La Cartuja Pickman: Los hechos que motivaron la caída de la mítica fábrica de loza
Desde que los Pickman salieron de la empresa, han sido sus dueños desde Rumasa a los Zapata, pasando por el Estado, los hermanos Márquez Ruigómez, Enrique Tatay, Álvaro Ruiz de Alda o Emilio Portes
La colección del Museo Pickman está depositada en un centro logístico de Sevilla
El anuncio de cierre definitivo de La Cartuja Pickman ha sido una triste sorpresa no sólo para trabajadores de esta fábrica, sino también para muchos hogares andaluces de todos los estratos sociales que han vestido sus mesas con sus vajillas y han decorado sus aseos, chineros, patios y zaguanes con sus piezas, que comenzaron a fabricarse en Sevilla 1841 para evitar el pago de los aranceles que protegían a los productores locales frente a los importados, sobre todo de Reino Unido. La familia Zapata, actuales propietarios de la empresa desde 2014, ha luchado por mantener la producción contra viento y marea pero un último embargo de Hacienda y otro previsible de la Seguridad Social y el Fogasa le han hecho tirar la toalla al pedir la reapertura del concurso de acreedores y la liquidación de una empresa casi bicentenaria.
José Hurtado, presidente del comité de empresa, empleado de la fábrica desde 1986 y autor del Trabajo Fin de Grado (TFG) "Pickman S.A. La Cartuja de Sevilla, Fundación, desarrollo y liquidación de una empresa", ha anunciado que pedirán ayuda a la Junta de Andalucía y las administraciones locales para buscar una solución que permita salvar la actividad y el empleo en una industria que en sus mejores momentos llegó a tener 22 hornos -algunos de los cuales los podemos contemplar hoy en el monasterio de la Cartuja- y más de 1.200 obreros. La plantilla, que teme que la producción pueda deslocalizarse a Marruecos, ha ido menguando en los últimos años de forma ostensible. En 1982, cuando tenía 300 trabajadores se trasladó desde la Cartuja hasta el municipio sevillano de Salteras por el inicio de la construcción de la Exposición Universal. Hoy, sin embargo, apenas quedan 36 empleados que han estado trabajando bajo pedido en los últimos años para clientes como El Corte Inglés y la hostelería.
José Navarro Hidalgo, de 64 años, trabajador de La Cartuja Pickman desde hace 49 años, es uno de sus empleados con mayor antigüedad laboral. "Mi abuelo trabajó en la fábrica, también mi padre y mis dos hermanas", recuerda este empleado, que llegó a desarrollar su trabajo en el Monasterio de Santa María de las Cuevas cuando había 400 trabajadores en la fábrica. "He vivido muchas crisis en La Cartuja Pickman. En la de la expropiación de Rumasa salió mi padre", lamenta José, que pensaba jubilarse en abril de 2026.
Carmen Viveros, cuyos tíos abuelos también formaron parte de la plantilla de la fábrica, trabajó en La Cartuja Pickman 40 años hasta que hace unos cuatro años dejó la empresa cansada de que le debieran dinero. "Me ha dolido el cierre", confiesa esta mujer que fue presidenta del comité de empresa y que recuerda con nostalgia la labor artesanal que hay detrás de esta emblemática loza, con sus compañeros trabajando en los distintos departamentos de moldes de escayola, barro en crudo, horno de bizcocho, sala da tapaporos, grabadores, calcomanía, horno de desgrasado, barnizado, horno o taller de clasificación. "Hemos hecho tantas cosas para salvar la fábrica que incluso antes de que se llevaran el museo pedimos que se protegiera el oficio porque todo es manual y hay poca gente que lo conozca desgraciadamente", dice.
Hurtado, también secretario general de CCOO de Industria de Andalucía, recoge en su TFG que la fábrica ha pasado por multitud de manos empresarios y ha recibido importantes ayudas públicas para rescatarla de la crisis permanente en la que ha vivido en las últimas décadas. En sus casi doscientos años de vida, la fábrica ha vivido la Guerra Civil Española, la postguerra, la crisis del petróleo, la depresión provocada por las hipotecas de las subprime, una pandemia mundial... Su loza ha salido de sus hornos bajo los reinados de Isabel II, Alfonso XII, Amadeo I, Carlos I y Felipe VI, como durante la primera y segunda república y la dictadura de Franco.
En su trabajo, Hurtado explica que la familia Pickman, de origen inglés, llevaba instalada en Cádiz desde 1810 dedicándose a la venta de artículos de cerámica y cristalería inglesa estando al frente del negocio Guillermo Pickman, que falleció joven, lo que hizo que su hermano Charles, con sólo 14 años, le sustituyera en 1822. "El joven Charles Pickman pensó que Sevilla, al ser una ciudad mayor, con una burguesía de alto poder adquisitivo, resultaría un lugar idóneo en términos comerciales, de manera que trasladó su establecimiento al centro de Sevilla, donde comenzó vendiendo los productos traídos desde su país pero pronto comprendió que era más rentable fabricarlos en España por los fuertes aranceles a los productos manufacturados".
Tras la desamortización de Mendizábal, Charles Pickman compró en 1840 el Monasterio de Santa María de las Cuevas para instalar la fábrica, que lo adquirió con su hermanastro Benjamín Harris por 400.000 reales de vellón. "El primer objeto salido de sus hornos fue un palanganero el día 1 de enero de 1841, superando en ese mismo año la producción de 250.000 piezas", añade Hurtado, quien manifiesta que "esta fábrica significó un gran cambio en el tejido empresarial de la época". La jornada laboral de lunes a sábado y se cobraba por semana entre 7 y 10 reales, pero si estropeaban piezas se les descontaba del jornal para usarlo en un fondo para enfermos de silicosis y fibrosis pulmonar.
Proveedora de la Casa Real
A finales del siglo XIX, Pickman y Cía empleaba a 1.200 obreros, convirtiéndose en la primera fábrica de cerámica artística y loza de España. "En 1871, la fábrica fue designada como proveedora de la Casa Real, y en 1873 Carlos Pickman, tras recibir numerosos premios, fue nombrado marqués de Pickman por Amadeo I de Saboya, título que fueron heredando después sus descendientes". El renombre de la fábrica justificó la visita a la misma de la realeza: Isabel II en 1862, Alfonso XII en 1873, la regente María Cristina en 1892 y Alfonso XIII en 1904.
En 1883 murió Carlos Pickman y la Cartuja pasó a ser una sociedad anónima. Entre 1899 y 1925 la fábrica arrojó muchos beneficios aprovechando el reconocimiento de los aristócratas sevillanos y la protección arancelaria, pero en 1926 empezó a entrar en declive y se vio obligada a reducir costes. "Las piezas fabricadas en Francia y Alemania estaban en el mercado español entre un 30% y un 50% más baratas que la loza de La Cartuja debió a la reducción de los aranceles y acuerdos comerciales", precisa José Hurtado. La plantilla fue reduciéndose de forma paulatina, pasando de 1.100 empleados en 1899 a 523 en 1922.
A juicio del actual presidente del comité de empresa, la falta de inversiones para modernizar la empresa y emprender retos comerciales le llevaron a reducir su capacidad de producción. La década de los 60 fue una época de expansión gracias a mejoras en los talleres, entre ellos la sustitución de los antiguos hornos de botella por los nuevos hornos túneles eléctricos, el mayor avance tecnológico de la empresa en el siglo XX, necesitando por ello menos personal. En 1964, el antiguo Monasterio de Santa María de las Cuevas fue declarado por decreto Conjunto Monumental Histórico Artístico, quedando protegido, lo que obligó a trasladar los talles a unas naves.
En 1970, los terrenos e instalaciones de Pickman fueron expropiados por decreto ley para realizar la Corta de la Cartuja. En 1976 se dio por finalizado el expediente de expropiación valorado en 247 millones de pesetas, lo que dio el pistoletazo para la construcción de una nueva fábrica en Salteras, cuyas obras acabaron en 1979, aunque las oficinas de Pickman continuaron en la Cartuja hasta 1982, añade José Hurtado.
Llega Rumasa
En marzo de 1982 se conoció la compra por parte de Rumasa del 50% de La Cartuja de Sevilla, quedando el 20% en manos de la empresa pública Sodean. Un año después, el Gobierno presidido por Felipe González aprobaba la expropiación de los bancos y otras sociedades del Grupo Rumasa por razones de utilidad pública e interés social. Patrimonio del Estado se hizo cargo de La Cartuja y, a pesar de los pésimos informes gubernamentales sobre Rumasa, los trabajadores añoraban los buenos momentos de la fábrica bajo la dirección de Rumasa, según José Hurtado, que recoge en su trabajo unas declaraciones de algunos de ellos asegurando que la mejor época que vivieron fue con la dirección de Rumasa porque cobraban puntualmente y la peor, con Ruiz de Alda.
La Cartuja fue vendida al grupo Invertécnica, propiedad de los hermanos José María y Joaquín Martínez Ruigómez en 1985, por recomendación de la Comisión Asesora para la Enajenación de Rumasa. La plantilla de 313 trabajadores se redujo en 125, asumiendo Invertécnica una plantilla de 188 trabajadores, un pasivo de 367 millones de pesetas y comprometiéndose a ampliar el capital en 200 millones. A la Cartuja se le dio un préstamo hipotecario de 250 millones de pesetas usando como avales los suelos, según las mismas fuentes.
Cárcel y subvenciones millonarias
En 1987, Rumasa presentó una querella criminal contra los propietarios e Invertécnica al detectar irregularidades, desvío de capitales e incumplimiento de los compromisos de adjudicación de la empresa. El presidente del comité de empresa afirma que ese año La Cartuja de Sevilla pasó a manos del Grupo Estudesa al adquirir el 60% y al siguiente año adquirió el otro 40%, "viviendo unos años bonanza".
En 1994, la Pickman La Cartuja pasó a manos de la sociedad valenciana Plusvalores, propiedad de Enrique Tatay y Joaquín Casanova, a partes iguales. "Reciben la empresa como pago de un crédito de 800 millones que los hermanos Jiménez Ambel como propietarios de Estudesa habían solicitado a Plusvalores". Los planes de inversión de Enrique Tatay quedaron en nada, según José Hurtado, porque "fue detenido e ingresado en la prisión de Picassent el 31 de enero de 1997 acusado de tráfico de drogas".
Suspensiones de pagos
Con el empresario Tatay en la cárcel y ante el deterioro de la empresa, los trabajadores comenzaron una ronda de reuniones con las administraciones para implicarlas en una solución para una compañía "y trasladarle la preocupación de los casi 200 empleados al correr el rumor de la inminente venta de La Cartuja a un empresario madrileño, Ildefonso Jiménez". Finalmente, Hurtado afirma que Jiménez "llevó a la Cartuja a la suspensión de pagos en 1999, con una deuda de 20 millones de euros, cediendo la empresa a Álvaro Ruiz de Alda, por entonces competidor en el sector y propietario de San Claudio en Oviedo".
Entonces, el 90% del capital de Pickman era de Inversiones Jara y el otro 10% de Sogeasi y el propio Ruiz de Alda, que negoció las deudas con la Seguridad Social a través de quitas con el compromiso de mantener la actividad en Sevilla y la pignoración de las marcas, agrega Hurtado. "Por otro lado, Hacienda le aceptó el pago de la deuda a cambio del contenido del Museo de Pickman". En 2003, comunicó a los trabajadores que pasaban a formar parte de la plantilla de Rumasa tras la ejecución de los terrenos e instalaciones pero el holding de la abeja negaba la subrogación de los 132 trabajadores, "llevándose la producción de la Cartuja de Sevilla a Marruecos y a las instalaciones de San Claudio en Oviedo". Finalmente, Ruiz de Alda y Rumasa fueron condenados, y Patrimonio del Estado devolvió la actividad de La Cartuja a la planta de Sevilla tras 10 meses de inactividad, haciéndose con las riendas de la empresa hasta que pasó a manos del empresario Emilio Portes Fernández.
Ultimos coletazos
Tras recibir importantes subvenciones de la Junta de Andalucía, Portes comunicó en 2008 a la Junta de Andalucía su intención de abandonar la empresa y le pidió que buscara un nuevo comprador, pasando los trabajadores por varios ERTE y retrasos en el pago de nóminas. En 2011, se hizo con la empresa el empresario malagueño Antonio Herrezuelo, sacando a los 106 trabajadores de la plantilla del ERTE después casi dos años y medio. Por falta de liquidez, La Cartuja paró nuevamente su producción y volvió al Juzgado Mercantil en 2011 para no salir de él. En 2014, la unidad productiva se adjudicó a Ultralta, entonces vinculada a la familia Zapata, a la que en 2019 la Seguridad Social intentó derivar seis millones de euros de deuda del anterior propietario, un proceso que le obligó a ir al concurso de acreedores durante cinco años.
En 2023 el Supremo dio la razón a la empresa pero ya era demasiado tarde para la fábrica de loza. La empresa estaba desangrada tras el Covid, la crisis de suministros, la falta de financiación y el encarecimiento de los precios de la energía. Un nuevo embargo de casi 800.000 euros de Hacienda ha llevado a la familia Zapata a tirar la toalla, aunque asegura que quiere hacer las cosas bien y que los trabajadores reciban lo que les corresponda antes de que La Cartuja Pickman cierre sus puertas definitivamente. La maquinaria y los stocks son los únicos activos de Ultralta.
¿Qué pasará a partir de ahora? Ni las marcas ni la nave son propiedad de Ultralta. Las marcas de loza La Cartuja fueron vendidas en 2022 por 800.000 euros a la empresa Nox Industrial, radicada en Madrid y propiedad de Juan Manuel Martín Buendía, aunque Ultralta tiene una opción de recompra de las marcas. De otro lado, las naves son propiedad de la sociedad Internacional Crane and Equipment Company, vinculada también a la familia Zapata. La última palabra la tienen, por tanto, la familia Zapata, y el Juzgado Mercantil 3 de Sevilla.
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