Los chinos tienen sus propios 'garrigues' en el Polígono Carretera Amarilla

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De los primeros restaurantes de los años 80 a los empresarios fuertes que cuentan con compatriotas como abogados en la misma ciudad

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Los anuncios y rótulos del bufete Nueva Era en el Polígono Carretera Amarilla.
Los anuncios y rótulos del bufete Nueva Era en el Polígono Carretera Amarilla. / M. G.

Hay una Sevilla muy lejos de la sombra de la Giralda donde hay un silencio frío de naves industriales solo alterado por ruidos de taller y motores al ralentí de la carga y descarga. Hay una estética urbana de pavimento caótico, bares como refugios con grandes listas de tapas y la publicidad de menús económicos, gente que vivaquea despistada a la búsqueda de tiendas de baldosas y mobiliario de cuarto de baño... Es la Sevilla de los polígonos industriales, que ofrecen una prestación imposible en muchos otros sitios: siempre hay aparcamiento. En esta Sevilla de diáspora se aprecian con claridad algunas de nuestras principales actividades económicas, como el comercio de ropa y enseres, y las industriales relacionadas con la construcción. Y sus protagonistas cada vez más numerosos son los chinos que avanzan imparables en su extensión, con el sigilo de quienes no pierden el tiempo y la claridad de quienes tienen el objetivo bien marcado y no admiten distracciones. De los restaurantes a las tiendas. De las tiendas a los bazares y a las galerías comerciales de varias plantas con dependientes muchas veces españoles. Dicen que son un modelo de trabajo y sacrificio que de integración real en la ciudad. El gigante asiático es productivo en cualquier caso. Y discreto. No quiere saber de vanidades locales. Ahora cuentan hasta con sus propios garrigues, como nos ha advertido el autor de la fotografía captada en el Polígono Carretera Amarilla. Los chinos se traen sus costumbres, su capacidad de trabajo y de sacrificio, su orden y hasta sus abogados. En Sevilla hay gabinetes jurídicos para los cada vez más habitantes chinos. La estadística oficial apunta a los casi 6.000 en la capital y la provincia. La ciudad que cambia, como cambian los seres vivos, no se aprecia solo en el centro histórico. En Sevilla está ya la segunda o tercera generación de emprendedores chinos. Muchos sevillanos recordarán la gran novedad de aquellos primeros restaurantes como el célebre de la calle Mateos Gago, de clientela juvenil en las noches ochenteras de los fines de semana. Cuatro décadas después, la población china ha crecido, se ha consolidado y ha diversificado sus actividades más allá de los rollitos y el arroz.

No se olvide la apuesta del Ayuntamiento por captar turismo chino desde que comenzó el actual mandato. De hecho el primer viaje del alcalde Sanz al poco tiempo de tomar posesión del cargo fue a China para posicionar a Sevilla entre los destinos españoles del turismo asiático. El turismo chino casi roza el 2% en Sevilla, con más de 60.000 visitantes, un registro que se considera muy corto si se tiene en cuenta que España recibe casi 400.000 viajeros chinos en un año. Se entiende el plan de captación del Ayuntamiento al margen de que el turismo necesite de una regulación que preserve su mantenimiento, pero reduzca los efectos depredadores.

El chino hace tiempo que dejó de estar relacionado exclusivamente con restaurantes de nombres populares como La Gran Muralla o Pekín, aquellos de mobiliario rojo, con muchos dragones y lámparas esféricas. Y, sobre todo, con camareros muy amables y diligentes a los que siempre costaba explicar que se preferían unos cubiertos convencionales a los palillos.

Vinieron para quedarse y se quedaron con una evolución marcada por la vocación de crecimiento. Hasta hay talleres de chinos que cortan túnicas de nazarenos para Semana Santa... Y a precios más competitivos que los tradicionales, aunque, por supuesto, no falte el debate sobre las diferentes calidades. Y tampoco se puede olvidar cómo en el final del tercer mandato de Monteseirín como alcalde acudió a Sevilla el embajador de China en España en los días previos a la Feria. Y el alcalde pidió que se encendiera unos minutos una calle del real para que el alto diplomático presenciara en todo su esplendor los farolillos de clarísima inspiración oriental. La duda es si estuvo a tiempo de admirar también los mantones de Manila. Nuestra principal fiesta laica tiene en su estética evidentes influjos orientales.

Una gran señal del crecimiento y asentamiento de la población china en Sevilla es la apertura de despachos de asesores propios. Tienen sus costumbres, sus asociaciones y sus reuniones. Y tienen sus propios abogados, como el que sugerentemente se llama Nueva Era. Los polígonos industriales, que viven al margen de la ciudad y de los que muchos sevillanos solo se acuerdan cuando toca hacer obras en sus casas, son un termómetro idóneo para evaluar el grado de penetración del empresariado chino en la ciudad. No solo ya por los almacenes de proveedores, sino por el cuerpo de letrados que se extiende, como en su día las asesorías jurídicas extranjeras abrieron despachos en la Marbella emergente de los años ochenta. El dragón chino no deja de crecer en la ciudad milenaria acostumbrada a acoger diferentes culturas por mucho que tenga fama de cerrada e inmovilista. La ciudad mantiene sus debates sobre excesos y faltas de infraestructuras. Mientras, una realidad continúa con un proceso de consolidación discreto y caracterizado por una ambición productiva que bien podría ser referencia para combatir la indolencia andaluza que tantas veces resulta un lastre.

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