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Cada día, haciendo las compras, nos es posible observar cómo nos estamos añadiendo masivamente al pago con tarjeta. Hasta para pagar el pan o el tabaco. Con las nuevas tarjetas contactless no hay ni que introducir el PIN si el importe no supera los 20 euros. Ir al cajero, que cada vez está más lejos y en el que siempre hay que guardar cola, nos está resultando una lata. Los bancos están encantados con esta tendencia y nos empujan a seguirla. En Suecia, que van años por delante en este proceso, el cartel No se acepta dinero en efectivo está colgado con frecuencia en tiendas, restaurantes y demás comercios. Los pagos digitales son tan cómodos, tan asépticos, tan rápidos... Sin embargo, también nos es posible observar en las declaraciones de los dirigentes de los bancos centrales que están preocupados por la desaparición del dinero físico.

Hace unos días, el gobernador del Banco Central de Suecia, Stefan Ingves, salió en defensa del efectivo, señalando que el Risksbank está analizando atentamente esta evolución, y advirtió a los bancos que tienen la obligación de dar cambio en efectivo a los clientes que así lo soliciten. También, hace pocos días, Yves Mersch, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, en su discurso, The role of euro banknotes as legal tender, se pronunció en el mismo sentido.

Aludió a la libertad: los ciudadanos pueden usar efectivo para ejercer sus derechos fundamentales sin que el Estado u otros terceros puedan rastrear inmediatamente las transacciones financieras involucradas. Y ante el argumento de su conexión con las actividades criminales, señaló que el enfoque debe estar en la lucha contra el crimen, que el dinero en efectivo no debe convertirse en el chivo expiatorio. Además, apeló a la igualdad y la participación: el efectivo por su fácil acceso favorece especialmente a los ancianos, a los socialmente vulnerables y a los menores. Por último, mencionó la seguridad y la protección: el efectivo siempre funciona, no está sujeto a posibles fallos de Internet o informáticos.

Y de forma vehemente terminó asegurando que el eurosistema seguirá garantizando la existencia de efectivo en euros. Que es la única forma "en la que el banco central puede salvaguardar el papel que juegan los billetes y monedas en la protección de los derechos y las libertades fundamentales de los pueblos de Europa".

Pero resulta difícil pensar que esta tendencia hacia los pagos digitales pueda pararse. Actualmente, los billetes y monedas en circulación ascienden sólo a 1,1 billones de euros, frente a los 17,5 billones de euros depositados en instituciones bancarias. Y ahí reside la verdadera preocupación de los bancos centrales: la creación de dinero está quedando en poder de la banca. De ningún modo pueden permitir que se rompan los lazos que el dinero físico establece entre los bancos centrales y las personas. Stefan Ingves mencionó que están analizando la creación de una e-corona sueca para pagos digitales a partir de finales del próximo año. El BCE también está estudiando la implantación del e-euro. Y mientras llegan las monedas digitales soberanas, los billetes y monedas que manejamos estarán actuando como límite y contrapunto a la banca.

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