Andalucía

Monasterio de La Cartuja, de la P a la P

Paulino Plata sería un buen consejero de Defensa del Gobierno andaluz. Destino harto improbable, pero del que seguramente saldría airoso, a pesar de que nuestra comunidad carece de tanques, cañones, fragatas, cazas, legionarios, generales, almirantes y cuarteles. Ya idearía algo, un invento así como un plan estratégico para la defensa de nuestro territorio: debilidades y fortalezas. Plata es un fenómeno de la comunicación política, capaz de vender un tenedor sin tridente, le echen lo que le echen. El presidente Griñán le encargó hace varios meses un programa para acabar con los tópicos andaluces en Madrid, y ya lleva escrito cuatro tomos, más otros tantos que harían falta para anotar el presupuesto: hasta quiere colocar tres vagones de los primeros AVE Sevilla-Madrid en la plaza de España de la capital. Así que ayer, en el monasterio sevillano de Santa María de las Cuevas, Paulino Plata andaba por el empedrado de este antiguo convento cartujo, como un niño con zapatos nuevos. Y mejor: porque en vez de Defensa, lo que el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, le ha encargado es la Consejería de Cultura, una perita en dulce. Desde que Plata dejó la Consejería de Turismo para presentarse a la Alcaldía de Marbella, el antequerano ha ido tornando su cara de galán de cine por el de caprino harto del hastío.  Ayer volvió a renacer.

La toma de posesión de este segundo Gobierno de Pepe Griñán  fue una jornada de sonrisas y alguna que otra lagrimita. Rostros que apenas disimulaban la tristeza y otros que sonreían a mandíbula batiente. Eso sí, mucha menos gente que en otras ocasiones. Principalmente por tres razones: ya es la tercera vez que se bautiza un gobierno en una misma legislatura, no hubo mucho empeño en la convocatoria  y la hora elegida por Griñán, las 9:30 de la mañana,  no invitaba a la tertulia posterior.

Si Paulino Plata enseñaba la sonrisa del día, Luis Pizarro, que sigue de consejero de Gobernación más Justicia, mostraba el gesto más adusto: una efigie de resignación. No debe ser fácil tomar posesión del cargo, mientras desde la tarima te observan tus tres mejores amigos en el anterior Consejo de Gobierno, y los tres cesantes: Martín Soler, Cinta Castillo y Antonio Fernández, que ayer dejaron de ser consejeros de Innovación, Medio Ambiente y Empleo, respectivamente. Los apóstoles a los que se les terminó el evangelio. Claro, que Pizarro también andaba dándole vueltas a sus nuevas competencias, las de Justicia, campo harto complicado y sembrado de minas.

Junto a los tres cesantes citados, otros tantos también dejaban el Ejecutivo. Rosa Torres, que traspasa Cultura a Paulino Plata; Begoña Álvarez, cuya Consejería de Justicia se integra en la de Gobernación, y  Juan Espadas, que deja el departamento de Vivienda. De los seis, Espadas parecía el más contento. Y lo era. Se ve de candidato a la Alcaldía de Sevilla, dentro de pocos días será delegado del Gobierno central en Andalucía y  en el PSOE lo han convencido de que es capaz de ganarle las elecciones a Juan Ignacio Zoido, el alcaldable del PP. Espadas entró en el antiguo monasterio, acompañado del alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, ex regidor in pectore de la capital hispalense.

Para todos ellos, para los cesantes, tuvo Griñán algunas palabras: comenzaron a gobernar cuando el paro crecía en Andalucía al 50% y lo dejaron cuando, al menos en la última Encuesta de Población Activa, se creó empleo neto, un dato de ésos que tanto gustaba usar a Antonio Fernández para incomprensión del auditorio, pero que ya no podrá volver a utilizar.

Los que entran pisan fuerte. En especial, Mar Moreno, la nueva consejera de Presidencia y portavoz del Gobierno andaluz, la número dos, una mujer de peso en el PSOE, señalada como posible sucesora de Chaves y, ahora, de Griñán, pero que dota al Ejecutivo autonómico de un perfil político mucho más marcado. El propio presidente admitió que su equipo  "necesitaba comunicar mejor, sabíamos dónde estaban nuestros fallos".

Los periódicos del día se habían levantado con un inusitado consenso: lo novedoso de este nuevo Gobierno es que Griñán señalaba a Mar Moreno como probable sucesora, la misma persona que compitió con él por ocupar el hueco que iba a dejar Manuel Chaves. Sin embargo, a Griñán, que se ha mostrado muy susceptible ante otros posible sucesores  y receloso ante cualquier intento de tutela, se le notaba tranquilo. Y es que ya sabía desde hacía dos semanas que ésa sería la primera lectura que los periodistas haríamos de su nuevo equipo. "Me halaga que en mi Gobierno vean a posibles sucesores; no soy de los que buscan números dos para que no me hagan sombra", declaró el presidente en una de sus primeras declaraciones.

Junto a Mar Moreno, tomó posesión el granadino Francisco Álvarez de la Chica, en Educación; el almeriense Manuel Recio, en Empleo, y el onubense José Juan Díaz Trillo, en Medio Ambiente, además del citado Paulino Plata. Será por casualidad, pero de los cinco nuevos consejeros, Griñán ha escogido a tres que practican una de sus principales aficiones: la lectura.

Álvarez de la Chica escribe haikus, esos minimalistas poemas japoneses que nacen inspirados de la naturaleza. Por ejemplo: Mañana de niebla/el cielo ha bajado/ a besar la tierra. Éste es suyo, y por una extraña coincidencia estas rimas niponas guardan el mismo compás de las seguiriyas. Mar Moreno, la dos, escribió la novela  El sueño de Eva, una refundación del mundo contada desde los ojos de mujer, y el nuevo titular de Medio Ambiente, José Juan Díaz Trillo, filólogo de formación, cuenta con un poemario más extenso, entre los que llama la atención el título de su segunda obra: El café de los tristes.

Cuando todo acabó, Griñán celebró el primer Consejo de Gobierno de su segundo gabinete. Y, se supone, que el definitivo.

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