Sevilla - Rayo Vallecano | La crónica

Seis sin ganar, el cuadro de Monchi para este Sevilla es un dolor (0-1)

Los futbolistas del Rayo celebran el triunfo mientras Rafa Mir agacha la cabeza.

Los futbolistas del Rayo celebran el triunfo mientras Rafa Mir agacha la cabeza. / Antonio Pizarro

El Sevilla 2022-23, el ideado por Monchi, José Castro y José María del Nido Carrasco, sigue acumulando frustraciones para los suyos. Sexto partido liguero disputado en el Ramón Sánchez-Pizjuán y otra derrota, esta vez contra un Rayo Vallecano que aprovechó la velocidad, bendita cualidad en el fútbol, de Álvaro García, un seguidor más de la causa sevillista, para incrementar esa sensación de impotencia que ha anidado ya entre los fieles de la fe balompédica radicada en Nervión. Sólo restan el derbi en el Benito Villamarín y la despedida en casa ante la Real Sociedad antes del parón mundialista y los nubarrones no pueden ser más oscuros.

Todo tiene su lógica, sin embargo. El Sevilla era un equipo mal parido desde el pasado verano desde su dirección deportiva, con futbolistas clonados de mediocampo hacia arriba sin el físico necesario para jugar al fútbol en cualquier competición exigente, ya sea la española, como es el caso, o cualquier otra del continente europeo. Da igual que el entrenador sea Julen Lopetegui, el hombre que marcó la filosofía en esa elección de las piezas, o Jorge Sampaoli, la cuestión es que los sevillistas carecen de velocidad, de capacidad para romper en los espacios, de ganar duelos a través de la rapidez. Todo ello conduce a una sensación de no poder que acaba hundiendo a cualquiera, por mucho que sí sepan tocar la pelota.

El Sevilla, eso sí, ya ha anulado la capacidad de sorpresa, es muy fiel a sí mismo. ¿Por qué? Fácil, la primera mitad volvía a ser un verdadero desastre. Como contra el Copenhague esta misma semana y como mil días más. Da igual las combinaciones que ideen Sampaoli, Lopetegui o el que se siente en el banquillo si fueran necesarios más cambios, la auténtica realidad es que la plantilla perpetrada por Monchi, Castro y Del Nido Carrasco fue un mal parto hasta el cierre del último mercado y no hay manera de sacarle más partido.

El entrenador argentino volvía a confeccionar un equipo sin un nueve puro, una de esas alineaciones que tal vez hubieran servido para quemar en una pira a Lopetegui de haber sido él todavía el máximo responsable técnico. El Sevilla salía al campo para afrontar el juego con Lamela como pieza más adelantada y con Januzaj debutando como titular. Era un sistema parecido a un 1-4-1-4-1 en el que Joan Jordán era el cierre en el centro del campo por delante de los cuatro zagueros. Más arriba estaban Januzaj, Óliver Torres, Rakitic y Isco, mientras que Lamela era el punta.

Con el paso de los minutos, Sampaoli fue modificando la situación de esas piezas y casi desde el ecuador del primer periodo ya era Isco el futbolista más adelantado por el centro para que todo fuera más lógico con Lamela y Januzaj, dos clones para lo bueno y para lo malo, en cada uno de los costados. Pero, por mucho que Desio le indicara al primer entrenador en la banda, era imposible, el gran problema de este Sevilla es que la mayoría de sus futbolistas, sobre todo del mediocampo para arriba, carece de la mínima velocidad exigible en la Primera División.

Ni Isco, ni Rakitic ni Óliver Torres son capaces de cambiar de ritmo, de romper en velocidad jamás y tampoco de mantener un esprint sostenido ni siquiera más allá de diez metros de distancia. No es extraño, por tanto, que se den situaciones como las que le afeaban a un medio centro brasileño llamado Moacir hace un montón de años. Los rivales les quitan el balón llegando por atrás y en el primer acto de este Sevilla-Rayo Vallecano le sucedió a Isco (22’) y también a Rakitic (42’). Es más, en el caso del suizo que jugaba para Croacia no había una sola vez que no controlara el balón hacia atrás para protegerse y que no facilitara el repliegue de los rivales.

El Rayo Vallecano tardó poco en darse cuenta de esas circunstancias y en el minuto 6 ya tenía la primera oportunidad clara para adelantarse, una jugada que no se da ni en las categorías más inferiores. Un simple despeje orientado de Catena, ¡en el minuto 6 y cuando no hay plomo en las piernas de los protagonistas!, dejaba absolutamente solo a Camello en su arrancada desde la línea del centro del campo. Gudelj se vio impotente para alcanzarlo y, afortunadamente para el Sevilla, el delantero rayista se tropezó con el balón en el último control y la pelota le llegó mansamente a Dmitrovic, que esta vez defendía los tres palos.

El Sevilla se había salvado, como antes lo había hecho en un disparo de Isi (2’) y también volvería a suceder en una pérdida absurda de Rakitic al girarse de espaldas que obligó a Dmitrovic a hacerle un verdadero paradón con el pie a Camello. La solución de Sampaoli en el intermedio pasó por meter a Papu Gómez y Rafa Mir por Rakitic y Januzaj.

El equipo, al menos, no fue a peor, tampoco a mucho mejor, incluso debió adelantarse a través de Rafa Mir en una doble ocasión en la que lo tuvo todo a favor para haber batido a Dimitrievski en una buena jugada de Marcao, Joan Jordán, Papu Gómez, Isco y, por último, el gigante de Cartagena. En el primer disparo no pudo enseñar el golpeo; en el rechazo del portero estaba sin guardameta y le faltó calidad para empujarla.

El Sevilla la había tenido y era una evidencia de que tarde o temprano lo iban a golpear a través de la velocidad. Hasta que llegó sobre la hora de juego. Una pérdida de Lamela, un pase largo de Unai López y Álvaro García, con su rapidez, se encargó del resto. Gol del Rayo y la impotencia sevillista se multiplicaba hasta el infinito. Los blancos sí mostraron un poco de orgullo, lo intentaron, pero era para nada. Cabe insistir en que esta vez a Monchi le salió el cuadro como la restauración del Ecce Homo de Borja, qué pena, peor es imposible.

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