Espectacular y hueco Coppola tuneado

DRÁCULA | CRÍTICA

Caleb Landry Jones encabeza el reparto. / D. S.

La ficha

** 'Drácula'. Terror. Francia. 2025. 129 min. Dirección y guion: Luc Besson. Novela: Bram Stoker. Música: Danny Elfman. Fotografía: Colin Wandersman. Intérpretes: Caleb Landry Jones, Zoë Bleu Sidel, Christoph Waltz, Matilda De Angelis.

Versión tuneada, ruidosa y cara del Drácula de Bram Stoker de Coppola (1992), la única gran película -junto a la artesanal Legítima defensa (1997)- rodada, tras el batacazo de El Padrino III (1990), por el director que representa el más asombroso eclipse de talento de un genio que se haya dado en la historia del cine. Ya sabemos lo que Luc Besson representa como productor y director. Desde sus prometedores inicios como director comercial con personalidad en los años 80 –Kamikaze 1999, Subway, El gran azul- hasta su larga serie de éxitos tan vacíos como hábiles de cara a la taquilla y llenos de ruido visual -con la excepción de la interesante El quinto elemento- tocando tanto el thriller como el drama o la ciencia ficción y la animación. Una fórmula que comercialmente le funciona muy bien salvo cuando se pone serio (Juana de Arco) o cinéfilo haciendo guiños a los gloriosos seriales mudos franceses de Feuillade (Adèle y el misterio de la momia). Como productor su fórmula funciona aún mejor, gracias, entre otros muchos títulos, a las sagas Transporter o Venganza.

En su Drácula, Besson se ha puesto serio. Por supuesto sin dejar de ser él. Pretende ofrecer una nueva interpretación tanto de la novela de Stoker, con los añadidos de las historias o leyendas que la inspiraron y los posteriores desarrollos literarios y cinematográficos, como de la película de Coppola tanto en su imagen como en la relectura pasional y amorosa del personaje (¿recuerdan aquello de "he cruzado océanos de tiempo para encontrarte" que decía Gary a Winona?, pues el título original de esta película es Dracula: A Love Tale).

Besson ha creado un espectacular, cara, muy bien diseñada, hortera y visual y sonoramente ruidosa summa draculesca en fidelidad a su estilo. Apuntándose a las reinterpretaciones de autor serias y sensibles de los grandes textos y personajes del terror, como hicieron Coppola con Drácula, Mike Nicols con el hombre lobo, Branagh y del Toro con Frankenstein o Herzog -el pionero allá por 1979 en estas relecturas de autor romántico-amorosas de los clásicos del terror- y Eggers con Nosferatu.

No se le debe reprochar que sea ruidosa, cara, espectacular, hortera y excesiva. Besson es es Besson y pedirle otra cosa sería como pedir a un gato que volara o a un gorrión que corriera a cuatro patas. Es su naturaleza. Y de acuerdo con ella creo que debe ser juzgada. Como cine, un suspenso. Como Besson, un aprobado. En su madurez ha intentado hacer la Gran Pelicula Romántica sobre el vampiro -como si esta no existiera ya-, convertir su gusto por la acción en épica de superproducción, su habitual y nerviosa cacharrería visual videoclipera en espectáculo histórico apabullante y su habitual superficialidad en un abismo de pasión sexual obsesiva (más que de amor). Lo ha hecho, por supuesto, a su manera, como si canturreara My Way mientras la planificaba y la rodaba cual un anuncio o un videoclip.

Coppola tuneado en buena parte de su metraje, desmelenado hasta la exasperación erótico-histérica y adaptado a lo que se supone es el gusto del público mayoritariamente joven actual, no aporta nada a la extensa filmografía draculesco-vampirica. Caleb Landry Jones se suma con entusiasmo al desmelene bessoniano, Zoë Bleu Sidel interpreta con más mesura a la única razón de vivir del vampiro y Christoph Waltz es un antagonista que bordea lo grotesco. La única novedad valiosa -algún buen detalle escenográfico aparte- es la estupenda partitura de Danny Elfman que, además de la imponente masa orquestal que atruena toda la película, aporta esa cierta emoción que Besson busca sin encontrarla gracias a un melancólico tema de amor que, sin alcanzar las cumbres genuinamente románticas de la partitura de Kilar para Coppola (que Elfman no ignora), resulta ser lo mejor de la película.

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