El hombre que globalizó una familia

Murió Eduardo Osborne Ysasi, tercera generación de cerveceros · Creador de la Fundación Cruzcampo, comisario del pabellón de la Expo, fue clave en el tránsito de la empresa familiar al modelo internacional

Eduardo Osborne, en una imagen de archivo en la antigua fábrica que convirtió en Fundación Cruzcampo.
Francisco Correal

26 de mayo 2009 - 05:03

Los países los hacen los hombres y no al revés. Ayer, familiares, amigos y cientos de trabajadores que supieron de su buen hacer le dieron el último adiós en la iglesia de Santa Cruz a Eduardo Osborne Ysasi, que lo ha sido todo en Cruzcampo y que justo en puertas del centenario de la fábrica fundada por su abuelo Roberto se vio atrapado por un ictus cerebral del que finalmente se ha visto liberado.

Eduardo Osborne Ysasi era el mayor de los varones de Eduardo Osborne Vázquez y Paz Ysasi, jerezana. Antes lo habían precedido Paz, Margara (ya fallecida), Tola y María. Eduardo nació en 1938. Un año después llegó Enrique. "Éramos correlativos, los dos más cerveceros de la familia. Lo tuve de jefe y éramos muy amigos. El mejor recuerdo que puedo tener de él es recordarlo como un tío que era coherente con lo que pensaba".

Estuvo en todos los frentes de la compañía en una labor fundamental, como la recuerda Julio Cuesta: "Fue un enlace clave entre la empresa familiar y la internacional". Eduardo Osborne representaba la tercera generación de una aventura que inician los hermanos Tomás y Roberto Osborne, los pioneros. "Roberto, que era nuestro abuelo, más que Tomás", admite Enrique. "Era un reto complicado porque Sevilla era una ciudad del mosto y del vino en la que la cerveza no gustaba". Por eso Tomás se desentiende "y se vuelve corriendo a El Puerto". Roberto mantiene el testigo, pero tiene que buscarse alianzas económicas, nuevos socios. A partir de 1937 se convierte en sociedad anónima. "Roberto Osborne vino a Sevilla porque comprobó que sus aguas eran muy parecidas a las de Pilsen, capital checa y cuna de una de las cervezas señeras en Europa", dice José Álvarez Marcos, que dirigió la revista Blanco y Oro que editaba la Fundación Cruzcampo que puso en marcha Eduardo Osborne.

El apellido Osborne siguió al frente de la compañía cervecera. Los tres hijos del fundador asumieron el mando en orden inverso a su edad: José María, Felipe y Eduardo, padre del empresario fallecido. José María tuvo un mandato breve: aficionado a la aviación, murió en la Guerra Civil y su sobrino Enrique envía trimestralmente una carta al alcalde pidiéndole motivos razonables por los que han decidido quitarle la calle rotulada con su nombre. A su muerte le sucedió Felipe Osborne y a éste le cogió el relevo Eduardo Osborne Vázquez.

Eduardo Osborne Ysasi se integra en Cruzcampo cuando la presidencia la ostenta Ignacio Ybarra, esposo de Fernanda Osborne, única hija de su tío Felipe. Eduardo estudió Económicas en Deusto y emprendió importantes tareas en la modernización de la compañía, especialmente en preparar el tránsito de una empresa local, familiar a un nuevo modelo internacional. "En una gran compañía, se corría el riesgo de despersonalizarla", dice Julio Cuesta, pero en el mundo de la cerveza Heineken sigue siendo sinónimo de Cruzcampo.

Fue comisario del pabellón de la Cruzcampo, obra del arquitecto Miguel Oriol, uno de los más visitados de la Expo 92. Fruto de una de las visitas, envió a la Zarzuela una caja de cervezas sin alcohol para el rey Juan Carlos. Fue director de asuntos corporativos de Cruzcampo para que la ampliación de la sociedad no mermara los principios que la vieron nacer en 1904.

Deja dos hijos y tres nietos. Y una viuda, Amparo Bores, que revolucionó la vida cultural del barrio de Santa Cruz. Su casa era centro de tertulias culturales en la que siempre había bizcochos de la anfitriona. Una de las habituales era la duquesa de Alba, que siempre ha presumido de que en Madrid sólo frecuentaba establecimientos que sirvieran cerveza Cruzcampo, motivo por el que Eduardo Osborne ordenó instalarle sendos barriles de cerveza en Dueñas y en Liria.

Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, atendía los fines culturales con el mismo empeño con el que su hermano Enrique se dedicaba a los de ámbito social. Una perfecta división de funciones materializada en la multiplicación de tareas. Eduardo hizo suyo el principio fundacional de su abuelo Roberto en la constitución de la sociedad anónima, que en su artículo segundo consideraba fundamental "la atención personal y económica a los obreros de la empresa". Muchos de ellos, miembros de la asociación de jubilados Gambrinus, le dieron ayer el último adiós.

5 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último