El resultado del Sevilla-Rayo Vallecano

Convertir la portería del hockey patines en una 'H' del rugby

  • El Sevilla se desmelena en la segunda mitad y da un paso más hacia su objetivo tras barrer al Rayo

  • Los sevillistas pasaron de ver la meta rival como si fuera una pequeñita a hacerla tremendamente grande

Munir mete el segundo gol del partido.

Munir mete el segundo gol del partido. / Antonio Pizarro

Paso al frente del Sevilla y, además, preñado de calidad y de buen gusto en su afán por pelear la posición para disputar la próxima Liga de Campeones hasta la última jornada. El cuadro de Joaquín Caparrós barrió al Rayo Vallecano tras el intermedio por la sencilla razón de que fue capaz de agrandar la portería tan bien defendida por Alberto de una manera exponencial. Pareció que se jugaba a un deporte diferente, que los anfitriones pasaban tras el fenomenal golpeo de Promes en el uno a cero de tener que superar una portería de hockey sobre patines a tener que meter la pelota por la parte superior de una ‘H’ del rugby en cualquier golpe de castigo o transformación.

Fue una metamorfosis curiosa, sin duda, una de esas cosas que se dan este bendito deporte llamado fútbol y que difícilmente pueden tener una explicación lógica. Porque el Sevilla, seguro, tuvo el mismo número de ocasiones antes del intermedio que después, pero hasta el descanso el balón se empeñaba en no sobrepasar la línea de gol, mientras que posteriormente, con la tranquilidad que supuso el tanto de Promes, fue justo lo contrario.

A partir de ahí todo le entraba a los nervionenses y muchos de los goles, además, estuvieron preñados de una excelsa calidad. Fue bastante llamativo todo lo que sucedió, porque se pasó del negro al blanco como por arte de magia. Si Alberto había volado hasta la escuadra en el minuto 7 en una falta directa lanzada por Banega; si Sarabia, Franco Vázquez, Ben Yedder o Munir eran incapaces de conectar un disparo con la mala uva que se requiere en el fútbol para marcar; si el rechace de un balón en Emiliano Velázquez contra su propia portería se iba fuera por centímetros; si a las internadas de Jesús Navas hasta casi el mismo poste le faltaban algo de pausa para hallar el rematador en solitario, a partir del intermedio fue justo lo contrario.

Después de innumerables ocasiones en el primer periodo, la pelota le vino a Promes para que el aire virara bruscamente

Ya había errado Ben Yedder un gol clarísimo en un nuevo contragolpe con todo a favor cuando una pared entre Roque Mesa y Promes acabó con un disparo duro del holandés. Si todo hubiera seguido con la misma tónica que en el primer periodo, la pelota tras repelerla Alberto, en su enésima intervención, habría ido a cualquier sitio menos al que fue. Porque le volvió hasta Promes para que éste demostrara su calidad técnica con un golpeo preciso y nada fácil.

El Sevilla contabilizó en el marcador el uno a cero y eso pareció liberarlo de todas sus ataduras, justo al revés que al Rayo Vallecano, al que se le vino el mundo encima literalmente. Porque apenas tres minutos después, ya con el viento a favor, un pase magnífico de Sarabia, relativamente parecido al del derbi, lo convertía Munir en oro puro con un control propio de los futbolistas grandes. La pelota se le quedó, como se habla en el lenguaje de la calle, a huevo para empalmarla a la red y el madrileño lo hizo con tranquilidad y con muchísima calidad.

Definitivamente, el viento había virado, roló para empujar ya de popa y el Sevilla se desmelenó para barrer del campo a un Rayo que seguía con su afán de atacar con la consiguiente desprotección en su zona de atrás. El festival fue tremendo y todo lo pequeñita que era esa portería del hockey sobre patines multiplicaba su tamaño hasta el punto de que una gran intervención de Alberto a un gol cantado de Ben Yedder llevaba el esférico hasta los pies de Munir para que éste, a la primera, lo que no es fácil, la introdujera por el centro de la portería vallecana.

El equipo de Caparrós le había dado la vuelta a la tortilla de una manera abrupta y ya sólo tenía que jugar con la ansiedad del rival para lucirse incluso. El siguiente objetivo era que Ben Yedder cerrara el paréntesis de su sequía goleadora y eso no tardaría en suceder cuando todo rodaba ya cuesta abajo para los anfitriones. Un buen pase a la espalda de la defensa rayista, un control magnífico del parisino anticipándose a Alberto y gol a puerta vacía con la ayuda en este caso del VAR, pues el auxiliar de Cuadra Fernández había decretado un fuera de juego que no existía.

Al festival le faltaba el bis final y éste corrió a cargo del jovencísimo Bryan con un verdadero golazo

Pero al festival aún le faltaba el bis final del último en llegar. En plena exhibición, el jovencísimo Bryan iba a tener tiempo de poner sobre la mesa esas credenciales de pelotero caro que se le adjudican con toda la razón. El recorte del barbateño a Jordi Amat dentro del área pequeña del Rayo lo habría firmado el mismísimo Messi, por el estilo y sin que esto suponga ninguna exageración, el central del Rayo pasó como un tren, mientras que Bryan le metía un zapatazo al balón para que éste fuera dentro en un verdadero golazo.

El Sevilla había resuelto un envite que parece fácil en este balance final, pero que estuvo cargado de inconvenientes hasta que se desató el vendaval. Bastaría para ello con echar un poco atrás la memoria para recordar las sensaciones que casi todos los hinchas nervionenses tenían al intermedio. Seguro que la mayoría de ellos pensarían que ésta iba a ser una cita de esas desaboridas, que siempre acaban en malhumor y pensando que cómo se pueden fallar tantos goles a pesar del dominio de la situación.

Pero no, el golpeo de Promes evitó que todo concluyera con esos pensamientos y, por el contrario, el horizonte vuelve a clarear con esta goleada del Sevilla al Rayo Vallecano. La lucha por alcanzar la cuarta plaza continúa y la tropa de Joaquín Caparrós sigue metida de lleno en la pelea. Todo es cuestión de ver siempre la portería como si se tratara de una ‘H’ del rugby. Gerona, domingo a las dos de la tarde, es la próxima parada y será necesaria esa efectividad máxima para golpear a otro rival en peligro de descenso. Que así sea, dirán todos los defensores de la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión.

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