Mirandés-Sevilla

Un manchón que avergüenza a todos (3-1)

  • El Sevilla se despide de la Copa en una cita que ni Lopetegui ni sus hombres se tomaron tan en serio como avisaban

  • El Mirandés se puso con un 2-0 y a partir de ahí todo fue un querer y no poder de los blancos

  • Fotos del Mirandés-Sevilla de Copa del Rey

Mancha indeleble en el expediente de Julen Lopetegui y de todos los que tienen que ver con este Sevilla tan piropeado, desde José Castro hasta el último de los futbolistas, pasando por Monchi, lógicamente. El conjunto nervionense provocó el sonrojo de todos los suyos y se despidió de la Copa del Rey ante un Mirandés al que se supone que respetaba, pero al que convirtió en algo así como el Liverpool. El resultado, lógicamente, fue un prematuro adiós a una de las tres competiciones en las que estaban puestas muchas de las ilusiones del curso.

Lo peor de todo, sin embargo, es que nadie puede alegar sorpresa después de haber visto los 93 minutos de juego que se litigaron en Anduva. El Mirandés le dio un baño de fútbol al archiprofesionalizado Sevilla desde que la pelota echó a rodar en la fría noche burgalesa y, salvo algunas fases, la superioridad de los anfitriones jamás dejó de reflejarse sobre el césped.

Fue una supremacía brutal en todos los sentidos, en el táctico, y eso corresponde a Lopetegui y su cuerpo técnico; en la intensidad e incluso en el juego, algo que tiene mucho más que ver con quienes se pusieron la camiseta blanca con el escudo del Sevilla. Jamás lo defendieron con el nivel y la hombría del pulso que había planteado Andoni Iraola en el cuadro radicado en Miranda de Ebro, una localidad que no llega ni a los 40.000 habitantes y cuyo equipo de fútbol se nutre de todos los cedidos que le puedan llegar.

Pero eso no vale a la hora del análisis, porque Malsa, Merquesanz, Álvaro Rey, Matheus, Limones y compañía fueron poco más o menos que Salah, Firmino y Mané al lado de Banega y compañía. El deseo de ganar, de gloria, también cuenta y el argentino tal vez demostrara muchas de las razones, más allá del dinero, de la decisión que acaba de tomar. Fue uno de los retratados, con errores groseros, en el segundo gol y varias veces más, y así se lo señaló hasta su entrenador en el intermedio.

Lopetegui había introducido cinco cambios en el once inicial respecto al que derrotara al Granada en la última jornada de Liga, por cierto con un día más de descanso que el Mirandés. Koundé, Escudero, Gudelj, Banega y Munir entraban en el equipo, pero ninguno de ellos tuvo una actuación con un mínimo de dignidad. El central francés falló en el primer gol, donde fue con excesiva blandura sobre Matheus; Escudero erró en casi todos los lances; Gudelj fue el autor material del 2-0 después de lanzar una falta, que se puede bautizar como golpe franco de seguridad, a las manos de Limones también; Munir pasó por allí como un alma en pena, aparentando querer y sin poder de verdad jamás; mientras que Banega ya ha quedado definido en el anterior párrafo de este relato de los hechos.

Pese a que teóricamente eran los más frescos físicamente, Lopetegui sacó a tres de los cinco en el intermedio para tratar de buscar otras cosas, pero ni eso hizo bien el técnico vasco. Corrió el riesgo de poder sufrir con uno menos por alguna lesión, pero la realidad es que incluso hasta se quedó cortó con el número de cambios. Tal vez si el reglamento se lo hubiera permitido habrían sido más los que se hubieran duchado antes de tiempo.

Porque el Sevilla tuvo una primera mitad indecorosa en Anduva. Salió andando al campo y jamás fue capaz de pelear de verdad con un Mirandés que presionó con Malsa y Antonio Sánchez hasta acoquinar a un Sevilla más aburguesado que nunca. El peligro fue constante desde el inicio, entre otras cosas porque los anfitriones iban de verdad a por los balones, algo que no sucedía en el bando contrario. Por ejemplo, en esa falta rebotada del primer gol en la que Marquesanz vuelve a quedarse con la pelota y Matheus entra por el medio como Periquito por su casa.

Fotos del Mirandés-Sevilla de Copa del Rey Fotos del Mirandés-Sevilla de Copa del Rey

Fotos del Mirandés-Sevilla de Copa del Rey / EFE

El Sevilla estaba muy pronto por detrás en el marcador, pero hasta tenía un punto a su favor. El aviso le había llegado demasiado pronto y podía reaccionar, algo que no hizo, entre otras cosas, porque Banega desaprovechó la primera opción clara que tuvo (16’) con un golpeo casi de puntera cuando lo tenía todo a su favor para empatar.

Después llegaría ese golpe franco de seguridad de Gudelj lanzado con el único objetivo de que no se fuera a las nubes. El castigo vino con inmediatez. Banega le regala un balón increíble al Mirandés, Matheus hace lo que quiere con el medio centro argentino con un regate y su disparo toca en Gudelj para despistar a un Vaclík que tal vez pudiera haber hecho algo más ahí. Aunque sería tan injusto señalar al checo...

No en vano, el guardameta fue quien mantuvo al Sevilla, al menos en apariencia, en la pelea. Realizó dos paradones antes del intermedio, a Merquelanz y sobre todo uno a un taconazo de Matheus, que evitaron un tres a cero que ya hubiera sido definitivo antes de que Lopetegui perdiera los nervios en el intermedio.

Tres sustituciones de golpe, algo que de cara a la galería puede estar muy bonito pero que conviene matizar con los riesgos que conlleva de lesiones, cansancio u otras circunstancias. El Sevilla fue como una gaseosa a raíz de esa revolución y sí funcionó mucho mejor con Joan Jordán, el único que se salvó junto a Vaclík. Los blancos aprovecharon la exuberancia de Ocampos para acercarse hasta Limones, pero un disparo inocente de Nolito y otro precipitado del caballo argentino fueron su única producción.

Después llegaría el penalti absurdo de Diego Carlos, que no aprendió la lección contra el Granada, y el Sevilla perdió casi todo el gas. El Mirandés controló la situación a pesar del paradón de Vaclík a Álvaro Peña y los nervionenses aparentaron estar aún más noqueados.

El dos a uno jamás llegó, básicamente porque Limones se lució ante Ocampos, En-Nesyri tuvo un golpeo a las nubes horrible y Nolito en lugar de rematar amortiguó una gran falta de Joan Jordán. De De Jong no había noticias en una vuelta a las andadas a pesar de la multitud de centros. Y quien sí se lució fue el canterano bético, y sevillista confeso, Álvaro Rey en el lado contrario para hurgar aún más en la herida.

Lopetegui y los suyos, que nadie se salva del fracaso, le han echado una mancha al expediente. Que sea indeleble dependerá del futuro en las otras dos competiciones, pero como se trata de analizar cada partido, esta vez avergonzaron a los suyos.

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