Sevilla

Pináculos: 37.000 euros la pieza

  • La Puerta del Príncipe estrena uno de los remates artísticos que había perdido por la arenización

Se mueren despacio. De forma imperceptible. Desaparecen en muchos casos y no son ya más que un recuerdo conservado en láminas antiguas o en viejos planos con mil dobleces. El ejército de pináculos de la Catedral sufre bajas continuamente. Hay que restaurarlos o rehacerlos de nuevo, según los casos. Los hay eminentemente decorativos o con la importante función de fijar las cargas de las bóvedas. Cada uno de nueva factura cuesta 37.000 euros a las cuentas de la Catedral. Los hay exentos, adosados a paredes o columnas, formando piñas, etcétera. El Cabildo continúa adelante a pesar de la crisis con su plan de mantenimiento de los remates artísticos del templo metropolitano, una tarea de nunca acabar, pero que jamás conviene abandonar. Una Catedral gótica difícilmente se concebiría sin los pináculos, de ahí que cada año se reserven partidas específicas para este fin. En muchos casos se construyen de nuevo, como ha ocurrido ahora con el que remata la Puerta del Príncipe (situada frente al Archivo de Indias) y que se aprecia junto a estas líneas con todo lujo de detalles. Para estas obras de nueva factura no se emplea ya la piedra original del Puerto de Santa María, sino la procedente de canteras de Murcia y Albacete, de gran calidad y que augura larga vida a los de nueva construcción.

Una catedral como la de Sevilla cuenta con más de 200 pináculos de distintas tipologías. Muchos de ellos sufren la misma patología: la arenización. Prácticamente ninguno se libra de ella. Este mal hace peligrar la correcta conservación de estas piezas. La arenización se ceba con estos remates porque se trata de piezas con mucho volumen y escasa superficie. Estas dos características los hacen mucho más vulnerables. Muy al contrario, por ejemplo, de lo que ocurre con las paredes del templo, que presentan un volumen perfecto y son lisas. La gran diferencia entre el volumen y la superficie de los pináculos es la causa de una muerte lenta. Por sus características y ubicación pueden ser muy probablemente los elementos arquitectónicos sometidos a un mayor desgaste de todo el templo. La Catedral presenta tantos frentes a la hora de velar por su mantenimiento que resulta imposible centrar el esfuerzo financiero exclusivamente en unos pináculos que en no pocos casos llevan en mal estado desde el siglo XVIII. Pero hay casos alarmantes que obligan a medidas de protección, o zonas que por su privilegiada ubicación deben ser rematadas antes que otras.

La gran montaña hueca que es la Catedral de Sevilla requiere de una atención continua. Cuando no han sido las fachadas ennegrecidas por la polución del tráfico rodado, son las grietas de los pilares, la tracería de las vidrieras hecha polvo, las goteras o los pináculos. Al igual que con los remates, el Cabildo procura restaurar al menos una vidriera al año. Ante la imposibilidad de un plan integral de restauración del templo, la clave está en no desatender ningún frente, aunque en algunos ejercicios económicos las partidas se reduzcan porque aparezcan nuevos problemas que atender con urgencia, caso de los desprendimientos de la Puerta de la Concepción hace unos años.

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