Manolete y Sevilla: una intensa y triunfal relación

HISTORIAS TAURINAS

El Monstruo cordobés mantuvo un especial vínculo con el coso del Baratillo desde sus tiempos de novillero que reverdece en el 78 aniversario de su trágica muerte en Linares

Manolete, Churchill y un toro de Isla Mínima: La 'V' de la Victoria

Manolete: hasta el último día...

Manolete mantuvo una intensa y triunfal relación con la plaza de la Maestranza. / Archivo A.R.M.

El 28 de agosto está marcado a fuego en la mitología taurina. Es la fecha, hace ya 78 años, en la que Manuel Rodríguez Manolete, ese torero para olvidar una guerra, fue cogido mortalmente en la plaza de Linares. El aura del diestro cordobés marcó a fuego la España de los años 40 dentro y fuera de los ruedos y rindió todos los bastiones del universo taurino antes de inmortalizarse en su propio ocaso. Pero el torero mantuvo una relación especialísima con el coso del Baratillo antes y después de su alternativa convirtiendo el trascendental escenario hispalense en el definitivo trampolín de su califato.

El torero cordobés ya gozaba de gran ambiente cuando debutó en la plaza de la Maestranza como novillero. Fue el 26 de mayo de 1938 acompañado de Torerito de Triana y Juanito Belmonte para estoquear una novillada de Ramón Ortega. No pasaron demasiados días para verse anunciado de nuevo en Sevilla, el 5 de junio, para lidiar un envío de Gallardo. Abría cartel Manuel Calderón y lo cerraba Pepe Luis Vázquez que se presentaba como novillero con picadores en el coso sevillano después de haber hechizado a sus paisanos en unos festejos previos, aún sin picar. Manolete volvió el 18 de septiembre –con Gallito y Manolo Martín Vázquez en el cartel- pero volvería a coincidir con Pepe Luis el 9 de octubre de aquel III Año Triunfal para repartirse cinco orejas y un rabo de un encierro de Villamarta. Había nacido una nueva era…

Manolete y Pepe Luis Vázquez en su época de novilleros / Archivo A.R.M.

La alternativa

Manolete ya estaba listo para la alternativa en la temporada de 1939 pero volvió a anunciarse en la plaza de la Maestranza para despedirse de novillero el 21 de mayo junto a Fernandi y Manolo Martín Vázquez, con reses de Felipe Bartolomé. No le quedaba demasiado para el doctorado que se preparó, cómo no, en Sevilla. Fue el 2 de julio de aquel Año de la Victoria. Manuel Jiménez Chicuelo fue el encargado de cederle la espada y la muleta en presencia de Gitanillo de Triana en un festejo apoteósico en el que se repartieron seis orejas y un rabo –lo cortó el torero de La Alameda- de un encierro de Clemente Tassara.

La corrida se había organizado a beneficio de la Asociación de la Prensa de Sevilla y no estuvo exenta de anécdotas previas y posteriores, trufadas del ambiente político que se respiraba en un país en el que aún retumbaba el eco de los fusiles y los cañones. El toro escogido para la ceremonia tuvo que ser rebautizado a prisa y corriendo como Mirador. En el herradero se le había puesto Comunista y obviamente, el ambiente de un país recién salido de una guerra no era el más propicio para mantenerle el nombre…

Manolete tomó la alternativa en Sevilla de manos de Chicuelo el 2 de julio de 1939. / Archivo A.R.M.

Pero el doctorado sevillano de Manolete encierra otras claves. No podía ser casual que el genial Chicuelo, catalizador de la herencia gallista, fuera el encargado de ceder espada y muleta a Manolete que ahondó en el mismo tronco -el del toreo ligado en redondo- con distinto ramaje.

Manolete aún volvería a torear otra corrida en Sevilla en 1939, pocos días después de su alternativa. Fue el 18 de julio, aniversario del alzamiento y organizada a beneficio de la restauración del santuario despanzurrado de la Virgen de la Cabeza. El futuro califa alternó en esa ocasión con el Niño de la Palma y Pepe Bienvenida. Por delante rejonéo un toro Mascarenhas.

Del estrellato al ocaso

En la Feria de Abril de 1940 ya era el diestro base de un ciclo que sólo constó de tres festejos. Toreó tassaras, villamartas y hasta cortó la oreja de un miura pero, sobre todo, derrotó a Domingo Ortega -que nunca se lo perdonó- y se hizo amo y señor del toreo hasta la tragedia irremediable de Linares. En 1941 tampoco le haría ascos a la divisa de Miura pero su mayor triunfo, además de la oreja cortada a un ejemplar de Urquijo, lo logró arrancando el rabo de un toro del marqués de Villamarta compartiendo cartel Pepe Bienvenida, Juanito Belmonte y el mismísimo Pepe Luis, que le había calentado los cascos con los toros de Zahariche. El califa se rebeló contra todo y contra todos erigiéndose en el definitivo triunfador del serial sevillano. Estaba Manolete. Después, todos los demás…

Impresionante pase de pecho del 'Monstruo' cordobés en la plaza de la Maestranza. / Cano

En el 42 creció la Feria, sumando cuatro tardes. Y en las cuatro estaba anunciado Manolete junto a Pepe Luis. Polarizaban una afición que tuvo que contemplar estupefacta a sus ídolos pasar con más pena que gloria por el dorado albero maestrante. El cordobés recompuso los platos rotos en la corrida del 18 de julio sin saber que se estaba cocinando un velado veto de la patronal taurina. Efectivamente, llegaría a quedarse fuera de la Feria de Abril de 1943. Eduardo Pagés había acordado junto a Orduña, Balañá y Peris, entre otros, fijar un tope salarial de 30.000 pesetas en los honorarios del califa cordobés. Pero aquel pacto no tardaría en romperse y el propio Pagés tuvo que doblar la cerviz para contratar a Manolete tres tardes –y en las tres alternó con Pepe Luis- en la feria de 1944, cortando dos orejas a un toro de Montalvo.

En 1945 volvió a barrer, sumando orejas las cuatro corridas que contrató para despachar toros de Tassara, Nuñez, Miura y Curro Chica. Lidió ocho toros y cuajó por todo lo alto a siete, manteniendo un intenso duelo con el nuevo ídolo de la afición: el mexicano Carlos Arruza. Entonces no podía saberlo pero la tarde del 21 de abril de 1945 iba a ser la última vez que pisara el ruedo sevillano. En 1946 se tomó un largo descanso y en el 47 aguardó hasta el verano para comenzar una temporada que concluiría, como su propia vida, el 28 de agosto.

La muerte le esperaba en Linares, sólo ocho años después de aquella alternativa sevillana. Ocho años que le bastan para hacerse un hueco en la mitología del propio país. La agonía del califa cordobés está en la historia: las primeras operaciones en la enfermería de la plaza hasta lograr estabilizarlo; el traslado angustioso al hospital de los Marqueses de Linares; las esperanzas de una evolución que nunca llegaría. Hasta el último cigarrillo y aquel fatídico plasma -eran otros tiempos para la hematología- que Giménez Guinea trajo desde Madrid y que fulminó al torero en muy pocos segundos. Manolete dejó de existir en la madrugada del día 29 de agosto de 1947, ahora hace 78 años. A la vez que El Pipo le cerraba los ojos se ponía fin a una etapa fundamental en la historia del toreo y se le daba puerta a toda época en la historia de un país que se despidió de la dura posguerra detrás del Buick azul de aquel torero para olvidar una guerra.

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