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De ídolo a odiado

  • Lopera deja atrás una etapa de logros y penas marcada por el presidencialismo y el creciente desengaño de la afición

Antes idolatrado, hoy odiado por muchos de los que tanto lo idolatraron. El periplo de Manuel Ruiz de Lopera en el Real Betis Balompié se cierra, parece que definitivamente, 18 años después de que llegara al club verdiblanco comprando la mayoría de las acciones. Años de logros y de penas. De éxitos y de desilusiones. Dos ascensos, dos descensos y una Copa del Rey son sólo una parte de sus resultados deportivos a los mandos del conjunto bético.

En septiembre de 1991 llegó al club bético como vicepresidente económico de Hugo Galera, entonces presidente. Un año después, el empresario de El Fontanal tomó las riendas cumpliendo con el Plan de Saneamiento exigido e iniciando una larga etapa como máximo accionista del club.

Lopera tardó dos temporadas en celebrar el ascenso del Betis a la máxima categoría. Con el triunfo en Burgos completó una temporada en la que había llegado a semifinales de la Copa tras eliminar al Barça de Cruyff. Sus palabras enardecieron a la afición bética. "Estábamos en la UVI; nadie daba un duro por nosotros, yo os entrego ahora un Betis libre, limpio, en Primera, de ustedes, viva el Betis", proclamaba tras su primer ascenso.

Era el inicio de quizás su mejor periodo al frente del club. El tercer puesto de la temporada 94-95 supuso el inicio de unos años de esplendor salpicados con campañas de menor calibre. Pero la figura de Lopera nunca se apagó. Apareció para fichar al brasileño Denilson por 30 millones de euros en lo que fue el fichaje más caro del fútbol español, al tiempo que ganaba el pulso al Sevilla en la particular lucha por la hegemonía de la ciudad.

El 1 de enero de ese 2000, tomó la decisión de quitar el nombre del presidente Benito Villamarín al estadio para ponerle el suyo y anunciar una reforma que sigue en espera de poder ser completada. Entonces, su figura aún era muy popular. Meses después, ya no lo sería tanto: llegó el primer descenso, aunque el Betis ascendió al año siguiente.

Lopera encadenó entonces años de esplendor en lo deportivo. Con Juande Ramos como técnico regresó a Europa, mientras que Víctor Fernández sería el técnico de otras dos temporadas con mejor plantilla que resultados.

Lorenzo Serra Ferrer, con el que Lopera logró sus mayores éxitos, volvió al club verdiblanco para realizar una espléndida temporada que posibilitaría la clasificación para la Liga de Campeones y el título de la Copa en 2005. El mandatario bético había logrado fabricar un equipo ilusionante con Joaquín, Juanito, Edu y Oliveira. Pero en el AVE de regreso a Sevilla con la Copa, Serra soltó la frase más premonitoria: "El Betis será lo que quiera Lopera que sea"...

A partir de entonces su figura perdió fuerza mientras el equipo amenazaba con un descenso anunciado. Vendió a los estandartes del beticismo y sus proyectos deportivos fracasaron uno detrás de otro. En 2006 cedió la presidencia a José León, aunque siguió dirigiendo el club como consejero delegado. A la sombra, pero igualmente crucial en las decisiones.

Con la crisis deportiva aparecieron los primeros críticos a su presencia en el club. "¿Dónde estaba usted en el 92?", aseguraba Lopera en alusión a las peticiones de venta del club bético.

La manifestación del 15 de julio del 2009 en su contra movilizó al beticismo para exigir su marcha del club. El equipo ya estaba en Segunda. Hoy se precipita el adiós de una persona que nunca pasó desapercibida, que nunca tuvo medias tintas. Simplemente Lopera.

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