La Beata Dolores, última víctima de la Inquisición quemada en Sevilla
María de los Dolores López fue ajusticiada el 24 de agosto de 1781, procesada por herejía, ejecutada mediante garrote vil y posteriormente su cadáver fue incinerado en el Prado
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La historia de María de los Dolores López, conocida como Beata Dolores, representa uno de los episodios más oscuros de la Inquisición española. Esta mujer ciega y religiosa ostenta el trágico récord de ser la última persona condenada a morir en la hoguera por el Tribunal del Santo Oficio en Sevilla. Los hechos ocurrieron el 24 de agosto de 1781, hace casi dos siglos y medio, cuando fue procesada por herejía y, aunque finalmente fue ejecutada mediante garrote vil tras arrepentirse en sus últimas horas, su cadáver acabó siendo quemado en el Prado sevillano, como dictaba la sentencia original.
El caso de la Beata Dolores ha quedado documentado en los 157 folios que componen las actas del proceso inquisitorial, conservados actualmente en el Archivo Histórico Nacional. Según estos documentos, la religiosa mantenía relaciones sexuales con clérigos y confesores en los diferentes conventos por los que pasó, incluyendo los de Marchena, Lucena y Sevilla. Fue precisamente uno de sus confesores, Mateo Casilla, quien tras doce años de relaciones la denunció junto a sí mismo ante la Inquisición en 1779. Entre las acusaciones más extravagantes que se le imputaron figuraba su supuesta relación con el demonio y la afirmación de que consumía una pócima mágica que le permitía poner huevos, alegaciones típicas en los procesos por brujería y herejía de la época.
El día de su ejecución, María de los Dolores fue sacada en procesión vistiendo el sambenito negro, símbolo de su ruptura con la Iglesia católica, y con una mordaza en la boca para impedir que pronunciara más blasfemias. Para evitar el tormento de ser quemada viva, la condenada solicitó confesarse, petición que le fue concedida. Tras tres horas de confesión en la Cárcel Real, fue conducida al quemadero, donde finalmente se le aplicó el garrote vil antes de que su cuerpo fuera entregado a las llamas.
El impacto en intelectuales de la época
La ejecución de la Beata Dolores causó gran conmoción incluso entre los pensadores de su tiempo, algunos de los cuales dejaron testimonio escrito de aquel terrible episodio. El reconocido escritor sevillano José María Blanco White, que contaba apenas ocho años cuando ocurrieron los hechos, recordaría más tarde: "Me acuerdo muy bien de la última persona que fue quemada como hereje en mi propia ciudad llamada Sevilla. Era una mujer pobre y ciega. Entonces tenía yo ocho años, y vi los haces de leña, colocados sobre barriles de brea y alquitrán, en que iba a ser reducida a cenizas".
Por su parte, el intelectual Luis de Usoz también dejó constancia de aquel suceso: "Todavía, por los años de 1780, se vio quemar, por causa de religión, a una pobre ciega desventurada, en la fanática ciudad de Sevilla". Estos testimonios revelan el profundo impacto que causó en la sociedad de finales del siglo XVIII la ejecución de una mujer ciega por motivos religiosos, en un momento en que las ideas ilustradas comenzaban a extenderse por Europa.
La Inquisición española en su ocaso
El caso de María de los Dolores López se produjo en un periodo en que la Inquisición española experimentaba ya un notable declive. Fundado en 1478 por los Reyes Católicos, el Tribunal del Santo Oficio había ido perdiendo influencia a lo largo del siglo XVIII, coincidiendo con la llegada de las ideas ilustradas. La ejecución de la Beata Dolores representa uno de los últimos casos de pena capital por herejía en España, apenas tres décadas antes de la primera abolición del Santo Oficio en 1813 durante las Cortes de Cádiz.
La forma en que se desarrolló el proceso contra la Beata Dolores resulta paradigmática del funcionamiento inquisitorial: tras la denuncia, siguió un largo procedimiento de dos años en el que se recabaron testimonios y se sometió a la acusada a interrogatorios. Las acusaciones de brujería y pactos demoníacos eran habituales en este tipo de procesos, especialmente cuando se trataba de mujeres. La combinación de supuestas desviaciones sexuales con prácticas heréticas constituía un patrón recurrente en las persecuciones inquisitoriales contra mujeres.
El ritual de la ejecución pública
La ejecución de la Beata Dolores siguió el protocolo habitual en los casos de herejía. Primero se celebraba un auto de fe, ceremonia pública en la que se leían las sentencias del tribunal. Los condenados eran conducidos en procesión, vistiendo el sambenito negro que identificaba a los herejes impenitentes, destinados a la hoguera. La mordaza era un elemento común en estas ceremonias, destinado a impedir que los condenados pronunciaran blasfemias o trataran de influir en los espectadores.
En el caso de María de los Dolores, su arrepentimiento de última hora le permitió acceder a la "misericordia" del tribunal, que consistía en ser ejecutada mediante garrote vil antes de que su cuerpo fuera entregado a las llamas. Esta "gracia" era habitual y respondía tanto a consideraciones teológicas (permitir la salvación del alma mediante el arrepentimiento) como prácticas (evitar el espectáculo potencialmente perturbador de ver a una persona quemándose viva). Tras la ejecución, el cadáver era quemado y sus cenizas esparcidas para que no quedara ningún resto que pudiera ser venerado.
María de los Dolores López: perfil de una víctima
La figura de María de los Dolores López encaja en el perfil de muchas víctimas de la Inquisición en sus últimas décadas de existencia. Mujer, ciega, perteneciente a un estrato social bajo aunque vinculada a círculos religiosos, reunía varias características que la hacían vulnerable. Su condición de beata, es decir, mujer que llevaba vida religiosa sin pertenecer formalmente a una orden, la situaba en una posición ambigua dentro del sistema eclesiástico.
Las acusaciones de mantener relaciones sexuales con confesores y clérigos, si bien podrían tener algún fundamento real, deben interpretarse en el contexto de una sociedad obsesionada con el control de la sexualidad femenina y de unas instituciones religiosas que a menudo encubrían sus propias contradicciones persiguiendo a chivos expiatorios. La investigación realizada por Mado Martínez, autora de "Putas, brujas y locas", ha contribuido a rescatar del olvido la historia de esta mujer y situarla en su adecuado contexto histórico y social.
¿Qué llevó a la condena de la Beata Dolores?
Más allá de las acusaciones formales de herejía, resulta interesante analizar los factores que pudieron conducir a la condena de María de los Dolores. La denuncia por parte de su confesor Mateo Casilla tras doce años de relación sugiere posibles conflictos personales o presiones externas. La creciente fama negativa que adquirió en los diferentes conventos por los que pasó indica que pudo convertirse en una figura incómoda para las autoridades religiosas locales.
Las acusaciones de brujería y poderes sobrenaturales (como la capacidad de poner huevos tras beber una pócima) son elementos típicos de los procesos por superstición y pactos demoníacos, frecuentes en la persecución inquisitorial. Sin embargo, también podrían encubrir otros motivos menos confesables, como disputas de poder dentro de las comunidades religiosas o el intento de silenciar a una mujer que, pese a su ceguera y condición subordinada, quizás desafiaba de algún modo las estructuras de autoridad establecidas.
El caso de la Beata Dolores nos recuerda que, incluso en sus últimos años, la Inquisición española seguía representando un poderoso instrumento de control social y religioso, capaz de enviar a la muerte a una mujer ciega bajo acusaciones que hoy nos resultan inverosímiles. Su historia constituye un valioso testimonio de una época en que la libertad de conciencia estaba severamente limitada y la disidencia religiosa podía pagarse con la vida.
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