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Un rotundo Urdiales borda el toreo y triunfa en la plaza de su tierra

El espada riojano ofreció una memorable lección magistral de toreo puro y excelso

Diego Urdiales en la plaza de Logroño, frente a su segundo, con el que dictó una lección magistral.
Efe / Logroño

22 de septiembre 2015 - 01:00

FERIA DE LOGROÑO Ganadería: Tres toros -primero, segundo y tercero- de Las Ramblas y el resto de Jandilla, bien presentados y de variado comportamiento. El noble primero se acabó pronto; soso y blando el segundo; con peligro sordo el tercero; noble y con fijeza el cuarto; soso y parado el quinto; y tardo y aquerenciado el sexto TOREROS: Diego Urdiales pinchazo y casi entera (oreja) y delantera de efecto rápido (dos orejas) Manzanares casi media y trasera tendida (silencio); y estocada arriba (silencio) José Garrido, que sustituía a Ponce, trasera (oreja); y estocada desprendida (ovación tras aviso y ovación INCIDENCIAS: En cuadrillas, buena brega de Víctor Hugo Saugar al cuarto. Tres cuartos.

Llegaba Urdiales a su tierra con ganas de refrendar su gran año, marcado, sobre todo, por la grandiosa faena de Bilbao, uno de los hitos más importantes en este 2015, y que hizo que sus paisanos le obligaran a saludar nada más romperse el paseíllo.

Esas palmas debieron motivar aún más a Urdiales a salir a por todas, a plasmar su excelsa tauromaquia, de tanta pureza como sabor añejo. Y no tardó en surgir, pues el saludo de capote a su primero fue exquisito, saliéndose a los medios y cargando la suerte.

Se le veía relajado, muy motivado, algo que se advirtió en el brindis a Curro Romero, testigo de una faena de gusto, desmayo y aroma clásico a un toro muy noble pero que se acabó pronto, y al que cortó una merecida oreja.

Lo mejor estaba por llegar en el cuarto, paradito de salida, saliendo de los suelto en varas pero que ya en el capote apuntó mucha calidad. Urdiales lo vio, brindó al público e inició faena doblándose con mucha torería para sacarse al animal a los medios.

Se puso el riojano por el derecho para recetar una tanda simplemente sensacional, dejando la muleta siempre puesta y ligando los pases por abajo con tremenda rotundidad. En la segunda serie surgió la hondura, el gusto, la plasticidad, que hicieron rugir la plaza, boca a bajo en una tercera tanda inmensa, con gran pase de pecho de broche.

Por el izquierdo hubo también tres series de exquisita interpretación, soberbias, muy poderosas. Faena inmensa, de magia, misterio y solemnidad, siempre a más, estructurada en muy poquito espacio. La espada fue de efecto fulminante, sin puntilla, lo que dio paso a una fuerte petición de las dos orejas, que Urdiales paseó feliz bajo un clima a total frenesí.

Manzanares no tuvo lote, pero tampoco se le vio demasiado animado. Su primero fue un toro soso al que toreó sin alma, fuera de encaje, sin verlo claro, lo que provocó los silbidos de cierto sector.

En el quinto, aprovechando el buen ambiente que dejó Urdiales, Manzanares toreó muy bien de capote, a la postre, lo único destacado de esta faena, plena de dudas, muchas probaturas y sin ajuste.

Garrido tuvo un primero rebrincado, muy informal, que desarrolló peligro sordo. Mostró valor, tratando de conducir al toro muy atrás y jugando muy bien las muñecas, sobre todo la izquierda, por donde sacó muletazos impensables. Lo mejor fue el aguante impávido ante los parones y miradas de su oponente, que llevó la emoción al tendido. Una justa oreja.

El sexto fue un toro con marcada querencia a tablas, y muy justito de fuerzas. Garrido le buscó las vueltas, tratando de cambiarle de terrenos, sin lograr una serie limpia. Acabó en plan tremendista entre pitones, demostrando la actitud y disposición con la que vino a Logroño.

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