La desazón del club lleva a un anonadado sevillismo a la cruda resignación
La afición nervionense, quizá por ser un derbi, apenas expresó protesta alguna tras la dura derrota: se siente abandonada y al pairo de los intereses accionariales y la venta del club
El Sevilla de Almeyda es el más goleado de la Liga de tres puntos: estadísticas y sensaciones
El sevillismo ya no sabe adónde mirar. Se siente abandonado y al pairo de los vaivenes accionariales de los que mandan. Impotente y apartado de los resortes de poder. Que sonara en Nervión el “Júnior, quédate” más veces como mofa verdiblanca que el “Júnior, vete ya” tiene varias lecturas. En un derbi la afición sevillista aúna fuerzas y no lava los trapos sucios de la casa. La respuesta del sevillismo se verá contra el Oviedo. Pero también indica que el desencanto ya está derivando en cruda, descarnada y desesperada resignación.
Los movimientos para la venta de los paquetes mayoritarios de acciones a un fondo de inversión estadounidense por parte de todas las grandes familias dejan al aficionado sin objetivo para sus críticas. José María del Nido Carrasco, él mismo lo ha dicho, tiene unas 130 acciones y no decide gran cosa en este negocio. O sí por haber contribuido como presidente a la deriva que viene sufriendo el Sevilla como institución y que lo ha llevado a lo que parece un callejón sin otra salida que la venta al por mayor. Por ahí puede que esté esquivando los dardos de un sevillismo que ahora mismo no sabe a quién apuntar.
La que parece venta inminente y descorazonadora del club tiene muchos padres y no se puede exculpar a los accionistas mayoritarios, abocados al traspaso de sus títulos ante el desencuentro continuo y sub iudice entre el grupo de José María del Nido Benavente y los grupos que sostienen a su hijo al frente del consejo -Sevillistas de Nervión, la familia Carrión y los nuevos americanos-. Tampoco a aquellos sevillistas que vendieron compulsivamente sus acciones en el frenesí abierto en 2018 cuando se empezó a rumorear que el Sevilla ya estaba vendido...
La derrota del derbi, primera en Nervión desde aquella del 6 de enero de 2018 en el debut en casa del recién aterrizado Vincenzo Montella, es un rejón al Sevilla de Matías Almeyda. Sus antecesores en las tres temporadas precedentes de declive continuado lograron mantenerse invictos en el Sánchez-Pizjuán ante el Betis de Pellegrini: José Luis Mendilibar empató 0-0 diez días antes de la final de Budapest; Diego Alonso empató (1-1) cuando aún mantenía algo de credibilidad; y García Pimienta venció al inicio de su andadura 1-0.
Pellegrini se ha medido desde 2020 a cinco de los ocho técnicos que ha tenido el Sevilla en ese mismo periodo. Y esto exculpa en parte a Almeyda. La demostración de impotencia es el fruto madurado por la deriva del club. Y de eso es tan consciente un sevillismo que ha estado alerta y en pie de guerra en las dos temporadas precedentes que ya casi ni da señales de vida. Al menos en el derbi, y sus extrañas circunstancias, el pitido final del partido llevó a un silencio escandalosamente doloroso. El dolor de un sevillismo anonadado.
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