El cine sonoro lo recibimos por él
lo que el tiempo se llevó
En este cine de la calle Sierpes hizo su debut la Orquesta Bética de Cámara que fundase Manuel de Falla, en él se proyectó 'Sombras blancas', la primera película de cine sonoro que se vio en Sevilla y el Martes Santo de 1982, con 'La escopeta nacional' en cartel, echó el cierre definitivo
Cerramos el apartado de cines que el tiempo se llevó con el Lloréns. Si su vecino el Palacio Central fue el primer cine refrigerado de Sevilla, al Lloréns le cupo el honor de ser el pionero del cine sonoro en ésta nuestra ciudad. Ocurrió dicho suceso el 9 de enero de 1930 con la proyección de Sombras blancas, una producción de la Metro Goldwyn Mayer protagonizada por Raquel Torres y Montes Bleu. Fue eso un acontecimiento extraordinariamente destacado por la prensa de la época.
La historia del cine Lloréns arranca en 1913. Por encargo de Vicente Lloréns, propietario del edificio en la calle Sierpes, el arquitecto José Espiau y Muñoz es quien remodela lo construido para proyectar un teatro que será fiel al estilo de moda, el Regionalista. La obra tarda en realizarse dos años y detrás de un sobrio aspecto externo, el interior es un neomudéjar de riqueza exuberante tanto en vestíbulos como en la sala. Columnas, azulejos, palcos de hierro forjado, lujosas butacas de cuero y madera, plateas con sillas y un escenario que lo mismo podía servir para cine que para teatro.
En aquel tiempo, Vicente Lloréns dirigía cuatro salas en el centro de Sevilla. Entre 1918 y 1930 llevó el Lloréns, el Imperial, que estaba también en Sierpes en la cera de los impares, el teatro San Fernando y el todavía vigente en la calle Amor de Dios Cervantes. Hasta ese año 30, que el cine fuese no sólo en blanco y negro sino mudo hacía que los gustos del público se definiesen más por el teatro, de ahí la trascendencia que tuvo la aparición del cine sonoro en enero de ese año y en el Lloréns. Puede añadirse que en ese tiempo surgió otro fenómeno en la comunicación que sí competía con cine y teatro, la radio.
Compaginando cine y teatro, el suntuoso Lloréns también tuvo incidencia importantísima en la vida cultural de la ciudad. Ni más ni menos que en su sala vio la luz en 1924 la Orquesta Bética de Cámara. En el año 1924, Manuel de Falla diseñó la orquesta con una formación clásica, imponiendo a la cuerda una gran responsabilidad. Puso al frente al joven Ernesto Halffter, su discípulo predilecto, con el que la orquesta consiguió un renombre nacional. Bueno, pues el debut de dicha formación musical fue en el Lloréns seis años antes de que el cine fuese acompañado del sonido.
La historia del Lloréns registra un brillante capítulo de estrenos y así podemos ver cómo en las Navidades de 1931 se proyecta la película Hay que casar al príncipe, una opereta protagonizada por el popularísimo José Mojica y la actriz Conchita Montenegro. Son los años de la República y se suceden las películas del Este de Europa. A orillas del mar o Don Juan diplomático hacen el furor del público, lo que sube de nivel con la presencia de Harold Lloyd en La garra del gato cuando ya es primavera de 1935.
Tras la guerra abundan los noticiarios de propaganda nacional-socialista que se encarga de difundir la UFA. Abundan producciones alemanas como La novia eterna hasta que llega la profusión de películas patrióticas como Los últimos de Filipinas, con Armando Calvo y José Nieto. Estamos en marzo del 46 y esa cinta es declarada de interés nacional. En los cincuenta llega el boom de Jorge Negrete, que colma el cine con No basta ser charro junto al Trío Calaveras.
Y todo va viento en popa hasta que deja de ir. Languidece la asistencia de público y el 6 de abril de 1982, Martes Santo, se proyecta cine por última vez en el Lloréns. Después del éxito de Función de noche, de Lola Herrera y Daniel Dicenta, se programa la gran obra de Berlanga La escopeta nacional. Está casi todo marzo en pantalla, pero el 6 de abril se cierra para siempre un cine que luego fue salón de juegos y que hoy está sin uso alguno. Una joya en desuso, una más.
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