El Betis que agoniza

El primer equipo se pone en marcha sin que asome ningún directivo, ni de los de antes ni de los de ahora · El personal se pregunta qué ocurre en un club que necesita una intervención judicial ya

El Betis que agoniza
El Betis que agoniza
Javier Mérida / Cartaya / Enviado Especial

20 de julio 2010 - 05:02

El Betis que el imputado Manuel Ruiz de Lopera ha dejado en manos de Luis Oliver y que, a la fecha, nadie se ha atrevido a desmantelar es un club fantasma. No sólo por la gente que habita sus pasillos, sino porque da lugar a situaciones cuando menos grotescas, como varias de las vividas ayer en la puesta en marcha del primer equipo.

A las tres y media de la tarde ya estaban los futbolistas descansando en las cómodas habitaciones del AC Nuevo Portil, un enclave nuevo para locos verdiblancos tras esas enormes concentraciones en Montecastillo, al sol jerezano. Aquí, la brisa del mar al menos facilita la llegada de aire a los pulmones en tan atosigante estío.

Pero tiempo habrá para analizar lo que darán de sí dos semanas en esta zona occidental de la costa onubense y otra más, tras un pequeño intervalo, en La Manga, donde ya el curso pasado el Betis afinó su perfil tras una primera etapa en tierras jerezanas.

Pero eso será en agosto y ayer, 19 de julio, el Betis de Pepe Mel echó a andar entre incongruencias, caras serias y una sensación que se dibuja en el rostro de todos y que nadie se atreve a escupir en público: "¿Qué pasa aquí?" Es la pregunta que se hacen jugadores, técnicos de antiguo cuño y la mayoría de empleados que aún labora en los intestinos del estadio de Heliópolis.

A las ocho de la mañana estaba citada la plantilla en la ciudad deportiva para un primer examen médico de la temporada, más que nada para comprobar cómo llegan los organismos tras las vacaciones, porque los nuevos se realizaron días atrás un control más exhaustivo. Tomás Calero montó en el interior del recinto de Los Bermejales una especie de centro médico y ayer les extrajo sangre a los futbolistas, controló su peso y les hizo algunas pruebas más, como una expirometría, un examen oftalmológico y otras.

Según reveló el canario Momo, fueron el delegado del equipo, Víctor Antequera, y el capitán, Arzu, quienes hicieron de presentadores entre Mel y la plantilla. Por allí andaban Manuel Momparlet y Carlos Bucero, el hombre que maneja los asuntos deportivos entre bambalinas, pero en este Betis no da la cara nadie, ni los que parecen a punto de irse ni los que acaban de llegar y no se van ni con agua caliente, a no ser que la jueza Alaya salga de nuevo al rescate del Betis.

Había apenas una veintena de aficionados, y nada crítica, cuando era presentado Momo sobre las once y media de la mañana. El beticismo está como el Betis, agonizando. Ya había comunicado Andrés Gutiérrez, uno de los integrantes del departamento de prensa del Betis, que los futbolistas no harían declaraciones públicas hasta mañana o el jueves, cuando Oliver regresase de Madrid. El tal Bucero, delfín de Mijatovic y Calderón en la etapa más siniestra del reciente pasado madridista, debe creerse que aún anda por donde debería andar. Los entrenamientos serán todos a puerta cerrada, excepto diez minutos, había deslizado al tiempo también.

Es evidente que la solución debe llegar vía juzgado. Los miembros del actual consejo siguen sin decir nada, a pesar de que León se asomó ayer por el club en una jornada matinal repleta de periodistas. Sólo se veía a Bucero y, curiosamente, a Iván Larriba, quien fuera director de comunicación y que, al parecer, sigue moviéndose con total soltura por Heliópolis.

En definitiva, lo que quiere esta especie de okupas que anidan en el Betis: tranquilidad. Aunque Oliver no se librase de algunas pintadas que aparecieron en la ciudad deportiva con leyendas como "Oliver, mentiroso" o "Lopera y Oliver, la misma mierda es". Como en un tiempo muy reciente, el Chupe se bastó y se sobró para, con celeridad, borrarlas con su brocha y su cubo de pintura blanca.

Una pintura que difícilmente borrará la nueva cara de este Betis al que se le van los soplos de vida a golpe de corbata y de gomina en contraposición al rostro circunspecto de gente buena como Antonio Casado, Emilio Cruz, Manolito, Juanjo Cañas o Manuel Momparlet, que miran como si las barras se le estuviesen cayendo al escudo del Betis. ¡Qué lástima!

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