Cabezuelo, Garzón y la novelería hispalense

Se mueven ya para capitalizar el éxito ajeno los mismos que desparecerán cuando lleguen los baches

La ciudad en riesgo

El selecto aljibe del centro de Sevilla

Fernando Fernández Cabezuelo y José María Garzón.
Fernando Fernández Cabezuelo y José María Garzón. / M. G.

03 de diciembre 2025 - 04:15

La Sevilla cobarde, ventajista, oportunista, novelera, interesada y que solo piensa en mantener sus privilegios o en meter la cuchara en el perol de los favores se ha puesto manos a la obra para ganarse el favor del nuevo empresario de la plaza de toros, no vaya a ser que en los próximos cinco años se vean algunos sin la entrada de gañote en una tarde de postín. Resulta entrañable comprobar cómo se pretende capitalizar y convertir en producto exclusivo la figura de un joven empresario meritorio y con todo el derecho del mundo a prosperar en sus objetivos. Esta ciudad siempre ha sido muy de círculos tan cerrados como de postiguillos semiabiertos. Unos pretenden la clausura total y otros el tráfico... controlado. En arquitectura se conoce como la casa patio. Se entra, se mira, pero no se adentra. Desde aquí nuestro respeto y consideración a José María Garzón, al que no conocemos más que de vista de ir a los toros en Sevilla hace muchos, muchísimos años, cuando compartíamos tardes de novilladas con José Luis Trujillo en alguna grada. Es digno de trabajo fin de carrera (TFC, que suena a marca de pollo frito) cómo algunos pretenden pasarse de Pagés a Lances de Futuro, de Ramón Valencia a Garzón en función de sus intereses y objetivos personales. Todos los ahora travestidos están con el cazo esperando a trincar, como sucede también en el atrio macareno. Ahora, por cierto, los pájaros sin alas se pasan de Cabrero a Cabezuelo como perfectos adanistas hispalenses. Es la ciudad misma, nada nuevo bajo del Sol (del Plantinar, de donde, por cierto, dicen que se quieren ir a la Misericordia o al antiguo templo de los jesuitas para crecer más como hermandad).

En esta ciudad los hay con mucha impaciencia y ansiedad por capitalizar al triunfador para, como siempre, dejarlo tirado como una colilla a los primeros traspiés. Tic, tac. Hizo bien Cabezuelo en proclamar en la noche de la victoria su propósito de ser el hermano mayor de “todos los macarenos”, le hayan votado o no. Él es aquel cirio verde que el día de la Magna realizó una hermosa confesión al recordar a los difuntos en la entrega de la Rosa de Oro. Son días de novelería y ridículos adanismos. Quienes no arriesgan ni su patrimonio ni su tiempo y tienen intereses en la plaza o en el atrio deben callar, medir o, lo que es peor, salir del burladero con riesgo de retratarse. Quien nada espera, acaso solamente observar, tiene el enorme placer de contemplar, una vez más, cómo los que creen que han ganado tratan de rentabilizar la victoria, y los que se ven perdedores procuran esconderse o disimular. Es un espectáculo que se verá en todas las ciudades, pero la versión sevillana es de nota. El tiempo todo lo reajusta. Sean Garzón y Cabezuelo libres y sin miedos a la hora de gestionar.

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