David de Miranda, en el patio de su casa...

FERIA DE COLOMBINAS

El diestro de Trigueros, que sustituía a Emilio de Justo, cortó cuatro orejas y volvió a rendir la puerta grande de la plaza de la Merced en unión de Marco Pérez

La novillada que abrió el ciclo colombino recaudó dos toneladas de alimentos

Los tres novilleros se marchan por la puerta grande

Miranda y Marco Pérez abrieron la puerta grande en la tercera de Colombinas. / Alberto Domínguez

La sustitución de Emilio de Justo venía dada, por más que circularan rumores sin recorrido. David de Miranda ha roto del cerco de mero torero local después de su revelador triunfo sevillano y el devenir de esta temporada -trascendental para su historia taurina- le coloca en la yema de esa generación del relevo en la que también figuran, con distintas circunstancias, el propio Borja Jiménez y el jovencísimo diestro charro Marco Pérez conformando un cartel preciso y oportuno. En esa tesitura, el diestro de Trigueros se había convertido de golpe y porrazo en torero base de este abono que promete dos llenos consecutivos. No podía fallar; la puerta grande estaba cantada.

David había templado de capa al segundo, escenificando con el tercio cambiado uno de sus ceñidísimos quites de frente por detrás. Los de plata no andaron a la zaga pero el toro reventó las tablas, abriendo una puerta ancha junto a un burladero. No iba a importar: David formó el alboroto más intenso toreando de rodillas en el inicio de una faena, siempre entregada pero un puntito desigual, favorecida por la fijeza y la prontitud del toro de Juan Pedro Domecq. Miranda, que iba a dar el mejor tono al natural, concluyó metido entre los pitones y con unas ceñidas manoletinas, marca de la casa, que preludiaron el fulminante espadazo, algo caído, que puso en sus manos dos orejas aclamadas.

El salpicado quinto iba a tener aire mansito. David de Miranda tuvo que esperar al último tercio para abrir su faena con muletazos cambiados por la espalda -sin que faltara un fandango en el tendido- que iba a coser con el toreo fundamental en una labor de figura erguida, condicionada por la cortedad de los viajes de su enemigo.

No había más remedio que apostar, dejárselo llegar en ese terreno de cercanías en el que se siente tan cómodo para terminar de abrochar una actuación que, de alguna manera le sirve de prólogo a su presencia, este mismo viernes, en uno de los carteles estrella del ciclo, a plaza llena y con Roca Rey. Los naturales finales fueron lo mejor, cosidos a una estocada trasera y tendida que fue suficiente para que echara dos nuevos trofeos a su esportón.

Borja hizo de la portagayola al primero toda una declaración de intenciones. A la larga, limpia, le siguieron verónicas rodilla en tierra, un quite por chicuelinas de compás abierto... Brindó a la parroquia y se dispuso a torear sin demasiados preámbulos llevándose al bicho a los medios. Fue una faena de entrega y reunión, lastrada por el escaso fuelle del toro de Juan Pedro. Pero el diestro sevillano iba a suplir con intensidad esa sosería para animar el cotarro, culminando su labor con un pinchazo y una de esas medias tendidas, inconfundibles, que iba a bastar.

No se arredró el torero de Espartinas, que iba a torear fresco, ligado y con sentido del ritmo a un manejable cuarto al que buscó todas las vueltas en los medios de la plaza. Se lo acabó enroscando a la cintura por ambas manos, con afán de torero todoterreno, metiendo al bicho en la canasta sin dejarse nada en el tintero. La espada entró al segundo viaje pero no impidió que cortara la oreja.

Había ganas de ver a Marco Pérez, jovencísima figura en ciernes, que se lució parando al tercero por delantales y quitando por tapatías. Brindó a Espartaco -que se llevó una fuerte ovación en una de las plazas de su vida- antes de emplearse en una faena de mayor argumento que lucimiento, más densa que vistosa, en la que se mostró siempre por encima de los condicionantes de un toro remiso y espeso al que acabó metiendo en la canasta de verdad. La espada, eso sí, no estuvo a la misma altura de su labor.

Al burraco que hizo sexto, con la noche echada, lo recibió de rodillas, se lo pasó por delante y por detrás y volvió a hacerle todo lo que sabe -que es mucho- para corregir las medias arrancadas y meterlo en la canasta, darle fiesta con la capacidad de torero precoz. Cortó dos orejas y acompañó a Miranda en la salida a hombros. Esta tarde se anuncia llenazo. Mañana también.

FICHA DEL FESTEJO

GANADERÍA: Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados. Flojo y noble el primero; bravo el segundo; remiso el tercero; manejable el cuarto; algo remiso el quinto y de viajes cortos el sexto.

MATADORES: Borja Jiménez, de amapola y oro, ovación y oreja; David de Miranda, de marino y oro, dos orejas y dos orejas. Marco Pérez, de blanco y oro, ovación y dos orejas.

INCIDENCIAS: La plaza registró más de media entrada en tarde noche calurosa. Fernando Sánchez y Fernando Pereira saludaron tras banderillear al segundo.

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