Antonio Silva
Cofrades de Cataluña
Athletic Club-Sevilla FC | Nombres propios
El Sevilla sigue en pleno periodo de descompresión después de haber amarrado la permanencia ante el Granada el pasado 5 de mayo. Sus rivales desde entonces, Villarreal, Cádiz y ayer domingo el Athletic, han competido con algo en juego, de mayor o menor calado. Y eso se ha notado sobre el terreno de juego. Jesús Navas, protagonista esta semana por cuestiones extradeportivas, volvió a llevar el foco hacia el fútbol, sólo el fútbol. Y como él sabe hacerlo.
El internacional noruego, que está pendiente de renovar su contrato (ojo con eso), está acabando la temporada con demasiado trabajo. Va a tener que solicitar un sobresueldo, tal es el cúmulo de situaciones que debe afrontar. Ante los Williams sacó varios mano a mano con su frialdad, colocación y agilidad.
Tras unos días convulsos que el jugador más importante de la historia del Sevilla no va a olvidar, tocaba volver a hacer lo que más le gusta, enfundarse la camiseta blanca y darle patadas a una pelota. Y Jesús Navas lo hizo bastante bien en la primera parte. Subiendo con su habitual soltura, colgando buenos centros o dando continuidad a las acciones por abajo. Una pena que Nico chocara con él y saliera lastimado del campo antes de tiempo. Al menos le sirvió para que San Mamés homenajeara su enorme figura.
El francés no es un jugador que marque diferencias con un cambio de ritmo o un pase genial y su ritmo diésel lo condiciona mucho en una Liga de mucha exigencia física, como es la española, pero con su constancia y su voluntad de ofrecerse, fue ganando metros hasta erigirse en un buen rematador en la segunda parte.
La entrada de Alejo Véliz a segundos de que el partido acabara, sin tiempo para nada, se puede tomar como un mensaje de Quique a los despachos. El paso del delantero argentino por el Sevilla ha sido testimonial, prácticamente como el de Hannibal Mejbri. Otro de tantos puntos negros en la temporada.
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