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Atlético-Sevilla, el 'biscotto' inviable: una final y un solo finalista

Simeone, protagonista en aquel partido de 1995, y Lopetegui, en el último Atlético-Sevilla.

Simeone, protagonista en aquel partido de 1995, y Lopetegui, en el último Atlético-Sevilla. / Juanjo Martín / EFE

Amaño, tongo, apaño, engaño... pacto. Cualquiera de estos conceptos en castellano podrían ilustrar una situación del fútbol, del deporte en general, que se ha dado en muchas ocasiones, algunas de vergonzoso recuerdo. Sin embargo, se ha generalizado el uso de biscotto por esa fuerza que a veces tiene el italiano para expresar asuntos relacionados con lo tramposo, sobre todo en una materia en la que Italia es alguien como es el fútbol.

En la historia del Sevilla, como en la de la propia escuadra azzurra, hay precedentes, más o menos deshonrosos. Y también ambos han sido víctimas del apaño de otros. Los italianos acusaron a Dinamarca y Suecia de eliminarlos con un empate a dos, que ya hay que afinar, de la Eurocopa 2004. Y dos años antes, en 2002, los sevillistas quedaron apeados de la UEFA por el pacto de no agresión del Osasuna al Alavés: el Sadar cantó el gol de Karmona que clasificó a los vitorianos. Cosas de tópicos y hermanamientos...

Aquel ejemplo de El Sadar en la última jornada de la temporada 2001-02 viene a cuento en esta penúltima jornada. Aquella hermandad vasca prevaleció sobre la realidad de que sólo el Alavés necesitaba algo en aquel partido. Y lo logró. Primó el hermanamiento entre estos dos clubes con vínculos históricos. El Sadar terminó coreando la clasificación de los vitorianos, que en la final de la UEFA 00-01 habían sufrido la crueldad de caer por un tanto en la prórroga en propia meta de Geli, cuando existía el malhadado gol de oro. Fue una final espectacular: 5-4 para el Liverpool.

En la última jornada de 1995 también hubo un pequeño apaño, sobrevenido durante el partido. En un calurosísimo 18 de junio se disputaba la última jornada de una Liga en la que el Sevilla aspiraba a un puesto de UEFA, y el Atlético visitó Nervión necesitado de un punto para evitar la promoción de descenso. Ante 55.000 espectadores en Nervión, con unos 2.000 atléticos desplazados, el partido tuvo de todo menos tongo: el Atlético de Carlos Sánchez Aguiar se puso con 0-2 en la primera parte, con tantos de Kiko y Simeone.

En la segunda parte, igualaron el partido Suker y Monchu, éste en el 78. En aquel momento ya perdía el Albacete, el otro implicado en la lucha del descenso. Y Prieto, en el banquillo, se desgañitaba comunicando a los del césped que el Alba perdía... El empate benefició a ambos, aunque el Sevilla aún tuvo que esperar que el Deportivo ganara la Copa al Valencia, con suspense –se suspendió el partido por lluvia y hubo de reanudarse a los tres días–. Un gol de Alfredo, en la reanudación, anticipándose de cabeza a Zubizarreta, clasificó al Sevilla para la UEFA.

El domingo podría darse un biscotto en el Wanda Metropolitano. Pero no se cumple la premisa principal para el silogismo perfecto. El Atlético de Simeone ya está clasificado matemáticamente para la Champions. El Sevilla necesita un punto y podría prometerle respetarle la tercera posición, pero para eso tendría que no ganar tampoco al Athletic en la última jornada, so pena de obligar a los de Simeone a vencer en su visita a la Real Sociedad, que a su vez tiene que luchar por su puesto europeo.

Se trataría del biscotto imposible, dado que se trata de una final con un solo finalista, el Sevilla, que se juega no sólo el honor deportivo de mantenerse en puestos de Champions, sino todo un proyecto, ahora en el filo del abismo por la enorme inversión económica y la situación deficitaria que dejó el Covid junto a esa fuerte apuesta que ahora está en el aire.

Dejando a un lado que el sistema del fútbol europeo crea un enorme cisma entre el cuarto y el quinto de una Liga como la española, por un aristocrático reparto de los ingresos, el tercer puesto también tiene algo de ventaja sobre el cuarto. Es decir, que el Atlético no sólo jugará por el honor de ser tercero, o de intentar, ya más quiméricamente, arrebatarle la segunda plaza al Barcelona.

En el reparto de los derechos televisivos de la Liga, el orden en la clasificación también tiene un reflejo en el reparto de ingresos. Algún millón de euros baila ahí. En el baremo del reparto de los derechos, un 25% de los ingresos totales responde al orden clasificatorio. La temporada pasada, por ejemplo, el tercero recibió de ese 25% el 11,82%, y el cuarto, que fue el Sevilla, el 10%. No es mucha distancia, no desde luego como entre el cuarto y el quinto. Pero ya se sabe lo que manda el dinero en el fútbol actual. ¿Biscotto? Difícil será.

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