La Feria que hemos vuelto a vivir un mayo del 68

Memoria. El 7 de mayo de 1968, los estudiantes se manifestaban en los Campos Elíseos, el cronista cumplía once años. Seis después, el regalo de un libro de Cernuda fue una premonición

Una flamenca a la grupa. / josé angel garcía

El 7 de mayo de 1968, la manifestación de los estudiantes franceses llegó hasta los Campos Elíseos. Un día antes, los llamados Ocho de Nanterre, entre los que figuraba Daniel Cohn-Bendit (Dany el Rojo), acudieron a declarar ante el Comité de Disciplina de la Universidad de la Sorbona. El 7 de mayo de 1968 yo cumplía once años. Hoy cumplo 68 y soy mayo francés rebujado con abril sevillano. Guardo un recuerdo vago de los sucesos. Algo se comentaba en la Residencia de Empleados a la que íbamos a comer con mi padre mientras mi madre, la que me dio la vida capicúa el 7 del 5 del 57, permanecía ingresada en un hospital. Todavía no había pasado del colegio, las clases de don Pascual, al instituto; del Poblado al Pueblo. Estábamos a punto de mudarnos de casa, pero sin movernos de las 309, barriada conocida por el número de viviendas construidas por la Empresa Calvo Sotelo de Puertollano para sus trabajadores. Estábamos muy familiarizados con el mayo francés, porque era el idioma que se estudiaba en detrimento del inglés, al que Franco le daba un trato similar al que la Generalitat le brinda al castellano. Está todo inventado.

La Feria de Sevilla de ese año fue del 23 al 28 de abril. Anunciada con un cartel de Manuel Flores titulado ‘Flor Morena’. En mi pueblo teníamos dos Ferias, una en mayo y otra en septiembre, como los exámenes. Ante las algaradas estudiantiles a las que se sumaron los obreros, Charles de Gaulle convocó elecciones anticipadas para la última semana de junio 1968. La que aprovechó Franco para su última visita oficial a Sevilla los días 22, 23 y 24 de junio de ese año. Se trajo a todos los ministros para inaugurar un hospital, una autopista y el puente que recibió el nombre del Generalísimo y que ahora con el nombre de puente de los Remedios cruzan a diario miles de personas para dirigirse al real de la Feria. La de aquel año recibió la primera visita oficial de los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía, que fueron agasajados en la Caseta Municipal por el alcalde, Félix Moreno de la Cova, ganadero de reses bravas y antiguo combatiente de la guerra civil que hermanó a Sevilla con Kansas City. El 30 de enero de ese año nacía el hijo de los Príncipes, el actual rey Felipe VI. Además del puente que inauguró Franco dos meses después de la Feria, ésta homenajeó en su portada al puente de Triana, llamado de Isabel II.

El año del mayo francés que cumplí once años la Feria todavía se celebraba en el Prado de San Sebastián. Faltaban cinco años para que el alcalde Juan Fernández Rodríguez García del Busto la trasladara junto al barrio de Los Remedios, destino también de la Tabacalera y la hermandad de las Cigarreras después de la rehabilitación por Balbontín y Delgado-Roig de la antigua Fábrica de Tabacos como nueva sede de la Universidad de Sevilla. Los Remedios no tenía Feria todavía, pero celebró por todo lo alto el Premio Planeta que ganó ese año uno de sus vecinos, el periodista Manuel Ferrand, con la novela ‘Con la noche a cuestas’. El japonés Kawabata ganó el Nobel de Literatura y Massiel el festival de Eurovisión en Londres. Betis y Sevilla se pusieron de acuerdo para bajar a Segunda División. Fue el único año que el equipo de mi pueblo, el Calvo Sotelo de Puertollano, jugó la promoción de ascenso a Primera. Al perderla contra el Córdoba, pudimos ver a los dos equipos de Sevilla como visitantes a un estadio de mullido césped donde se izaban junto al marcador las banderas de todos los equipos ordenados por su lugar en la tabla clasificatoria.

Curro Romero se encerró con seis toros en la Maestranza después de una Feria taurina en la que coincidieron en los carteles Antonio Ordóñez y su yerno Francisco Rivera Paquirri. La temporada, como es habitual, empezó el Domingo de Resurrección, recta final de una Semana Santa que anunció en su pregón Juan Delgado Alba, un cofrade que fue hermano mayor de las Aguas y del Silencio.

Soy el mayor de cinco hermanos y el único de los cinco que nació en una capital de provincia, Ciudad Real. Juan y Blas nacieron en Puentes de García Rodríguez (Coruña); Quique y Mario, en Puertollano. En el mayo francés, el abril sevillano era todavía una lejana quimera. El instituto Fray Andrés estaba muy cerca del recinto ferial. Pasados los años, el 7 de mayo de 1976, en segundo de carrera, me regalé por mi cumpleaños dos libros, ‘Recuento’, de Luis Goytisolo, que tengo dedicado por su autor, y ‘La realidad y el deseo’, de Luis Cernuda, edición de Fondo de Cultura Económica de México (que en 1968 acogió los Juegos Olímpicos después de la matanza de la plaza de las Tres Culturas). El país donde el poeta de la calle Acetres muere exiliado cinco años antes del mayo francés y diez antes del traslado de la Feria del Prado a los Remedios. ‘La realidad y el deseo’ es como una metáfora de mi destino. Tres días antes de que cumpliera los 19 años, salió a la calle el primer ejemplar de El País. El mismo año que nace Diario 16. Uno con Areilza en la portada. El otro, con Blanca Estrada caracterizada como Mariana Pineda. Fue un libro premonitorio. Antes de que el periodista y sacerdote Manuel de Unciti sugiriera mi nombre para que viniera a hacer prácticas a El Correo de Andalucía el verano de 1977 (el de la Copa del Rey del Betis y el Nobel de Vicente Aleixandre), yo soñé con que terminaría en Sevilla y además tuve la temeridad de compartir ese pálpito onírico con mis amigos más próximos. No hay alta velocidad que supere el alcance de los sueños. En tren se tardaba trece horas entonces desde mi pueblo a Sevilla. Más que a Kansas City.

El deseo se hizo realidad. Gané la ciudad que perdió el poeta que me la preludió, del que siempre tengo ‘Ocnos’ en mi mesita de noche como un ansiolítico de belleza y proporciones. De Gaulle convocó elecciones anticipadas. En los carteles, como en una terna taurina, figuraban Pompidou, que entonces era presidente del Gobierno galo, Giscard d’Estaing y François Mitterrand. En su visita a Sevilla, Franco clausuró el VII Congreso Eucarístico celebrado en la Plaza de España y el cardenal Bueno Monreal bendijo cerca del campo del Betis los 13 primeros kilómetros de la autopista Sevilla-Cádiz. El ministro Fraga Iribarne inauguró las reformas del hotel Inglaterra. Un mes antes, en mayo del 68, el Teatro Tabanque que dirigía Joaquín Arbide representaba en el Lope de Vega obras de Pirandello, Chejov y Bertolt Brecht.

Aquellos dos meses de prácticas se han convertido en casi medio siglo de relación con una ciudad. Mi amiga Susi, psicóloga, me enseñó a bailar sevillanas. Nunca he probado el rebujito. La manzanilla, sólo en Feria, como el baloncesto, que sólo lo veía cuando se celebraba el trofeo de Navidad del Real Madrid. Mi primer periódico, El Correo de Andalucía, lo dirigía José María Requena, uno de los tres periodistas que se sepa que han dirigido diarios y han ganado el Nadal de novela. Los otros dos son Miguel Delibes en El Norte de Castilla y Álvaro Cunqueiro en El Faro de Vigo. Delibes tiene un hijo en Sevilla que dirigió la Estación Biológica de Doñana y Cunqueiro no tiene biólogos, pero tiene dos biógrafos en la ciudad, Manuel Gregorio González y Antonio Rivero Taravillo. Antes de llegar a Sevilla, la primera vez que apareció mi nombre en letra impresa fue en el Lanza, periódico de Ciudad Real que dirigía Carlos María San Martín (Casama) y que debe su nombre a una frase del Quijote: “Nunca la lanza embotó la pluma”. El primer partidario del desarme. El soldado de Lepanto que llamó Giganta a la Giralda, el alminar almohade que es portada de Feria los 365 días del año.

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