Ya huele a Feria en la Encarnación
Calle Rioja
Signos de los tiempos. Las máquinas de Derribos Pavón en el mercado ya demolido y en las oficinas la ventanilla para ponerse al día en el pago de las casetas
JOAQUÍN Romero Murube lo bautizó como "el verdugo de Sevilla". Allí está su impronta. Derribos Pavón. Es la contraseña de las máquinas que operan en el solar de lo que fue mercado de la Encarnación. Provisional desde 1973 hasta 2010, desde el asesinato de Carrero hasta el gol de Iniesta. Donde habita el olvido fue santuario de víveres. Solar desnudo entre los bares La Centuria y Alcázares. El año que se abrió el mercado, 1973, fue cuando la Feria se trasladó desde el Prado, quizás temeroso el alcalde de entonces de que allí llevaran la Ciudad de la Justicia, hasta Los Remedios. La Encarnación es una gigantesca caseta de Feria. No es que las setas del bávaro, la invasión de los bávaros diríamos con el argot de José Luis Alonso de Santos, las setas de Jürgen Mayer sean una gigantesca pañoleta. En esta plaza, junto a Puente y Pellón, están las oficinas de la Hacienda Municipal. Donde tuvo su último despacho el bueno de Alberto Jiménez-Becerril.
"Feria 2012. Tercera planta", se lee en un cartel. Un policía procede al registro de materiales metálicos. Un hombre se excusa. "Es que llevo un marcapasos". Aunque la Feria de Abril la crearon un vasco y un catalán, desde el punto de vista pecuniario no pierde su condición de patrimonio local. Se deja bien claro en la forma de pago. "Sólo podrá hacerse efectivo en entidades bancarias, cajas de ahorros y cajas rurales radicadas en Sevilla". En la segunda planta, entre legajos del IBI y otros capítulos fiscales, aparece un cartel de la feria de 2012, esa sevillana inmortalizada por el pintor Félix de Cárdenas.
La Feria empieza el 22 de abril, un mes menos tres días después de las elecciones autonómicas. Ya huele a Feria… electoral. La gente sube por las escaleras mecánicas del Metropol Parasol. Sigue cerrado el hotel Ducal, cuyo propietario, el escritor Íñigo Moreno, se fue unos días de asueto a la Selva Negra. Junto al mercado pasa Enrique Barrero, penúltimo presidente del Ateneo de Sevilla, artífice de los tres volúmenes de la magna obra del Diccionario de Ateneístas. Va al colegio a recoger a sus nietos. Regina conserva su encanto. Por ella viene Manuel Pastor, coleccionista de rarezas locales, vecino en Dueñas de la duquesa de Alba. "Está en Palacio, porque siempre hay paparazzis en la puerta".
El año que el alcalde Juan Fernández cambió la Feria de sitio e inauguró el mercado de la Encarnación, Pastor ya andaba inquieto con las bellas artes. Fue cliente del mercado y es de los pocos sevillanos que conoció su anterior uso. "Donde estaba la plaza de abastos había una posada para cosarios. Cada uno tenía un cuartito. Yo de niño venía muchas veces a ver a mi tío Enrique, que era el cosario de Paradas". Y se remite a las crónicas que hablan de la diligencia de Carmona que entraba hasta las plazas de San Pedro y de la Encarnación. "Se nota hasta en los nombre de la zona: calle Dormitorio, Posada del Lucero". Después a los cosarios se los llevaron a lo que hoy es José Laguillo.
La Feria de abril en febrero con la megacaseta de Metropol Parasol. Casetas del Prado que ya duermen el sueño de los anticuarios, como los puestos del mercado donde ahora trepanan el suelo las máquinas de Enrique Pavón, el señor de los cascotes de la calle Parras. El real de la Feria no está todavía en Los Remedios, un albero de números y de instancias, de certificados y pagarés se extiende por las oficinas de la Encarnación. De la reencarnación, por las nuevas formas que este espacio le ha dado a la ciudad. Las setas, esas medusas de Pantagruel, son el perfecto encuadre fotográfico para coger la cúpula de la iglesia de la Anunciación, donde crían malvas los sevillanos ilustres. Que en el código de la sevillanía son sinónimos. La ciudad donde o más parecido a la eternidad lleva siempre la rúbrica de provisional hasta que aparece el señor de los Derribos. Ese aliado de Kropotkin, el anarquista que consideraba tan creativo destruir como construir. Nada se crea ni se destruye, todo se transforma.
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