Siete conventos en Sevilla en los que podrás probar unos dulces únicos en el mundo

La provincia de Sevilla está llena de conventos con una amplia variedad de dulces que no se pueden probar en ningún otro lugar

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Bizcochos marroquíes / Junta de Andalucía

La provincia de Sevilla cuenta con numerosos conventos que, más allá de ser lugares con una gran riqueza histórica y arquitectónica, cuentan con un grupo de monjas de clausura que elaboran una repostería única en el mundo. Muchos de estos lugares trabajan con recetas que no se conocen en ningún otro lugar y cuyo secreto se ha guardado entre sus paredes durante décadas.

Adquirirlos y poderlos degustar es tan fácil como acercarse a estos templos y visitar su torno, que está abierto, de forma general todos los días y que cuenta con una lista de dulces según el momento del año y la disponibilidad, entre los que destacan algunos más típicos como magdalenas o roscos de azúcar y otros más exclusivos, como los bizcochos marroquíes, cuya receta solo tienen en Écija y en Osuna. Aquí te dejamos una lista con siete conventos repartidos por la provincia de Sevilla y remarcados en Caminos de Pasión que cuentan con una repostería que no deja indiferente a nadie:

Convento de Santa Clara, en Carmona

El convento de clausura de monjas franciscanas clarisas fue fundado en 1460 y protegido por la Duquesa de Arcos, Doña Beatriz Pacheco. Debido a la duración de su construcción abarca varios estilos arquitectónicos. Más allá del patrimonio de este templo, uno de los elementos más sobresalientes del convento, junto a la iglesia y el claustro, es la torre-mirador, que destaca incluso por encima de la torre de la iglesia.

Las monjas del convento de Santa Clara hacen varios tipos de dulces, pero entre todos ellos destacan las tortas inglesas, un dulce propio del municipio que no existe en ningún otro pueblo.

Torta inglesa / clarisascarmona.com

Convento de Santa Florentina, en Écija

El Convento de Santa Florentina fue fundado por las monjas dominicas en la segunda mitad del siglo XVI, quienes lo dedicaron a Santa Florentina. Se estima que podría ser el convento más antiguo de Écija y uno de los primeros que existieron en Andalucía, dentro de su Orden, la dominica.

Al igual que sucede en otros conventos, la comunidad de Madres Dominicas que vive en él se dedican a la elaboración de productos de repostería que se pueden adquirir a través de su torno. Entre ellos hay rosquillas de San Martín de Anís, trufas de avellana, tortas de San Antonio, torta ajonjolí, tortitas de almendra, tortas casera, roscos fritos, magdalenas o manjares del cielo. Sin embargo, el que destacan por encima del resto son los bizcochos marroquíes, cuya receta solo tienen en este convento y en el de la Concepción, de Osuna.

Bizcochos marroquíes / Junta de Andalucía

Real Monasterio de Santa Inés, en Écija

Este convento data de 1487 y desde sus orígenes pertenece a la Comunidad de Clarisas Franciscanas. Su fundación se debe a la ayuda y fervor de Isabel Cherino, viuda de Luis Pernía, Alcalde de Osuna, quien donó al convento grandes sumas en su testamento en el año 1505. Entre los benefactores del convento cabe destacar la reina Isabel la Católica, que lo eligió para hospedarse mientras recaudaba fondos para la guerra de Granada; también la Emperatriz María de Austria y la Infanta Isabel Clara Eugenia, así como el Cabildo de la ciudad, hicieron valiosos legados.

Respecto a los dulces que elaboran las monjas que habitan en él destacan el tocino de cielo, las flores de miel, los roscos fritos, y las torrijas durante la Cuaresma, que se realizan por encargo.

Flores de miel / Turismo de Écija

Monasterio de la Encarnación, en Osuna

En 1612 ocuparon este templo los jesuitas y en 1626 la IV Duquesa de Osuna funda, en el solar del antiguo hospital, el Monasterio que habían de regir las religiosas de la Real y Militar Orden de la Merced. Gran parte del interior de la clausura se ha convertido en Museo, dispuesto en torno al claustro principal.

A pesar de que el monasterio esté abierto a visitas turísticas guiadas por sus propias monjas, se trata de un convento de clausura. En él sus hermanas elaboran repostería conventual como roscos, tortas, bollitos almendrados, bolas de coco, bocaditos colombianos, yemas de San Ramón (de almendra) o suspiros de ángel, hechos de mazapán.

Convento de la Concepción, en Osuna

Este convento data de los siglos XVI y XVII. Pertenece a la Orden de las Concepcionistas Franciscanas y de él solo se puede visitar la Iglesia. Fue fundado por la beata Beatriz Silva para las concepcionistas franciscanas y de la misma manera que en el resto de conventos de este tipo, sus monjas elaboran algunos dulces de forma completamente artesanal como los bizcochos marroquíes. Esto es debido a que una de las hermanas astigitanas se trasladaría aquí y compartiría su receta.

Convento de San Pedro, en Osuna

También en Osuna se encuentra el convento de San Pedro, cuyo edificio data del siglo XVI. Lo ocupan actualmente las religiosas Carmelitas Descalzas. La iglesia de San Pedro fue fundada por Pedro Téllez Girón para que fuese lugar de enterramiento de sus criados, según cuenta la tradición. Muerto ya el IV Conde de Ureña, vendrían a ella las religiosas Carmelitas Descalzas que hoy la ocupan. A través de su torno es posible adquirir repostería conventual entre la que destacan sus bizcochos y sus magdalenas.

Convento Madres Carmelitas, en Utrera

El convento de las Madres Carmelitas de Utrera tiene su origen en 1578 por la fundación que hicieron don Francisco Álvarez de Bohórquez y su esposa Catalina de Coria y Maldonado, a condición de que aceptaran a 12 monjas sin dotes, ligadas por parentesco a ellos. Alberga actualmente una comunidad de monjas Carmelitas en régimen de clausura que, al igual que las de otros templos de este tipo, cuentan con un obrador en el que hacen especialidades como sus bizcochos caseros de limón, coco, frutas o almendras, además de magdalenas, rosquitos, tortitas o sultanas. También elaboran pestiños, carne de membrillo, mermelada de calabaza o incluso una realizada con «mongú», que es otro tipo de calabaza de origen keniano, cuyas semillas han traído hasta Utrera para cultivarla en sus instalaciones.

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