Sevilla - Atlético de Madrid | La crónica

Pueden decir misa, este Sevilla es un lacerante dolor para los suyos (0-2)

Jesús Navas cae derribado ante Yannick Carrasco en una acción del partido.

Jesús Navas cae derribado ante Yannick Carrasco en una acción del partido. / Antonio Pizarro

La caída hacia el abismo del Sevilla perpetrado por José Castro, José María del Nido Carrasco, Monchi y Julen Lopetegui parece no tener fin. El conjunto sevillista volvió a ser un juguetito en manos de un Atlético de Madrid que, en caso de haberlo necesitado, se pudo ir del Ramón Sánchez-Pizjuán con una goleada de época. No le hacía falta un mayor esfuerzo, le bastó con aprovechar los regalos para irse con un cero a dos y, sobre todo, para provocar un dolor lacerante en todos los que profesan la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión.

Se llegaba al encuentro después de dos semanas de parón, de un tiempo de vacaciones para técnicos y futbolistas, de días para una amable ronda de entrevistas de los futbolistas que no viajaban con sus selecciones, de jornadas para que los dos más altos ejecutivos del club participaran en un congreso en la ciudad dictando lecciones que tal vez deberían ser mejor aprendidas por ellos mismos e incluso de un día para que el presidente de todo se pasara por los Salesianos para pronunciar un discurso hueco lamentando la situación del equipo, como si él no tuviera nada que ver en su construcción. Bueno, faltó la comparecencia del vicepresidente, que también cobra una buena soldada, pero éste cuando las aguas bajan turbias prefiere no dar sus explicaciones al desastre que han perpetrado entre todos.

No es la primera vez que se expresa en estas crónicas durante el presente curso, incluso en alguna ocasión del anterior, pero estos discursos respecto a este Sevilla llegan a zaherir a los suyos, la cuesta abajo es insoportable, sobre todo porque cuando después echa a rodar el balón sobre el césped los 16 futbolistas que defienden la camiseta blanca no transmiten ni la más mínima sensación de que es posible aún una reacción. Esto es fútbol, todavía se han disputado sólo siete jornadas del campeonato liguero y dos de la Champions, pero el Sevilla es un verdadero dolor.

Lo fue contra el Barcelona, volvió a serlo frente al Manchester City y no varió absolutamente nada en esta cita contra el Atlético de Madrid. Ni el apoyo de la hinchada más ruidosa de Nervión sirve para nada, los profesionales a los que apoyan sólo transmiten impotencia, incapacidad para al menos plantearle el pulso en lo más alto al adversario, por mucho que éste pertenezca a la clase alta del fútbol europeo. Pero es que esas mismas plantillas van a otros campos con menos dinero sobre el césped enfrente y, cuando menos, son hostigadas, tienen que sufrir para adicionar los tres puntos en su casillero. Es más, muchas veces ni siquiera llegan a conseguirlo y eso, a día de hoy, parece imposible con este Sevilla.

Los aficionados sevillistas se quejan al finalizar el encuentro. Los aficionados sevillistas se quejan al finalizar el encuentro.

Los aficionados sevillistas se quejan al finalizar el encuentro. / Antonio Pizarro

Porque el equipo que puso en liza Julen Lopetegui, en una de sus múltiples combinaciones en busca de dar con la fórmula magistral en su plantilla, sencillamente no da más de sí, ni en lo táctico, ni en lo técnico ni en lo físico. Como Lamela, es sólo pura apariencia, correr con cierto estilo, tratar de tocar la pelota con alguna intención estética, pero nada más. En cuanto le sopla un airecillo en contra lo convierten en un verdadero huracán y se derrumban como si se tratara de un fenómeno atmosférico de los que se suelen dar en las costas del Pacífico.

Esta vez, contra el Atlético, no iba a ser una excepción. Con el máximo respeto hacia todos los aludidos, vaya esto por delante, Rekik, Gudelj, Lamela, Óliver Torres, José Ángel y Kike Salas eran suplentes absolutos en la plantilla de la temporada anterior, algunos de ellos, los más jóvenes, ni siquiera figuraban en la misma. Nianzou, por mucho que apunte cosas interesantes, ha llegado con el currículum de unos 20 partidos como profesional en el Bayern Múnich; Dolberg se quedó en proyecto en el Ajax, aunque también aparente; y Lamela, pues más o menos lo mismo de cuando era jovencito, porque al final son arabescos sin ningún fin realmente productivo para los suyos.

Se han citado a ocho futbolistas en el párrafo anterior, aunque también cabría sumar a un Delaney de un nivel tan ínfimo como desesperante cada vez que defiende la camiseta sevillista y no la danesa. Es decir, nueve futbolistas de los once que fueron titulares por la decisión de Lopetegui, y cabe salvar la voluntad, sin mucho acierto tampoco, de Isco y la garantía casi siempre de Bono, aunque en el primer gol de Marcos Llorente también hubiera hecho más en los mejores tiempos del equipo.

Ése fue el punto de partida para un Sevilla que salió al campo con la voluntad de empujar a un Atlético que siempre transmitió la sensación de que sabía que sólo era cuestión de reforzar atrás para asestar el golpe definitivo y que todo el edificio sevillista se derrumbara de manera estrepitosa. Así fue, bastó un saque de banda a favor en el lateral derecho sevillista, el regalo del balón para que le llegara a Koke y éste viera a Marcos Llorente en el otro costado. El internacional español aprovechó la laxitud del recién entrado Alex Telles y disparó de manera muy ortodoxa. Bono no llegó y la tantas veces resaltada impotencia ya se multiplicó hasta el infinito.

El equipo de Lopetegui jamás dio la sensación de poder herir al Atlético. Con los cambios en el descanso de Jesús Navas y Rakitic se fue algo más arriba, encerró un poco al rival, faltaría más, pero era una mentira absoluta. En la primera salida, un simple saque de puerta de Oblak todo se iba al traste, por no llamarlo de otra manera, de forma lamentable. Gudelj no gana por arriba, José Ángel se deja robar la cartera por Cunha y Morata no puede tenerlo más fácil para sentenciar.

El dolor era cada vez más lacerante y el Sevilla multiplicaba de forma geométrica su impotencia para sólo acercarse a través de un cabezazo de En-Nesyri que propició el lucimiento de Oblak. Un partido más, las palabras no se corresponden con los hechos y que todos pueden decir misa, este Sevilla es un dolor lacerante para todos los sevillistas.

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