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El Sevilla es hoy una genuina ilusión (2-3)

  • Un golazo de Sarabia en el minuto 85 acaba con la sequía sin ganar fuera en la Liga y colma de expectativas el plan de Sampaoli. El Leganés había igualado en un suspiro el 0-2 que forjaron el Mudo Vázquez y Nasri.

Diecisiete meses llevaba el Sevilla sin paladear un triunfo como visitante en la Liga. Y tuvo que ser el dorsal 17, Pablo Sarabia, quien acabara con la ominosa sequía a una hora nada futbolera, al filo de las tres de la tarde. El zurdo golpeó la pelota con una fabulosa rosca, quizá por hacerlo con la pierna derecha, y el cuero describió una parábola imposible para Serantes. Los más de mil sevillistas que lo vieron en un rincón próximo a esa portería estallaron de gozo. Y también de alivio. Acabó un racha alargada por la incompetencia, que no por una maldición.

Ese tanto de Sarabia fue tan bello como capital. Espanta malos rollos. Y ayudará a que el personal acabe creyéndose la cantinela de Jorge Sampaoli. Los primeros que tienen que creer en su discurso son los jugadores. Y éstos diluyen las dudas de sus seseras con las victorias. Sintiéndose ganadores.

El Sevilla no convence. Ayer tampoco jugó afinado. Ni cohesionado. Empezó muy descosido y aunque fue fraguando con los minutos, la salida de Iborra de la zaga al entrar Mercado por el Mudo lo volvió a descoser en apenas dos minutos, los que mediaron desde el gol de Timor (67') al de Szymanowsky (69'). De ahí el contenido extra del golazo de Sarabia. Los puntos lo acaban cosiendo todo. Y este equipo raro como un perro verde se ha llevado a su zurrón 17 de los 24 por los que ha litigado. Los pupilos de Sampaoli debieron pensar, al abandonar Butarque de regreso a Sevilla, que tan mal no deben estar haciéndolo cuando en ese momento comandaban la tabla de la Liga. Un dato irrefutable, rotundo. Y que carga de razones.

El juego de ayer, aun mejorando las prestaciones de los desplazamientos a Villarreal, Eibar o Bilbao, tampoco distingue al de un aspirante a objetivos nobles. Los defectos volvieron a ser groseros.

Repitió Sampaoli el dibujo que dispuso ante el Olympique de Lyon y el Deportivo Alavés. Y entre los once elegidos, el único cambio de Iborra por el renqueante Mercado. Y como en la primera parte de los duelos ante lyoneses y vitorianos, los sevillistas empezaron el partido muy desnudos atrás.

Trató el Sevilla de llevar la iniciativa. Y al Leganés no le pareció mal en cuanto vio que las subidas de Mariano y Escudero abrían autopistas hasta el área de Sergio Rico. Tan mal estaban dispuestos los de rojo en el prado madrileño que, casi sin quererlo, el equipo blanquiazul disfrutaba de superioridad numérica en sus raudas salidas a la contra. A saber: en el minuto 9, tras un córner del Sevilla, el Leganés malogra un tres contra dos; cuatro minutos después, Luciano, con otro compañero a su lado, cabecea con inocencia ante Mariano, que estaba vendido a su suerte; y al cuarto de hora, previa pérdida del Mudo, de nuevo Luciano le pega mordido al balón cuando a su izquierda tenía a Szymanowski completamente solo para encarar a Sergio Rico. Asier Garitano empezó a desesperarse.

En esa fase inicial, el Sevilla daba grima. Con la pelota jugaba a ritmo de cuarentones en una pachanga de empresa. O de una división inferior del ya de por sí parsimonioso fútbol argentino, para ser más coherentes con la procedencia de la "idea". Todos jugando al pie. Nadie al primer toque. Nadie desmarcándose al espacio. Y eso que el Leganés no se cerró y dejó metros entre su zaga y Serantes.

Como en las ocasiones anteriores desde que Nasri llegó, el francés fue perdiendo metros para tratar de armar el juego. Su compromiso es loable. Tal es, que mete la pierna y se faja. Así robó la pelota a Rubén Pérez que originó el 0-1. Mariano recortó hacia dentro, Vietto se abrió a la derecha, Franco Vázquez se había metido en fuera de juego, pero al revolverse, Mantovani fue a su marca y lo habilitó. Se anticipó a Serantes y aprovechó el centro de Vietto.

El Leganés acusó ese inesperado revés. Perdió el sitio. Pero el Sevilla no lo aprovechó y en una acción poco deportiva de los madrileños, que no devolvieron el balón tras recuperarse Escudero, Franco Vázquez se pasó de frenada ante Rubén Pérez. Ocón Arraiz lo pudo expulsar por doble amarilla, pero fue benévolo, quizás, por la sobreactuación del medio pepinero.

Al Sevilla le debió venir bien el intermedio para analizar en frío la ventajosa situación de la partida. Pero no fue así. El Leganés volvió a llevarse los balones divididos, le puso más ardor, N'Zonzi necesitaba ayudas por delante. Sergio Rico empezaba a erigirse en salvador, como en Villarreal. Hasta que Escudero dibujó un primoroso eslalon que, previa asistencia de Vietto, otra vez, aprovechó Nasri para hacer el 0-2.

Ni mucho menos ese gol fue la sentencia. No le sentó nada bien a los de rojo la salida de Iborra de la defensa por el ingreso de Mercado en el campo. Ni la vuelta de Nasri a posiciones muy adelantadas. En dos minutos volvieron los fantasmas. Suerte esta vez que irrumpió Sarabia para hacer un gol que dispara las expectativas en espera de que el Atlético asome por Nervión. ¿Es Sampaoli un ilusionista? Lo cierto es que su Sevilla es hoy una ilusión. Una genuina ilusión.

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