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Operación rescate en Afganistán

"Alfonso, prepárate que te necesitamos en Kabul"

El coronel Alfonso Álvarez Planelles, con Benito Mateos Nevado y Francisco Trujillo Berraquero.

El coronel Alfonso Álvarez Planelles, con Benito Mateos Nevado y Francisco Trujillo Berraquero. / Antonio Pizarro

15 de agosto de 2021. Es domingo. El coronel Alfonso Álvarez Planelles pasa sus vacaciones en Alicante, en la playa. Con los pies metidos en la arena, recibe una llamada de su jefe en el Mando de Operaciones. "Alfonso, prepárate que te necesitamos en Kabul". El coronel pregunta cuándo. "Mañana te presentas en Madrid a recibir órdenes". Tres meses antes, en mayo, Álvarez Planelles había mandado el repliegue del último destacamento del Ejército español en Afganistán. Tocaba "cambiar el chip de vacaciones a operaciones, recoger, preparar la maleta, salir para Madrid, recibir órdenes del Mando de Operaciones, PCR de rigor en la época y un chófer que le lleva por la A-2 a la base aérea de Zaragoza".

El coronel que dirigió la operación de rescate de Kabul contó detalles de esta misión el pasado lunes en Sevilla, en una conferencia impartida en el Círculo de Labradores de la capital andaluza y organizada por la Fundación Lecumberri Benítez Benavides. En el acto también participó Sliman Shan Mohammadzai Karwan, traductor afgano que trabajó para las tropas españolas durante años y cuya familia fue una de las evacuadas en la operación de rescate. Karwan reside en Sevilla desde hace casi una década, pero su familia seguía allí. Su padre es un general del Ejército afgano y se enfrentó a los talibanes.

Karwan, ex traductor afgano del Ejército español, refugiado en Sevilla. Karwan, ex traductor afgano del Ejército español, refugiado en Sevilla.

Karwan, ex traductor afgano del Ejército español, refugiado en Sevilla. / Antonio Pizarro

Aquel domingo, el Gobierno afgano colapsó con la huida del presidente Ghani y la toma del control por parte de la milicia talibán, que entró en Kabul sin apenas pegar un tiro. EEUU había frenado las evacuaciones hasta que se pudiera garantizar la seguridad del aeropuerto. Las órdenes que tenía Planelles eran "sacar del país a 400 colaboradores que habían trabajado para España, y a los diplomáticos y trabajadores de la Embajada". Con los talibanes al frente de todas las fronteras terrestres, y éstas cerradas para los afganos, el aeropuerto era la única entrada y salida que no controlaba la insurgencia.

"Los primeros muertos tras el regreso de los talibanes a Kabul no se produjeron en la línea del frente, sino en el aeropuerto. El principal aeródromo de Afganistán, mitad civil, mitad militar, se había convertido en el símbolo de la caótica caída del régimen afgano. Las imágenes difundidas de afganos cayendo de aviones militares estadounidenses en pleno despegue pasarían a la historia", expuso el coronel, que hizo una descripción impresionante de la situación.

El coronel Álvarez Planelles, el pasado lunes en Sevilla. El coronel Álvarez Planelles, el pasado lunes en Sevilla.

El coronel Álvarez Planelles, el pasado lunes en Sevilla. / Antonio Pizarro

"A los colaboradores afganos se les había comunicado por correo electrónico o mensajería que acudieran a una puerta determinada del aeropuerto de Kabul, pero encontraron que allí había demasiado tumulto: había muchísima gente y soldados lanzando al aire disparos de advertencia. Las carreteras estaban atascadas y sus colaboradores, algunos desde el lejano Herat, habían venido a pie. El gentío era enorme, más de 10.000 personas empujándose y tratando de abrirse camino. La multitud se apelotonaba en las puertas, hacía un calor insoportable. Delante de la puerta norte había una enorme aglomeración. La gente aguantaba el calor, sin comer y en medio de la multitud, heridos, gente pisoteada y personas con los ojos inyectados en sangre por el gas lacrimógeno. Había una increíble aglomeración de personas procedentes de todas las provincias, había heridos, recién nacidos. Había gente desmayada, el calor era espantoso".

Las puertas de la base estaban protegidas por soldados armados con escudos antidisturbios y, "como en formaciones de hoplitas, impedían que los refugiados accedieran sin control a la base". "Detrás de ellos, nuestros soldados de la EADA y del MOE, con una bandera de España, señalaban el camino a los que estaban en la lista española. Pero avanzar en la aglomeración era casi imposible. Pidieron a nuestros afganos que se identificaran con banderas de España o con pañuelos rojos y amarillos. Cuando en la multitud se veía un trapo rojo, intentaban que llegaran a la puerta y, allí, se abría un pequeño hueco entre los escudos. El refugiado pasaba del infierno al cielo. Se había salvado. Era tal la presión que, junto con el español, se colaban tres o cuatro personas más hasta que se cerraba de nuevo la puerta de escudos. Era terrible la escena de esas personas, de rodillas, pidiendo que no se les expulsara del aeropuerto, pero no podían hacer otra cosa. Así fueron extrayendo una a una, hasta más de 2.000 personas".

El acceso al aeropuerto de Kabul, masificado, en agosto de 2021. El acceso al aeropuerto de Kabul, masificado, en agosto de 2021.

El acceso al aeropuerto de Kabul, masificado, en agosto de 2021. / AKHTER GULFAM / EFE

No había descanso. Había dos vuelos programados cada día: uno a las cinco de la mañana y otro a las cinco de la tarde. "Los pilotos del Ejército del Aire hicieron un trabajo increíble. Ante la desbordante cantidad de refugiados y el número de vuelos limitado, decidieron pasar de 70 plazas por vuelo a más de 150, colocando a los refugiados sentados en la bodega y con una cinta de lado a lado del avión, donde poderse agarrar durante el despegue y el aterrizaje". Kabul no es un aeropuerto fácil para los pilotos, pues está rodeado de montañas y sin ninguna ayuda electrónica a la navegación.  

La evacuación debía terminar el día 27 de agosto. Los militares recibieron información de que iba a haber un atentado suicida inminente, por lo que el coronel adelantó la retirada y quitó a los soldados de la puerta. "Tan solo tres horas después, un atacante suicida hizo estallar un explosivo en el aeropuerto. También en la ciudad de Kabul hubo un ataque. Más de 100 personas murieron, entre ellas 13 soldados estadounidenses". El coronel estaba al otro lado del aeropuerto. Entre el ruido y el caos producido por los motores de los aviones en pista, los vehículos y la gente, vieron pasar los cuerpos de los caídos americanos hacia el hospital. "Era el final: el último vuelo del ejército español partió de Kabul el viernes 27 de agosto por la mañana. Quedé con la sensación de que se podría haber salvado a mucha más gente, pero había una fecha límite que los talibanes no quisieron prolongar. Creo que, desde el punto de vista militar, fue un rotundo éxito". 

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