Aventura y familia
Crítica 'Super 8'
Super 8. Aventuras, EEUU, 2011, 112 min. Dirección y guión: J.J. Abrams. Fotografía: Larry Fong. Música: Michael Giacchino. Intérpretes: Joel Coutney, Riley Griffiths, Elle Fanning, Ryan Lee, Ron Eldard, Noah Emmerich, Kyle Chandler, Gabriel Basso, Katie Lowes, Zach Mills.
Todo en esta película, desde el cartel promocional dibujado que remite a la era pre-diseño, a los continuos destellos nocturnos de la fotografía de Larry Fong, está pensado para excitar la memoria y la complicidad de un espectador cinéfilo alimentado con las ficciones populares de Spielberg, Lucas, Reiner, Dante y compañía producidas entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta como homenaje al cine de serie B de décadas anteriores.
Si en Star Trek, J.J. Abrams, creador televisivo de éxito (Alias, Lost, Fringe) y productor de la excelente y referencial Monstruoso, ponía en punto cero una de las franquicias-clave del cine de ciencia-ficción para quitarle de encima la inercia del agotamiento a golpe de regeneración energética, Super 8 se postula como filme-homenaje no sólo a una época y sus espectadores (el mismo Abrams y sus colegas de infancia a la cabeza, que intentaban emular a sus ídolos con sus cámaras y equipos de rodaje caseros), sino como ajustada y efectiva copia actualizada de una manera de entender el cine-entretenimiento fuertemente anclada en las enseñanzas dramáticas de Linda Seger, Syd Field y otros gurús del guión perfecto y en los temas y las maneras visuales y narrativas de un Spielberg que, no en vano, es ahora el principal avalista de este revival de su propio legado en manos del más aventajado de sus discípulos.
Entre su primera y potente secuencia, en la que el cartel de una fábrica nos anuncia un accidente mortal determinante para el resto de la trama, y la última, donde vemos volar el collar de la añorada madre para fundirse con la nave espacial en la que el monstruo extraterrestre regresa al fin a casa, Super 8 condensa y desarrolla al milímetro la fórmula teen pic + monster movie recorriendo un paisaje suburbial de clase media tocado por la inestabilidad familiar, el fogonazo irresistible del primer amor y la amenaza apocalíptica de la catástrofe que nos lanza a una vertiginosa montaña rusa de emociones básicas y referencias cinéfilas (Encuentros en la Tercera Fase, E.T., Cuenta conmigo, Los Goonies, etc.) sabiamente reescritas e integradas en una fábula con moraleja sobre los fantasmas de la infancia y el eterno deseo de aventura.
Abrams contiene y dosifica la pirotecnia tecnológica con mesura e inteligencia (el bicho, apenas insinuado, casi siempre en penumbra) y desarrolla la trama especular de amistad, amor y ausencia con un no menos prudencial sentido del pudor que hace que ambos artefactos caminen de la mano con tanta eficacia como ligereza, dejando que la autoconciencia de género y el mecanismo del entretenimiento se fundan en una fórmula perfecta que se cierra sobre sí misma sin que se noten demasiado las costuras y pespuntes de fábrica.
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