El miedo, la furia y el triunfo

ORQUESTA DE LA FUNDACIÓN BARENBOIM-SAID

Corinna Scheurle, Thomas Guggeis y la delicadeza de Ravel. / Manuel Vaca

La ficha

****Programa: ‘Variaciones sobre un tema de Haydn’ op. 56a, de J. Brahms; ‘Shérérazade’ M.41, de M. Ravel; Sinfonía nº 5 en Re menor op. 47, de D. Shostakovich. Mezzosoprano: Corinna Scheurle. Director: Thomas Guggeis. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Lunes, 29 de diciembre. Aforo: Casi lleno.

Soberbio concierto, aunque empezó de forma algo irregular. Quizá las cuerdas no estaban aún “calientes” y los jóvenes no habían aún entrado en modo concentración total, pues las primeras variaciones de Brahms mostraron una orquesta de limitado empaste y con algunos errores de conjunción. Ya la variación final empezó a mostrar las bondades de esta orquesta, con sonido lleno de brillo y de colorido. Algo que quedó perfectamente de manifiesto con la delicada y precisa música de Ravel, con intervenciones solistas de oboe y flauta de enorme delicadeza. Guggeis hizo un magistral derroche de claridad y transparencia. Scheurle, por su parte, aportó un fraseo lleno de matices y de reguladores, además de color muy atractivo. Su legato fue envolvente, como un incensante arabesco vocal que se ensamblaba con precisión en el delicado tejido instrumental.

Magnífica versión de Shostakovich que supo darle sentido a los diferentes estados de ánimo por los que transcurre la quinta sinfonía. No exageró el maestro los tonos ominosos del inicio del Moderato, aunque no dejó de subrayar los oscuros presagios del pasaje de las trompas acompañadas del piano antes de la explosión de agitación teñida de perfiles grotescos. Espectacular arranque de violonchelos y contrabajos en el Allegretto, al que Guggeis añadió el apropiado aire de danza grotesca seguido con brillo y sonido empastado por la orquesta. Las cuerdas pudieron recrearse en la calidez de su sonido en el Largo, en el que el director ahondó en los tonos dolientes de los crescendi mediante un fraseo muy tenso. Para desembocar en la enfurecida carrera del inicio del Allegro non troppo con enérgicos sforzandi y acentos casi furiosos. Y aún así supo controlar la tensión y retener de forma muy sugestiva la explosión final. No hubo aquí, pues, un Shostakovich, sino varios, mostrando la riqueza expresiva de esta sinfonía de la mano de un magnífico conjunto orquestal.

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