. En el inicial contrato de alquiler de 6 de noviembre de 1885, el anterior propietario, Federico de Soto y Velasco, se reservaba dos balcones para ver las procesiones de Semana Santa.

“No le pusieron el nombre por militar, sino por médico, descubrió la vacuna contra la fiebre amarilla”

José Ignacio Bidón ha viajado en once ocasiones a las Filipinas. Es el sexto de los siete hijos de Purificación Vigil de Quiñones, la pequeña de la prole de un médico que sobrevivió al sitio de Baler y al desastre de Annual. “No le pusieron su nombre al hospital por ser militar, sino por médico. Fue el descubridor de la vacuna contra la fiebre amarilla, una epidemia del siglo XIX. No es justo que en estos tiempos de pandemia del siglo XXI tiren su memoria a la papelera”. De hecho, el beri-beri causó muchas más bajas entre los sitiados de Baler (16 fallecidos) que los dos que murieron en la refriega.

Borja Hernández nunca ha estado en Filipinas. “Me encantaría ir, yo soy marino mercante”. Estudió en la Escuela Náutica cuando estaba en el pabellón de Colombia. “El viaje más bonito lo hice entre Haderslev, en Dinamarca, y El Puerto de Santa María”.

De sus antecedentes filipinos, recuerda “una sombrilla con puño de marfil que debió ser de mi bisabuela”. El apellido Nalda es la impronta filipina de esta estirpe. Apellido que estaba en otro histórico local, Hernal (Hernández Nalda), en Tetuán esquina con Plaza Nueva y en el que debutó Antonio Machín.

El cónsul estima que en sus áreas consulares debe haber en torno a 4.800 ciudadanos filipinos. Son muchos más los que pasan por Gibraltar, la mayoría marineros. “Menos pasaportes, hago de todo”. Como abogado, se encargó del patrimonio de familias relacionadas con los Puros Filipinos, orgullo de la Compañía General de Tabacos, o la Cerveza San Miguel.

En la Campana no tienen Filipinos, una marca de confitería industrial, “cubanitos rellenos de chocolate”. El nieto de Vigil de Quiñones confía en que vuelva la cordura y repongan en el hospital el nombre de quien fue médico de la Beneficiencia, médico rural durante once años en las Alpujarras y ejerció la medicina en tres continentes: Europa, Asia y África. Espera que la Campana, símbolo nominal de la histórica confitería, salve el honor y el nombre de quien salió como un héroe de las Filipinas, así reconocido por el presidente Emilio Aguinaldo.

Sierpes empieza en la Campana con sabores del siglo XIX: en 1885 abrió la confitería y en 1856 la papelería Ferrer. Seis años antes de que naciera el doctor Vigil de Quiñones, tan andalucista como Blas Infante: nació en Marbella, fue médico en Granada, residió en el barrio del Porvenir de Sevilla y murió en Cádiz.

La Campana está frente a la Peña Bética. Estos dos sevillanos unidos por un galeón de Manila tienen vínculos con ese equipo. El abuelo de Borja fue presidente en funciones “cuando el caso Antúnez”. El bisabuelo paterno de Bidón, abuelo materno de Cernuda, estuvo en la directiva heliopolitana. “Cuando iba a Liverpool a por pinturas para la droguería se traía balones”.

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