El de Los Nietos es el cuarto triple crimen en Sevilla en el siglo XXI

Los precedentes son un ajuste de cuentas en Dos Hermanas, un parricidio en la misma ciudad y la explosión de Las Letanías

Un asesinato que se inclina hacia la cadena perpetua

Guardias civiles, en la escena del crimen de Los Nietos, el pasado 6 de septiembre. / Juan Carlos Vázquez

La muerte en el hospital de Eduardo S. M., el cabrero de Carmona que resultó herido en el tiroteo en la urbanización Los Nietos, convierte este suceso en el cuarto triple crimen cometido en la provincia de Sevilla en lo que va de siglo XXI. En cuanto a número de víctimas mortales, es además el caso más importante de los últimos ocho años, desde el asesinato de otras tres personas en Dos Hermanas en septiembre de 2017. El hecho de que sean tres los muertos jugará un papel decisivo en la resolución judicial del asunto, pues permitirá a las acusaciones y la Fiscalía pedir la prisión permanente revisable para los asesinos. Uno de los requisitos para que se aplique esta pena es precisamente la de que hayan fallecido más de dos personas en el suceso.

Los hechos ocurrieron poco antes de las 16:00 horas del sábado 6 de septiembre. Dos individuos irrumpieron en un bar del centro social de Los Nietos y abrieron fuego con una escopeta. José, el dueño del local, murió en el interior tras recibir un disparo a bocajarro. Marcelo, un cliente habitual y vecino muy querido en la urbanización, fue abatido a la entrada del establecimiento. Según algunos testigos, pudo haber intentado mediar en el conflicto, aunque este extremo no fue confirmado por los investigadores. La tercera víctima, el cabrero, intentó escapar del tiroteo, pero fue alcanzado por uno de los disparos en plena huida. Fue encontrado todavía con vida junto a una calle sin asfaltar, próxima al bar, y evacuado en helicóptero por el 061. Falleció tres semanas después en el hospital, como consecuencia de las heridas sufridas en el tiroteo.

La investigación, dirigida por la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil, permitió detener a los dos sospechosos, de 39 y 27 años, en Sevilla apenas 24 horas después del crimen. Ambos están en prisión provisional, comunicada y sin fianza, y están siendo investigados por tres delitos de homicidio, tras la muerte ahora confirmada del herido. Los sospechosos fueron detenidos en el polígono de San Pablo, donde residían, aunque la familia tiene una casa en Los Nietos y eran conocidos por la mayoría de los vecinos de la zona. La escopeta también fue recuperada en el río Guadalquivir, donde la arrojaron junto a unos matorrales.

En Los Nietos cuentan que el presunto autor material de los disparos tenía problemas con las drogas y había pedido dinero al dueño del bar, con el que habría mantenido una disputa a consecuencia de esto. El sospechoso cumplió las amenazas que había proferido al hostelero y regresó al bar para matarlo aquella tarde funesta, que cambió para siempre la vida en la que era una plácida urbanización de las muchas que hay en el término municipal de Carmona.

El ajuste de cuentas del Pollino

El precedente más próximo de un triple crimen en la provincia de Sevilla es uno de los sucesos más bestiales de la historia reciente, sobre todo porque una de las víctimas era una niña de seis años, Lucía Begines Capitán, y otra la madre de ésta, Sandra Capitán, de 26, que además estaba embarazada. La tercera víctima mortal fue el narcotraficante turco Yilmaz Giraz, de 54 años, marido de la mujer asesinada. Sucedió en septiembre de 2017 en la barriada de Cerro Blanco, en Dos Hermanas. Los tres cuerpos fueron hallados sepultados en una fosa de una casa de la calle del mismo nombre.

Policías, bomberos y forenses en Cerro Blanco, donde mataron a una familia en 2017. / Juan Carlos Muñoz

Por este triple asesinato fueron condenados a cadena perpetua Ricardo García Hernández, alias el Pollino, y su padre, Ricardo García Gutiérrez, conocido como el Cabo. Según relata la sentencia del Tribunal Supremo, "probablemente por razones derivadas del tráfico de drogas", el Pollino, su esposa (que luego fue absuelta) y su padre decidieron secuestrar y acabar con la vida de Yilmaz Giraz.

Para ello encargaron a una mujer, Manuela, que contratara a dos personas, el Tapita y el Quino, quienes redujeron e inmovilizaron al narcotraficante turno en la casa de Cerro Blanco. Luego secuestraron a Sandra Capitán y a su hija en su vivienda de Bellavista. De vuelta en Dos Hermanas, mataron con un revólver a sus tres víctimas y arrojaron sus cadáveres a una fosa séptica que se encontraba en el cuarto de baño.

El triple crimen de Cerro Blanco se cometió el 16 de septiembre de 2017 y los cuerpos fueron encontrados por la Policía a finales de ese mes. La autopsia de la menor confirmó que la pequeña Lucía aún estaba viva cuando fue sepultada.

El parricida de Dos Hermanas

Dos Hermanas también fue escenario de otro asesinato múltiple con tres víctimas mortales, cometido el 28 de febrero de 2013 en una vivienda de la calle San José, en el centro de la ciudad nazarena. Luis Miguel Briz Torrico, un esquizofrénico de 34 años que sufría un brote de su enfermedad tras llevar varios meses sin medicar, acabó a puñaladas con las vidas de sus padres, Donato Briz y Ángela Torrico, y su hermana, Inmaculada. La Audiencia Provincial de Sevilla lo absolvió de tres delitos de asesinato al aplicarle la eximente completa de enajenación mental, pero le impuso como medida de seguridad 25 años de internamiento en un centro psiquiátrico penitenciario.

En el veredicto, el jurado declaró culpable por unanimidad a Luis Miguel Briz de haber causado "intencionadamente" la muerte de su familia y rechazó que lo hiciera en legítima defensa, todo ello al tiempo que le aplicó la eximente completa de enajenación mental, pues dio por probado que en el momento de los hechos tenía anuladas sus facultades intelectivas y volitivas y padecía una esquizofrenia paranoide crónica de carácter irreversible.

Levantamiento de los cadáveres del triple parricio de Dos Hermanas, el 28 de febrero de 2013. / Juan Carlos Muñoz

El jurado consideró probado que los hechos tuvieron lugar "a hora no determinada" del 28 de febrero de 2013, cuando el acusado llegó a su domicilio y cogió un cuchillo de cocina de 19,5 centímetros de longitud y diez centímetros de hoja y "acometió de forma sorpresiva" a su hermana "con ánimo de matarla", propinándole una sola cuchillada que le provocó la muerte.

Seguidamente, los padres salieron del dormitorio de la vivienda y se encontraron con el hijo, quien, con el cuchillo todavía en sus manos, "se abalanzó sobre ellos de forma inesperada y les lanzó varias puñaladas con ánimo de causarles la muerte", de manera que primero atacó a su madre, a la que causó 28 heridas, y posteriormente a su padre, quien sufrió 14 lesiones.

El jurado también consideró probado que, al día siguiente, sobre las 19:55 horas, el acusado se personó en los juzgados de Dos Hermanas "y le dijo al funcionario que había matado a su familia y que los cadáveres se encontraban en su casa". En el juicio, el acusado aseguró que mató a sus tres familiares en defensa propia porque "temía por su vida" después de ver cómo las víctimas se acercaban a él portando un cuchillo y con el objetivo de "matarle". "Si no actúo en defensa propia, el que está muerto hoy soy yo", reiteró una y otra vez. Tras cometer los crímenes, él mismo amortajó los cuerpos con una manta y se fue a un burdel, donde pasó unas horas para luego entregarse en los juzgados.

La bomba de Las Letanías

Hay que remontarse varios años atrás para encontrar un suceso con más de tres muertos en la provincia de Sevilla, que no sea un accidente de tráfico. De estos sí ha habido algunos siniestros con más víctimas mortales. Sin ir más lejos, en febrero de 2024 un camionero arrolló varios vehículos que estaban detenidos en un control de la Guardia Civil en la AP-4 a la altura de Los Palacios. Hubo seis fallecidos, dos de ellos agentes del Grupo de Acción Rápida (GAR) del instituto armado, que habían montado de madrugada un dispositivo contra el narcotráfico.

Pero es más díficil hallar precedentes de acciones intencionadas. Hubo una en la que murieron cuatro personas, si bien uno de los fallecidos era el autor de los hechos. Ocurrió el 14 de agosto de 2003 en la calle Consuelo de los Afligidos, en el barrio sevillano de Las Letanías. En mitad de la madrugada, Matías Martínez, de 72 años, un vecino que había salido recientemente de la cárcel prendió fuego a varias bombonas de butano que había acumulado días atrás en su casa. El incendiario había salido recientemente de la cárcel, donde había cumplido condena por matar a su mujer. Los servicios sociales lo habían realojado en un piso de Las Letanías.

La explosión de Las Letanías, el 14 de agosto de 2004.

Lo que hizo aquel hombre indica hasta dónde puede llegar el ser humano en su maldad. Matías se había preocupado de rociar con gasolina toda la escalera del bloque, y de verter más combustible por debajo de las rendijas de las puertas de sus vecinos, para que el edificio se convirtiera en una bola de fuego. Esa inquina fue la que le salvó la vida a la familia que vivía encima de Matías, un matrimonio con dos niñas de 11 y 8 años. El piso solo tenía un aparato de aire acondicionado en el salón, por lo que las niñas, ante el fuerte calor, habían colocado los colchones en el suelo de esta estancia y dormían allí durante las noches de verano.

Las pequeñas se despertaron cuando notaron los colchones empapados de gasolina y fueron al dormitorio donde estaban sus padres para contarles lo que pasaba. En ese momento se produjo la explosión. La vivienda voló. Todo quedó destrozado. Todo salvo una habitación: el dormitorio en el que estaban los cuatro, que milagrosamente salieron ilesos. Al pirómano le molestaban especialmente los juegos de los niños del bloque.

Ángel, el padre de las niñas era el presidente de la comunidad y se convertiría después en el rostro de los afectados, se movería de manera incansable para conseguir primero un realojo en una vivienda digna, y después la construcción de un nuevo bloque. Las intensas gestiones de aquellos días hicieron que perdiera su trabajo en un almacén de alimentación. Al día siguiente de la explosión representó a los vecinos en la procesión de la Virgen de los Reyes, patrona de la Archidiócesis, junto al cardenal Carlos Amigo Vallejo, recientemente fallecido. Se vivieron momentos muy emotivos aquella mañana en la Catedral.

En la explosión de Las Letanías murieron cuatro personas, entre ellas el incendiario, cuyo cuerpo fue encontrado en el portal sin el brazo derecho. Literalmente le había volado cuando encendió el mechero. "Si no muere, de aquí no habría salido vivo", decían algunos de los residentes en el barrio, todavía indignados, la mañana de la explosión. El mismo día 14 de agosto se hallaron entre los escombros los cuerpos sin vida de Miguel Vizarraga y María del Valle Trigueros, ambos de 57 años. Era el matrimonio que vivía en el piso ubicado justo debajo de la del incendiario. Miguel acababa de salir del hospital tras haber pasado un periodo ingresado por un infarto. Las personas que sobrevivieron estaban convencidas de que Matías, en su retorcido pensamiento, esperó a que le dieran el alta médica a su vecino del bajo para reventar el bloque. Hasta que no lo escuchó de nuevo en casa, no llevó a cabo su diabólico plan.

Unos días después de la deflagración murió en el hospital otra vecina, Salud Herrera Vargas, a quien todos conocían como Chica, que ingresó con el 90% de su cuerpo quemado. Otras 32 personas resultaron heridas de diversa consideración y 80 tuvieron que ser desalojadas de sus casas. Otros saltaron desde una altura considerable para ponerse a salvo. Fue una noche de locura en el Polígono Sur, adonde no paraban de llegar ambulancias, camiones de bomberos y coches de la Policía.

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