El Palquillo
González de la Bandera no tomará posesión como prioste de la Macarena

La fotocopia en negativo es él

El Eibar, en su estreno en el Villamarín en Primera, refleja que sus virtudes anidan donde los defectos béticos y lleva a Mel a su momento más impopular.

Gesto deportivo del central Ramis ante Rubén Castro, que anda sumergido en una negativa racha de cinco partidos de Liga sin marcar.
José Antonio Solís

04 de enero 2016 - 06:02

El Betis debía ser el referente, el espejo en el que el Eibar aspirara a mirarse. Por historia, por tradición, por peso específico, el análisis previo aseguraba que los vascos hollarían por primera vez el Benito Villamarín en la máxima categoría para aprender. Para tomar nota de todo lo que rezuma el Betis en su simbiosis tan especial con su parroquia.

Hora y media después del pitido inicial, la rotundidad: el Eibar no vino a fotocopiar todo lo bueno que supone el Betis. No llegó para tomar nota y aprender para que no le pase lo que la pasada temporada, cuando se despeñó en una segunda vuelta que fue un erial de puntos. No. El Eibar sacó ayer el manual del fútbol verdadero y fue el Betis quien hizo una fotocopia. Pero en negativo: las extensas y blancas virtudes de los armeros se tornan negrísimos defectos en los heliopolitanos. El Eibar toca de primeras y sale como un rayo; en la fotocopia, el Betis pena con su fútbol pastoso y arrítmico. El Eibar se dispone y mueve como un acordeón y no concede espacios entre líneas; en la fotocopia, el Betis se desnuda con los vastos espacios entre la defensa, la media y la delantera.

Mel cumplió 200 partidos oficiales en el banquillo bético. Sólo tiene por delante ya a Serra, con 267. Pero más que soplar velas, resopló, y mucho, en su área técnica por el ejercicio de impotencia de su tropa, traducido en otro dato: jamás había perdido el Betis bajo su dirección por 0-4 en casa. Otra dentellada a su crédito.

No hizo falta ese cuarto golazo de Borja Bastón (81') para que la parroquia bética estallara contra su entrenador. Ya con el 0-3 (72'), en otra fantástica jugada colectiva del Eibar, la grada prorrumpió en un grito no unánime, pero sí ostensible, clamoroso: "¡Pepe, vete ya!, ¡Pepe, vete ya!".

Era lo que le hacía falta a Mel para enfatizar el mensaje que ya antes del ominoso partido de ayer había aireado: se siente tan bético como el que más, pero su trayectoria en el banquillo puede tener una caducidad cercana.

Y tanto. Como que su segunda partida puede consumarse mucho antes, incluso, de que vuelvan las calores de mayo si el equipo no recompone la figura.

Mel siempre ha trabajado bajo el molesto bisbiseo de ese entorno que no terminaba de tragarlo incluso en los días de vino y rosas. Y él, con ese temperamento y carácter que tanto bien le ha hecho al equipo para inyectarle compromiso con las trece barras, no ha sabido abstraerse de esas intrigas palaciegas y jamás ha sentido una comunión plena a su alrededor. Ese resquemor explotó ayer en la sala de prensa: "El club tiene mi cargo a su disposición desde ya".

La fallida política de fichajes pergeñada por Maciá en verano y la imperceptible reacción en la apertura del mercado invernal tampoco ayuda a frenar la caída libre: Mel no da con la tecla, pero no se le puede echar en cara que no pruebe con lo que tiene. ¿Vadillo? Pues Vadillo. ¿Otro punta junto a Rubén? Otro punta. ¿Y Joaquín? No está para jugar. Es lo que tiene que tus dos grandes referentes tengan 34 años.

Los obuses le llueven al Betis, que por momentos se va desarmando en el fragor de la competición. Y el Día de la Epifanía los que se presentarán en Heliópolis no son, precisamente, los Reyes Magos de Oriente.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último