José Luis Cienfuegos visto por sus amigos
Profesionales del cine andaluz recuerdan el paso por Sevilla del asturiano, al que describen como un programador exigente que se desenvolvía con humor y al que preocupaba “el contacto humano”.
Muere José Luis Cienfuegos, director del Festival de Sevilla durante más de una década
El productor y gestor cultural David Linde recuerda una costumbre que tomó José Luis Cienfuegos en su etapa como director del Festival de Sevilla, cuando entraba en el Teatro Lope de Vega con las proyecciones ya empezadas, para comprobar si las apuestas que hacía en su programación eran bien recibidas. “Se sentaba a mi vera en el control, a oscuras, esperando la reacción de los espectadores, y preguntaba cómo iba. Yo le hacía uno de esos chistes que por educación norteña fingía que le hacían gracia y luego sonreía, sonreía de verdad”, rememora Linde, que tras conocer la muerte de su amigo este martes prefiere evocarlo dichoso en esa liturgia colectiva: “Era un hombre feliz sentado en una butaca, compartiendo con el resto del publico una película”.
En la productora LaSuite, que colaboró estrechamente con Cienfuegos en sus años sevillanos –una etapa que abarca poco más de una década, desde 2012 hasta 2023–, el duelo invita a recapitular tantos momentos vividos: las “noches en vela esperando el fallo del jurado entre risas ya nerviosas” y los repasos a los guiones de las galas “peleándonos con pasión por el sentido de una sola frase”, porque el asturiano “era todo pasión, eso lo definía”, la misma vehemencia que desplegaba “cuando defendía a una autora o autor”, apunta Linde sobre un capitán que hacía que el grupo al que guiaba, “desde los equipos de limpieza hasta los directores técnicos”, compartieran “un sentimiento de orgullo”.
Cienfuegos (Avilés, 1964-Madrid, 2025) llevaba tres ediciones al mando de la Seminci, en Valladolid, pero en la capital andaluza “los amantes del cine y los habitantes de la ciudad”, como señala la directora Laura Hojman, no han olvidado la revolución que supuso su llegada, con un modelo de certamen que ya había ensayado con éxito en Gijón. La autora de documentales como Los días azules o Un hombre libre celebra la intuición y el acierto de un programador que entendía que un “festival era más que un lugar de exhibición” y que, con su defensa de una producción valiente que escapaba siempre de lo predecible y planteaba preguntas a los espectadores, convirtió el SEFF en “un espacio de referencia”, una cita “de primera línea que él consiguió elevar con su trabajo”, valora Hojman.
David Linde recuerda que conseguía transmitir en el equipo “un sentimiento de orgullo”
La directora conserva una fotografía que ilustra la “relación cercana” y el “respeto” que unía a Cienfuegos con los creadores locales, ese afecto escudado a menudo en la ironía con el que ese visitante del norte se entregó al sur. En la imagen, que Hojman subió a las redes tras conocer la noticia del fallecimiento, ambos se abrazan. “Nos habían nominado a los Goya, a los Feroz, a los Forqué con A las mujeres de España. María Lejárraga, y él me había felicitado por whatsapp pero no nos habíamos encontrado cara a cara. Fue en la gala de los Premios Carmen donde al fin nos vimos. Recogí el galardón al mejor documental, y entonces él vino, me agarró y me dijo: Qué hija de puta [ríe]. Me hizo mucha gracia, porque tras tanto tiempo viviendo en Sevilla él ya adoptaba esa forma tan andaluza con que nos demostramos el cariño mediante el insulto. Acto seguido me dio un abrazo enorme, muy sincero. Era como si él, que me conocía desde los comienzos, me decía: Qué bien donde has llegado”.
Los testimonios que describen a Cienfuegos en la súbita orfandad que ha dejado coinciden en un rasgo: su inteligente sentido del humor. Paco Campano, que filmaba campañas publicitarias del certamen dotadas de una comicidad surreal y encantadora, se acuerda de cómo el director del SEFF se tomaba en serio y “discutía mucho tiempo” las ideas y sugerencias para estos anuncios. El director de La furia de Mackenzie guarda un singular retrato de Cienfuegos que revela la complicidad alcanzada con él: dado el pudor con el que se resistía a actuar en estas promos. Campano inventó una estrategia para que apareciera transformando una fotografía suya en una pintura decimonónica. El cineasta también promovía junto a David Linde y Rubén Hernández el Maratón Grotesco Palomitero, que cada año reivindicaba cintas de serie B y de terror, ese pasaporte a lo lúdico que aguardaba en los estantes de un videoclub en los 80. “Cienfuegos siempre consideró estos maratones como una celebración, y algún año que quise cancelarlo, él me decía: ¿Pero me vas a dejar sin fiesta? Le preocupaba romper las barreras, que el cine se mezclara con la vida”.
Ya en el Festival de Gijón, evoca Gervasio Iglesias, buscaba que los creadores se conocieran
Esa visión renovada que Cienfuegos tenía de los festivales se remonta a sus comienzos en Gijón. La sevillana Verónica Díaz, directora de estudios de la ECAM (Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid), lo conoció entonces, en el 99, “y desde el principio me pareció una mente brillante de la cual aprender mucho de cómo funcionaba la industria, y de cómo valorar otro tipo de cine. Cuando me enteré de que iba a gestionar el festival de Sevilla supe que iba a ser magnífico para el cine y para la ciudad, y me dio la oportunidad de conocer más a la persona que al profesional. Esa sonrisa con polo de Fred Perry va a ser muy difícil de olvidar, tanto como enorme es su legado”.
El productor Gervasio Iglesias, hoy subdirector del área de Cine de RTVE, no da crédito aún a la repentina desaparición de Cienfuegos. “El lunes por la mañana estaba hablando con él, empezamos a preparar la próxima edición de la Seminci con Televisión Española, y el apoyo nuestro se iba a incrementar, los datos de espectadores habían sido estupendos, había varias ideas sobre la mesa de cómo seguir colaborando... Nos estuvimos riendo un rato, porque las conversaciones con él eran siempre divertidas”.
Iglesias también barruntó la grandeza de Cienfuegos, la misma tenacidad con la que convencería más tarde, en 2015, a los miembros del jurado del Premio Princesa de Asturias de las Artes para reconocer a Francis Ford Coppola, cuando “lo primero que hicimos con la productora, el documental Underground, la ciudad del Arco Iris, fue seleccionado por Gijón. Él ya programaba conciertos, y reunía a todos los creadores que estábamos en el festival para que nos conociéramos entre nosotros. Recuerdo que entre ellos estaba un director asiático, Royston Tan, que después se hizo muy famoso. Eso ha sido algo que ha caracterizado a José Luis antes y siempre: para él, era primordial el contacto humano”.
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