Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Obituario
Una vida plena a la que sólo le faltó un lustro para alcanzar el siglo. Juan Carretero Luque (1929-2024) murió a los 95 años la víspera del Jueves doblemente festivo en el que Sevilla celebró el Corpus y el día de San Fernando. La procesión con la Custodia de Arfe por las calles de Sevilla y los seises bailando en la Catedral que tantas veces vería en compañía de su cómplice vital, su “otro yo”, como se llama a sí misma en este momento del dolor su esposa, Enriqueta Vila Vilar. Compartieron juntos 75 años de proyectos, desde los veinte años de él, los quince de ella. Dos anhelos que desembocan el 4 de enero de 1963, día del enlace matrimonial en la parroquia de san Bernardo, barriada a la que Enriqueta se fue a vivir con su familia en 1940.
El matrimonio deja, aunque el amor todo lo regala y no se queda con nada, cuatro hijos: Reyes, Juan, Marta y María. El padre ya ha resucitado, como Lázaro, después del funeral celebrado en una de las capillas del tanatorio de la SE-30 en el que Enriqueta estuvo acompañada de sus cuatro hijos y de sus diez nietos. Una semilla fecunda, uno de los cuales leyó una de las lecturas y el salmo responsorial: ‘El Señor es mi pastor, nada me falta’.
Juan nació el año de la Exposición de 1929 y su esposa era concejala del Ayuntamiento de Sevilla en la de 1992. Dos afanes muy diferentes pero complementarios: la investigación y la vida académica en el caso de Enriqueta; la incesante búsqueda de caminos comerciales en el su esposo, que llegó incluso a regentar una administración de lotería. Compartieron la pasión por los veranos y los veraneos de Sanlúcar de Barrameda. Han sido tantos los frutos que en su fuero interno, la partida de esta última nave habrá sido más llevadera. Estuvieron compañeros de Enriqueta en la Academia de Buenas Letras de la que fue directora: Rogelio Reyes, Antonio Narbona, Pablo Emilio Pérez-Mallaína; el primer presidente del Parlamento Andaluz, Antonio Ojeda; el alcalde de Sevilla entre 1991 y 1995, Alejandro Rojas-Marcos y su compañero de grupo y corporación Pablo de los Santos.
Enriqueta nunca ha sido mujer de cuotas. Y su marido, feminista cabal al modo del progreso que no del progresismo, nunca impidió que la estrella de su esposa en todos sus quehaceres lo dejara como consorte, mas consorte enamorado. Juan fue la América de esta americanista, su descubrimiento diario, su conquista perfecta que tiene en su decena de nietos a los mejores cronistas de Indias. También estuvo Antonia Heredia, amiga del matrimonio, histórica dirigente de Archivo Hispalense. Las campanas del Corpus todavía suenan a réquiem y los seises bailan en su honor mientras llega junio y huele a albricias de Bajo de Guía.
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