Sevilla FC | Análisis del año 2018

Varios hitos y un cisma

  • El año de la proeza de Old Trafford, el regreso de Caparrós, el récord de ingresos y los tres lideratos con Machín también fue el de la amarga final de Copa y la incertidumbre accionarial

Pablo Machín y José Castro entre el fotógrafo Juan Antonio Hurtado y el director de comunicación del Sevilla, Jesús Gómez.

Pablo Machín y José Castro entre el fotógrafo Juan Antonio Hurtado y el director de comunicación del Sevilla, Jesús Gómez. / Víctor Rodríguez

El año empezó mal y terminó medio bien. El derbi de la Epifanía de los Reyes Magos marcó una de las simas del Sevilla de Montella, al que también hay que anotar quizá la mayor proeza, el triunfo en Old Trafford y la clasificación para los cuartos de la Champions. Se va un año con sabor agridulce para el sevillismo, que vibró con el enésimo gol de Ben Yedder como despedida y que ahora se fía al buen hacer de Pablo Machín para que lo deportivo mantenga la calma que no existe en lo institucional. La aprobación por el Pleno del Ayuntamiento de la declaración institucional firmada por todos los grupos para blindar el Sánchez-Pizjuán ilustra del cisma abierto.

La división, enconada y con desagradables insultos incluso, eclosionó en la Junta de Accionistas del pasado 10 de diciembre. Algunos la calificaron de histórica porque el ingreso en la misma de la sociedad Sevillistas Unidos 2020 escenifica el paso sin vuelta atrás hacia el futuro de un club distinto que se abre a nuevos capitales. La procedencia de los mismos es lo que tiene en ascuas a un sevillismo manifestado contra la presunta llegada de capital extranjero.

Se vivió esa realidad en el Sevilla-Krasnodar, partido en el que el equipo de Pablo Machín se clasificó brillantemente, tras una fase de grupos irregular e inquietante, para los dieciseisavos de final de la Liga Europa, en la que lo espera la Lazio, uno de los equipos más fuertes del bombo 2.

El Sevilla despide el año 2018 instalado en la aristocracia del fútbol español y europeo. La mitad de la temporada pasada vivió la cima de Montella en Mánchester y su sima en Madrid, en la final de la Copa de peor recuerdo de las muchas finales vividas por los sevillistas en este dorado siglo XXI. Luego llegó Joaquín Caparrós para enderezar el rumbo de una nave que navegaba hacia el naufragio y lo metió en Europa, aspecto importantísimo que destacó Juan Luis Villanueva en la crispada Junta de Accionistas, antes de despedirse de consejero presentando unos números históricos. Los 226 millones de ingresos del Sevilla en el ejercicio 17-18 quedan como otro de los hitos de este año que se va.

El Sevilla está en el mejor momento económico de su historia, con 100 millones de fondos propios, un presupuesto de 200 millones y un nuevo superávit de 26 millones. Y ha mantenido el estatus deportivo como demuestra que concluye el año natural como octavo del ránking de coeficiente de la UEFA. Sólo los auténticamente más grandes adelantan al Sevilla en este baremo.

Pero las dudas están ahí, y no sólo en lo institucional. En lo deportivo, también, pese al buen hacer de Pablo Machín, que ha tenido al Sevilla en tres jornadas como líder, si bien la primera, tras la goleada en el estreno en Vallecas, fue testimonial.

La gestión de Joaquín Caparrós, muy aplaudido en su salvadora vuelta como entrenador, ya como director de fútbol ha dejado un poso de incertidumbre. Se estrenó en un cargo complicado, en un Sevilla instalado en la élite y muy conocido en el mercado europeo, y después de tres meses de arduo y precipitado trabajo dejó una plantilla algo corta y con algunas herencias negativas. Sus aciertos en las apuestas por Machín, el meta Vaclik y el delantero Andre Silva, sobre todo, mantienen el tono positivo. Pero llega enero y este Sevilla fuerte en lo deportivo y desunido en lo institucional necesita reforzarse para los nuevos y grandes retos, deportivos e institucionales. Porque, como cantó Santiago Auserón, el futuro ya está aquí.

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